Tienen utilidad efectiva los debates presidenciales en televisión? El primero, como la historia da cuenta, entre Kennedy y Nixon, el 26 de setiembre de 1960, decidió una elección que el primero ganó por corta diferencia, producto de su buena intervención ante las cámaras. En EEUU sería inconcebible una elección presidencial sin un debate entre los principales candidatos.
Puesto que en Uruguay, quiero suponer por falta de preparación de algunos aspirantes al sillón presidencial, no se ha impuesto la tradición de estos debates, resulta difícil evaluar con
datos precisos la eficacia de los mismos. En caso de haber habido uno, y que algún panelista le hubiera preguntado a José Mujica respecto a las soluciones que tenía consideradas para resolver la situación de Pluna –en agónica crisis financiera en ese momento–, ¿habría comprometido el liderazgo del candidato en las encuestas? Porque solución no tenía ni la tuvo después.
En EEUU, tal como se vio en la última elección, el rigor de los debates ha caído en picada. Un periodista hacía una pregunta, un
candidato respondía lo que quería, y el periodista, en lugar de acorralarlo, le hacía otra pregunta totalmente distinta.
Chile tendrá el 2 de julio elecciones primarias para definir los candidatos de cada coalición. En un momento en que la campaña presidencial es noticia del día, un ciclo televisivo organizado en conjunto por CNN Chile y Chilevisión ha devuelto al formato debate el esplendor inicial de la década de 1960.
El ciclo
Tolerancia 0 es excelente por el carácter inquisidor y esclarecedor que tienen las preguntas de los panelistas. Uno de los candidatos responde mal y el panelista insiste: "Candidato, usted no está respondiendo lo que le he preguntado; ¿es que no sabe la respuesta?". Algunos candidatos se desinflan, muestran su falta de preparación, y pierden pie en las encuestas. El diálogo es tenso, pero prevalecen los buenos modales. A ninguno se le ocurriría decir: "No sea nabo, Néber". Tampoco el periodista lo permitiría.