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"1975": una obra entre cartas y recuerdos

Premiada por los Florencio, el espectáculo vuelve a los escenarios hoy y mañana con una reposición en Sala Verdi
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14 de enero de 2016 a las 05:00

Al principio, el papel era distinto. Entre las hojas de un diario, "como el que tiene cualquier otra adolescente", una joven Sandra Massera escribía sus impresiones diarias, vivencias típicas de la juventud mezcladas con la represión de una época antinatural, de premisas despóticas y libertades limitadas.

Ya adulta y devenida directora teatral y dramaturga, las páginas de Massera adquirieron otro cariz ante sus propios ojos, y pasaron de mero registro a inspiración. El primer resultado, No digas nada, nena (2009), se centraba en aquella historia real, pero el siguiente, 1975 prefirió ayudarse de la ficción para ver la dictadura desde otra óptica.

A reponerse hoy y mañana en Sala Verdi como parte de la temporada Montevideo de las artes / Verano en la Verdi, 1975 se enfoca en Teresa (Laura Almirón), una mujer cuyo hermano Alberto, se vio obligado a abandonar Uruguay en plena dictadura, víctima de la persecución militar. Aunque buscó refugio en la casa de su abuela en Buenos Aires, el escape de Alberto no llegó a destino, y el luto de Teresa, entonces, se canalizó a través de cartas escritas, aunque nunca enviadas.

"A partir de la desaparición de Alberto y de que la protagonista ve un cadáver en la playa unos días después es que empiezan las cartas imaginarias, escritas como homenaje simbólico a ese hermano al que no vio nunca más, y también como forma de mitigar el dolor, la angustia de no saber qué fue de él", comenta Massera sobre la obra, que le ganó un Florencio a Mejor texto de autor nacional en 2015.

A pesar de su foco, el disparador de 1975 se aleja de ese ominoso año y prefiere ubicarse en la actualidad, dándole a Teresa, de unos 50 años, la posibilidad de recordar y recapitular toda una vida marcada por aquella ausencia. "Ella está arreglando su casa para venderla porque se ha quedado sola: se divorció, su hijo ya es grande y sus padres se murieron. No aguanta más todos los recuerdos de ese caserón, el peso de lo que ocurrió, y arreglando la casa encuentra un cuaderno de liceo, donde había escrito cosas en la época en la que su hermano se fue", agrega la dramaturga.

"Teresa empieza a ir para atrás y cuenta cómo eso marcó su vida. Hay momentos de rabia, de tristeza y de rebelión ante el destino", aunque otros momentos de su vida, como la muerte de su padre, su casamiento e incluso su iniciación sexual, también tienen lugar, "como si su hermano estuviera en otro país y ella le estuviera contando lo que pasó", dice la autora.

Ayudándose de dichos escritos y de sus propios recuerdos, el engranaje de la memoria lleva a Teresa a recorrer distintas épocas de su vida, convirtiéndose en la joven, adolescente y niña que antes fue.

Para la protagonista, la metamorfosis es completa. "En la vida real es una actriz de cuarenta años, pero representa todas las edades de esa mujer, y va cambiando delante del público", señala Massera, mudando de vestuario, zapatos, peinado, pero esa alteración también se traduce al cuerpo, palpitando en sus gestos, en su mirada.

Inicialmente montado en Telón Rojo y presentado en subsiguientes casonas y escenarios antiguos, 1975 se gestó con un juego de espacios en el que la protagonista recorría los distintos ambientes al tiempo que la remembranza seguía sus propios caminos.

Sin embargo, ante la "caja negra" de Sala Verdi, tanto la escenografía como la coreografía de movimientos cambian, y lo que antes eran habitaciones, ventanas y puertas ahora pasa a ser un amplio espacio con dos sillones y un tul en el fondo, plagados de cartas.

"Lo que se va a ver es una presencia y una simbolización más fuerte de las cartas, de la escritura. Lo que la rodea va a ser más abstracto, pero los ritmos y la dinámica se mantendrán", agrega Massera.

La dinámica con las misivas no se limita a la lectura, sino que ellas mismas, con un papel especial, van convirtiéndose en máscaras y en moldes del cuerpo femenino.

"En general la visión histórica ha sido masculina, pero además esto permite ver otra cara de los hechos. La mirada femenina a veces tiene una sensibilidad particular en algunos aspectos de la vida, hay una tendencia a la introspección, sobre todo en época de dictadura, cuando las mujeres eran educadas de otra forma", señala Massera. "Esa mirada tiene que ver con esto, con alguien que está con un cierto estupor observando cosas, pero sobre todo porque no tenía la edad de participar aún. Es la mirada que conozco más".

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