Si alguien se está ahogando de poco le sirve que le avisen que se empezará a estudiar el procedimiento para el posible lanzamiento futuro de un salvavidas. Algo similar emergió de ese ejemplo de inoperancia que es el Ministerio de Educación y Cultura (MEC). Declaraciones de su subsecretaria Edith Moraes a El Observador revelaron que la reforma que rescate al sistema de su actual marasmo de atraso e ineficiencia deberá esperar por lo menos dos años más, si es que alguna vez llega. Centró la posibilidad de reformas en el tercer Congreso Nacional de Educación, cuyo comienzo ha sido postergado para el año próximo, con deliberaciones que se extenderán hasta 2018. Dijo que el congreso retomará la archivada idea de cambiar el ADN de la enseñanza pública para “transformar la educación”.
Pero cómo y cuándo llegará la transformación es un misterio insondable. Moraes explicó que en ese encuentro se encarará primero “qué cosas queremos cambiar”, como si no fueran ya harto conocidas, para después planificar cómo hacerlo. Y puso las perspectivas en su lugar al informar que “la comisión organizadora (del congreso) todavía no definió” un plan reformista y al reconocer que es apenas “una posibilidad”. Sus cristalinos augurios de estancamiento indefinido se contradicen con su admisión de que el gobierno se ha comprometido a “un plan que incluye un cambio en el ADN de la educación”, lo que implica “cambiar la matriz, la esencia de la educación pública”.
Rompen los ojos las inconsistencias emanadas del MEC sobre esa meta. Al asumir su segundo período, el presidente Tabaré Vázquez llevó al ministerio a un equipo de su confianza para cambiar el ADN de la educación, atenuando los pavorosos resultados actuales en secundaria y primaria y poniéndola a rueda del mundo moderno. En momento alguno anunció que las reformas quedarían en manos del futuro congreso. Pero aceptó que el presidente del Codicen, Wilson Netto, alentara el desbande de un equipo ministerial con el que discrepaba y que las reformas ordenadas por el presidente quedaran en la nada. Incluían, entre otros puntos, la unificación de los ciclos de primaria y secundaria para evitar la actual deserción del 20% de los chicos que egresan de la escuela sin la preparación necesaria para iniciar el liceo.
No se habló más de la reforma, que viene paralizada desde los planes frustrados del expresidente José Mujica de hace seis años, cuando acordó con todos los partidos políticos cambios razonables que incluían el valioso Plan Promejora, ya desechado por las autoridades de ANEP. Ahora la subsecretaria del MEC revivió el tema al revelar que la novedosa idea gubernamental es empezar a evaluar las reformas en el congreso del año próximo. Pero estos encuentros han fracasado en sus dos primeras ediciones porque fueron desordenadas tribunas ideológicas y de promoción de intereses sectoriales. Por un lado, nada asegura que el tercero vaya a ser diferente y se concentre en el tema central de modernizar un sistema educativo que nos ha relegado oprobiosamente en las pruebas internacionales Pisa. Y por otro, aunque el congreso mostrara diligencia en medidas eficaces, esperanza más que remota, habría que esperar hasta después de 2018 para encarar un comienzo de mejora de la educación pública, si para entonces todavía fuera posible recoger los pedazos de un sistema hecho añicos. la educación pública, si para entonces todavía fuera posible recoger los pedazos de un sistema hecho añicos.
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