Tras la verdad de Maggie

Con Tennessee Williams entre las manos, la actriz Natalia Chiarelli intenta encontrar la frase indicada. Recorre las páginas de las Memorias del dramaturgo estadounidense, con pasajes subrayados y encorchetados. Cuando encuentra lo que busca, no lo declama, sino que lo lee en un tono suave aunque firme. "En La gata sobre el tejado caliente hablo de forma muy clara sobre mi objetivo como escritor: capturar la naturaleza perpetuamente efímera de la existencia", decía el autor en 1975, ocho años antes de fallecer.

A pesar del tiempo pasado, para Chiarelli, Williams sigue estando presente en todas las interpretaciones de sus obras, incluso en la versión de La gata... que se estrena hoy en Sala Verdi con la actriz en el rol protagónico de Maggie. "Su pluma está siempre por encima de los actores, del director, porque toda su vida está en las obras. Tuvo una manera muy honda de conocer al ser humano, de abordar lo humano, sobre todo el alma femenina. Es como él mismo si fuera una mujer. Hay varios autores buenos, pero él es uno de mis predilectos en ese sentido", señala la artista a El Observador.

En el caso de esta obra, esa pluma atemporal y universal traza la silueta de una familia adinerada del sur estadounidense, regida por las mentiras y la falsedad. Ahí, coexisten tres matrimonios, el de Papá y Mamá, los líderes de la progenie, el de Brick y Maggie, los protagonistas, y el de Gooper y Mae, quienes buscan llevar adelante el negocio familiar.

Aunque lo que los une, en esa instancia, es la enfermedad terminal de Papá, quien dejará un imperio algodonero en las manos de Brick o de Gooper, sus dos hijos, existen conflictos que subyacen, que resquebrajan la estructura. "Uno de los núcleos más importantes de la obra es la crisis matrimonial de Maggie y Brick. Ellos no están pasando por el mejor momento de su matrimonio, pero no por un malentendido, no por un desgaste", explica Chiarelli. Mientras que Brick intenta ahogar con alcohol frustraciones secretas en torno a un amigo fallecido, Maggie no puede sino manifestar su desesperación, su angustia ante el desapego de su esposo.

Al plantear estos nudos, "Williams está hablando de cosas que van más allá. En esa familia, donde no se habla de las cosas y se tejen vínculos duros, distanciados, Maggie irrumpe para mostrar la hipocresía, la falsedad, cosas humanas que trascienden las épocas. Hay mucho que refiere a Estados Unidos, pero sacando todo eso, a través de una traducción y una versión, lo que queda es lo humano", señala Chiarelli.

En esta oportunidad, la obra de la Comedia Nacional cuenta con la dirección del estadounidense David Hammond, quien inició su nexo con Uruguay en 1992, en la producción Perdidos en Yonkers. "Cuando lo conocí me sorprendí por la empatía que me generó. Me di cuenta de que estaba ante un director que no traiciona al autor, a la interpretación, al teatro, que no se deja seducir por nada. A veces sucede que los actores nos dejamos empalagar, no nos importa nada y queremos poner en nuestro cuerpo a ese personaje y regodearnos, pero hay algo que corre al costado de todo eso", agrega Chiarelli.

Junto a Hammond, el reto de la actriz fue desempalagarse, aunque quedándose con "la dulzura de lo profundo", la confianza en la esencia propia. La construcción del personaje, además, incluyó lecturas sobre Estados Unidos, el mítico sur, la década de 1950 e,incluso, la seducción, un elemento que Maggie utiliza para recobrar a Brick, para sacarlo de su ciénaga de alcohol.

Aunque algunas interpretaciones prefieren circunscribirla al rol de femme fatale, la Maggie de Chiarelli se vincula más "al amor, a la maternidad que persigue a lo largo de su vida, a lo femenino en el sentido más puro. Femme fatale no es un término para definirla porque es una construcción social y Maggie va más allá de los prejuicios, de los estereotipos, es una mujer con la feminidad a flor de piel".

En ciertos sentidos, el personaje sigue una línea que recorren las mujeres ideadas por Williams, incluyendo a Laura de El zoo de cristal y Stella de Un tranvía llamado deseo, ambas encarnadas por Chiarelli en producciones anteriores. "Lo que tienen en común es la verdad, la franqueza, la transparencia. También comparten esa fuerza que nos mueve a las mujeres, una fuerza natural que es como la que tenemos al parir", cuenta.

No obstante, para la actriz, Maggie es especial: "El personaje vino justo para este momento de mi vida. Creo que antes no hubiera tenido la madurez para entender a Maggie, las pasiones que atraviesa. Llegó en un momento en el que puedo hablar de amor y de la relación de lealtad que plantea Williams".

Atascada en un triángulo amoroso junto a Brick y su amigo de la juventud, Skipper, ahora fallecido, Maggie se revela como un motor vital que procura solucionar todos los dilemas que la rodean. "Ella es una mujer dulce, que ama, pero está metida en un mundo mezquino cuyo lenguaje de falsedad no sabe hablar", sostiene Chiarelli, oscilando entre las pausas y la ansiedad, dominada por el impulso de subirse al escenario, de plantarse frente al público.

"Cuando te toca un personaje así, necesitás que llegue el momento de hacerlo. Maggie es una mujer que me permite expresar mis pasiones femeninas, que me habilita a compartir esas cosas que no tienen explicación. Se me hace tan emparentado conmigo, que fluye de una manera inexplicable, vital", agrega, y pasa sus palmas por las Memorias de Williams, aquel espíritu que la acompaña.