Milicias hutíes en Yemen.<br>

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Yemen se desangra a cinco años de su revolución frustrada

El país derrocó a su dictador pero se mantiene en inestabilidad política
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12 de febrero de 2016 a las 05:00
Ayer, 11 de febrero, pero hace cinco años, dimitía el presidente yemení Ali Abdalé Saleh tras semanas de protestas y en el contexto de las otras renuncian de mandatarios que se dieron por esa época en naciones de la región, en lo que se conoció como la Primavera Árabe. Un lustro después, el país continúa en una sangrienta guerra civil que dejó miles de muertos y más de dos millones de desplazados internos.

Tal como sucedió en Túnez o Egipto, las protestas populares no cesaron hasta la renuncia del mandatario que estaba en el cargo desde 1990, en un clima de euforia y de esperanza ante una futura era democrática.

Las protestas fueron en un principio pacíficas pero la división en las filas del Ejército colocó al país ya en 2011 en una situación prebélica.

Estuvieron respaldadas por las principales fuerzas yemeníes, hastiadas por años de tiranía, de corrupción y de una endémica crisis política que habían convertido al país en uno de los más pobres entre los árabes.

Saleh aceptó dejar el poder en manos de su vicepresidente, Abdo Rabu Mansur Hadi, y en las urnas lo ratificaron como jefe de Estado en febrero de 2012.

Hadi fue incapaz de llevar a cabo la reconciliación nacional necesaria en el país y en agosto de 2014, las milicias hutíes del norte del Yemen se levantaron en armas después de que el gobierno anunciara un recorte del 50 % de los subsidios a la gasolina.

Estas milicias chiíes, conocidas también como Ansar Alá, se limitaron a exigir, en un primer momento, que se revirtiera la decisión y que se introdujeran más medidas democráticas, pero poco a poco fueron imponiendo su agenda con las armas, hasta hacerse con el control de Saná en setiembre de ese año y acorralar a Hadi en la ciudad meridional de Aden en marzo de 2015.

Este giro inesperado cambió el equilibrio de fuerzas, y mientras las tribus y grupos que respaldaron las revueltas pacíficas de 2011 se volcaron en favor de Hadi, Saleh decidió ponerse del lado de sus antiguos enemigos, los hutíes.

Esta lucha fratricida, en la que desde marzo de 2015 participa una coalición árabe con Arabia Saudita al frente, ha tenido según la Oficina de la ONU para Asuntos Humanitarios (OCHA) consecuencias devastadoras.

Un presente maltrecho

De las esperanzas en un futuro próspero, igualitario y justo, Yemen ha pasado a ser un país desolado, con dos millones y medio de desplazados, más de 2.500 civiles muertos en el último año y con el 82 % de su población necesitada de algún tipo de ayuda humanitaria.

"La revolución del 11 de febrero fracasó en derrocar totalmente el régimen. Solo se logró derrocar a la persona del presidente, pero su sistema de gobierno se mantiene intacto", aseguró a la agencia EFE el secretario general del partido islamista Al Rashad, Abdelnaser al Jateri.

Un lustro después de la revuelta, este y otros líderes políticos consideran que Saleh consiguió de forma astuta convertir la revolución contra su persona en una crisis política regional, de la que el Yemen es todavía escenario a día de hoy.

"La injerencia regional e internacional jugaron un papel relevante para salvar al débil régimen y convertir la revolución en una mera crisis política artificial entre el régimen y la oposición, lo que ayudó a que Saleh dejara el poder con un coste mínimo e inmunidad total", subrayó al Jateri.

Por su parte, Nadia Abdalá, que participó en la organización de las protestas de 2011, también coincidió en declaraciones a EFE en que la revolución yemení no consiguió sus objetivos.

"Después de cinco años, lamentablemente, la revolución no ha alcanzado los objetivos que se proponía, que eran los de derrocar al régimen corrupto y familiar de Saleh e instaurar un Estado civil, moderno, con libertad y justicia social para todos".

Abdalá destacó que el auge de las milicias en Yemen y otros países de la Primavera Árabe, así como los golpes de Estado militares, se encuentran detrás del fracaso de las revueltas y sus ideales.

Las otras revoluciones de 2011

Túnez 

El presidente Zine Ben Ali huyó del país en enero de 2011, poco después del inicio de las protestas. Hubo comicios ese año y hay cierta estabilidad, pese a que con periodicidad resurgen las disidencias entre laicos e islamistas.

Egipto 

Hosni Mubarak llevaba 30 años en el poder y una revolución popular hizo que dimitiera el 11 de febrero de 2011. Hubo elecciones y ganaron los Hermanos Musulmanes, pero más tarde hubo un golpe de Estado. Al día de hoy, hay represión y persecución a los disidentes políticos.

Libia

Los rebeldes pelearon contra el régimen de Muammar Gadafi y, con apoyo de Estados Unidos y el Reino Unido, lo abatieron en octubre de 2011. Se constituyó un nuevo gobierno pero no se extinguieron las peleas entre facciones. Hay una situación general de desgobierno.

Siria 

Se alzó un movimiento contra Bachar al Asad, que gobernaba desde el año 2000 en sucesión de su padre. La protesta se transformó en guerra y luego en conflicto internacional, con nuevos bandos implicados. Al día de hoy se cuentan más de 260.000 muertos y diez millones de desplazados.

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