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Turquía desde el otro lado de la pantalla

Una mirada uruguaya al fenómeno de las telenovelas turcas y su lugar en el país que las vio nacer
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08 de agosto de 2015 a las 05:00

Un extranjero va a tener que hacer zapping por cientos de cadenas locales e internacionales en turco antes de poder conseguir algo en inglés, si es que lo consigue. Es que, por un tema cultural, de lenguaje, de costumbres, así como por un tema de mercado, en tierras otomanas se consume contenido propio.

La producción de contenidos televisivos en Turquía siempre fue grande. Y eso incluye el cine, que en la taquilla local compite con Hollywood. Pero en los últimos años la industria ha tenido una explosión que ha llevado las telenovelas más populares a diferentes países tanto de la región como de rincones tan lejanos como Uruguay.

Hoy, las imágenes del Bósforo, el té, los palacios, las mezquitas y los sultanes pueden verse en las pantallas de varios lugares del mundo. Pero las "series", como las llaman ellos, no solo muestran los rasgos más icónicos de esta cultura, sino que también son el reflejo de la sociedad que las produce, las consume y, ahora, las exporta. Visto desde lejos, puede pensarse que alguna de las situaciones que se ven son parte de la ficción, pero muchos de esos juegos de roles y estereotipos de las novelas forman parte del día a día, de su pensamiento y cultura.

La equidad de género es una utopía aún, pero en la sociedad turca la división de roles sigue siendo muy marcada. Ni siquiera forma parte de lo políticamente correcto decir que la desigualdad es, al menos, injusta. Decir que hombres y mujeres deben ser tratados de forma diferente es lo más natural, para la religión, para la política, para el señor de pie y hasta para más de una feminista.

Últimamente el tema de la violencia machista ha empezado a discutirse en la sociedad turca a raíz de algunos acontecimientos que fueron noticia. Además, es un tema frecuente en las telenovelas. Sin embargo, esa problemática no es tratada desde la desigualdad de género, sino desde la no violencia hacia la mujer.

El hombre en la idiosincrasia turca ocupa la posición de guía, del trabajo y de la seguridad. La mujer, en cambio, es la encargada de criar a los niños, la sentimental e impulsiva. En el amor, la mujer sueña con encontrar su príncipe azul, que le dé rumbo a su vida: ese hombre firme que genera admiración, que siempre tiene el rumbo claro y no tiembla al tomar decisiones.

Parece la descripción de una historia de amor novelesco, clásico y pasional, como el amor de las telenovelas turcas. Pero así es como los turcos ven el amor: padres que se meten en la relación y escenas de celos en las calles. El amor real se parece bastante al de la ficción.

La familia turca es muy grande. En idioma turco, el árbol genealógico crece con más ramas que el de la lengua española. No es lo mismo ser hermano que hermano mayor, ser tío que ser tío mayor por parte de madre. Y eso en el lenguaje cotidiano también está presente. La familia está por encima de todo.

Como dicen que sucedía en el Uruguay de antaño, los mayores importan. Y no mayores en el sentido de ancianos, sino de mayores de edad. Si alguien es mayor que uno, merece más respeto. No importa si son tres meses, cinco años o cuarenta.

De hecho, si se le habla a un desconocido en la calle, hay que fijarse si es hombre o mujer, y luego si es mayor o menor que uno, en segundo lugar. Basado en esa especulación, se lo debe llamar según el parentesco familiar que más se parezca: hermano, hermana, hermano mayor, tía, etcétera. En Turquía todos se tratan como si fueran parientes. El más respetado de todos es, por supuesto, el hombre con mayor edad. Y eso funciona no solo en la estructura familiar, sino en todos los ámbitos de la sociedad. Como dicen ellos, esa persona "es el hombre".

La tierra de los sultanes parece funcionar con esa estructura en todos los sentidos. En las familias, el que manda es el padre. En las empresas, nadie cuestiona al director. Ser director, en Turquía, es una profesión en sí misma. La gente estudia para ser director de algo y la mayoría sueña con eso. A pesar de que el último emperador cayó hace casi cien años, Turquía sigue funcionando basada en el sultanato como organización de los poderes jerárquicos en la sociedad. Cada director tiene su propio sultanato y lo que haga el director no puede cuestionarse a menos que haya otro por encima. No importa que la medida tenga o no pies o cabeza. Después de todo, es el director.

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