Mundo > LA RENUNCIA DE BENEDICTO XVI

Un mes de intrigas

El próximo papa se conocerá a mitad de marzo, pero algunos ya señalan candidatos
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11 de febrero de 2013 a las 21:16

En la conferencia de prensa que dio después de que el papa hiciera su inesperado anuncio, el portavoz de la Santa Sede, el padre Federico Lombardi, informó que en marzo se celebrará el cónclave que elegirá al sucesor, después de que se haga efectiva la renuncia el último día de febrero.

A partir de ese día, a las 20 horas, comenzará el período de sede vacante, momento en que gobierna el Colegio Cardenalicio –compuesto por 183 cardenales de todo el mundo– y casi todos los altos cargos del Vaticano dejarán sus funciones. El cardenal Tarcisio Bertone, camarlengo (el encargado de oficiar de jefe de Estado vaticano durante el período de sede vacante), sellará los apartamentos papales y romperá su anillo. También decidirá la fecha en que se celebrará el cónclave.

Está previsto que este se celebre entre 15 y 20 días después de que se haga efectiva la renuncia. En este caso, dado que ya se sabe cuándo dimitirá el papa, se prevé que no pasen muchos días antes de que lleguen al Vaticano los 117 cardenales que, por tener menos de 80 años, tienen derecho al voto para elegir al nuevo pontífice.

Comenzarán unos días de especial recogimiento para los electores y para la Iglesia toda, que pedirá al Espíritu Santo que ilumine a los que decidirán quién es el más idóneo para asumir el cargo. Los cardenales se alojarán en la Casa de la Santa Marta, en el Vaticano, y se trasladarán primero una y luego cuatro veces por día a la Capilla Sixtina, donde en cada sesión votarán a alguien. Primero invocarán al Espíritu Santo y luego, en cada una de las sesiones, los electores escribirán el nombre de su favorito en una papeleta con el texto en latín “elijo al sumo pontífice”.

Luego, en orden de precedencia, se podrán de pie y depositarán su voto ante la mirada de los demás. En la elección está previsto que ayuden nueve cardenales: tres para recoger los votos de los enfermos que no se puedan parar, tres para contar todo y otros tres para supervisar el escrutinio. Después de cada una de las sesiones, los encargados toman las papeletas y las queman junto con paja húmeda en la estufa de la Capilla Sixtina, de ahí el famoso humo negro.

Pero si uno de los cardenales resulta elegido, entonces el cardenal decano, Angelo Sodano, le pregunta si acepta la elección canónica como sumo pontífice. Si acepta, inmediatamente se convierte en papa y elige el nombre con el que quiere que lo llamen.

Entonces los encargados toman las papeletas y las queman con un químico especial para que la fumata sea bianca. En ese momento comienzan a sonar las campanas de la Basílica de San Pedro y solo queda esperar a que el cardenal protodiácono salga al balcón y enuncie en latín el “Gaudio magno” y el nombre del papa, que aparecerá a saludar a los fieles.

El nuevo pontífice tiene que resultar votado por dos tercios de los presentes (y no por unanimidad, como hasta el año 2007). El artículo 74 de la Universi Dominici Gregis establece que, si después de 34 votaciones no se llega a la necesaria mayoría, se podrá decidir por mayoría absoluta cómo proceder.

Así, y con los días previstos como pausa cada tres de decisión, lo máximo que se debería alargar la votación son 13 días. O sea que, en el peor de los casos, el nombre del nuevo pontífice se sabrá el 28 de marzo, exactamente un mes después de la dimisión.

Esa jornada coincide con el Jueves Santo, aniversario de la última cena de Jesús y uno de los días en que más fieles asisten a la misa que se celebra en la Plaza de San Pedro.

Pero antes de que todo esto suceda pasarán varios días durante los cuales comenzarán a tomar vuelo los rumores de papables, estrategias e intrigas. Ya hay algunos nombres que circulan y en pocas horas aparecieron presuntos expertos que se inclinan hacia uno u otro lado: que los italianos se querrán hacer presentes porque desde Juan Pablo I no ocupan la sede de Pedro, que América reúne a la mayor cantidad de católicos en el mundo y se merece un liderazgo; que un papa negro hablaría muy bien de la apertura de la Iglesia, que la mayoría de los electores fueron designados por Benedicto XVI y entonces el nuevo papa seguirá su línea… esta y otras teorías ya circulan por todas partes.

Difícil es saber qué es lo que finalmente sucederá, también teniendo en cuenta que durante los días que dura el cónclave los participantes están de retiro y el espíritu indica que dedicados 100% a la misión que enfrentan, que es de carácter sobrenatural y no político o humano.

Claro es que pueden violar las normas, pero por lo pronto las intrigas no permiten afirmar que la realidad se digitará y decantará antes de lo previsto. Sirva de precedente la segunda elección de 1978, por demás trascendental y conversada, en pleno posconcilio y tras un pontificado de 33 días. En esa oportunidad de gran revuelo, empero, el resultado fue uno que nadie se esperaba: la elección de un polaco cuyo nombre era desconocido para gran parte de un mundo que acabó conquistando al cabo de casi 27 años.

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