Padres, madres, hermanos, hijos, amigos, gente de diferentes nacionalidades, oficios y edades que estaban disfrutando de una noche en una de las ciudades más bellas del mundo, han desaparecido de la faz de la tierra o aún están sobre ella pero traumatizados por haber vivido una de las experiencias más aterradoras por las que puede pasar un humano.
Cuando las balas, los gritos y las sirenas se apagaron, comenzaron a oírse historias de dolor, cariño y emoción sobre los protagonistas del peor atentado en la historia de Francia que dejó 132 muertos y más de 350 heridos.
Cedric Gomet tenía 30 años, era guitarrista y no podía perderse el concierto del grupo de heavy metal. La familia sacudió cielo y tierra para dar con él después del ataque. Estaba en la morgue.
Hubo quienes no se permitieron el odio (ver página 3), otros reaccionaron con las entrañas. "Mi primo Thibault Rousse Lacordaire, fue asesinado por los bárbaros simplemente porque él estaba disfrutando de la vida. Nunca olvidaré el dolor, nunca perdonaré a estos animales. Nunca me rendiré al terror", escribió un hombre en redes sociales.
Sebastien Proisy (38) estaba cenando con amigos en el restaurante Le Petit Cambodge, en la Rue Bichat. En un momento salió del local a fumar un cigarrillo. Ya no volvió a entrar: lo agarró la balacera que justo en ese momento se desató en la puerta del restaurante.
En cambio, una pareja que estaba cenando en un retaurante discutió y ambos se levantaron y se fueron del lugar segundos antes de que allí estallara la guerra. "En el lugar donde estábamos cinco minutos más temprano, todo el mundo estaba muerto", contó Quentin Bongard.
Otro hombre contó como quedó debajo de una persona que estaba baleada en la cabeza, se hizo el muerto mientras que los atacantes caminaban por la sala del Bataclan matando y ejecutando a los moribundos. "Yo estaba pensando para mis adentros: ¿seré yo el siguiente? Ellos estaban disparando al azar, de forma esporádica. Había granadas, o una granada al menos que yo sepa. Partes del cuerpo volando por ahí, la gente gritando, gritando. Duró toda la vida, una eternidad. Probablemente fue una hora. Y luego, finalmente, hubo más disparos y luego se calmó un poco".
Más de uno estuvo en esta situación. Un hombre herido gemía y quienes estaban cerca de él, haciéndose los muertos, le pedían que se callara porque cada vez que había movimientos los atacantes apuntaban hacia allí.
Julien Pearce, periodista de la emisora de radio Europe 1, se metió en una pequeña habitación al lado del escenario. Desde allí podía ver a uno de los atacantes: "Parecía muy joven. Eso es lo que me llamó la atención, su rostro infantil, muy decidido, frío, tranquilo, aterradora ".
Fuera del Stade de France, Sylvestre atendió una llamada en su celular en el momento que uno de los terroristas se hizo estallar. Un trozo de metralla impactó en su celular. "Este móvil me salvó la vida. Sin él yo habría sido golpeado en la cabeza. Es un milagro"
Germain Ferey (36), fotógrafo y amante del rock, había ido con su pareja al Bataclan. La mujer tenía una hija de 17 meses, a la que dejó con sus abuelos. Cuando comenzaron los disparos, Germain le gritó a la mujer que corriera. Cuando esta salió, Germain ya no estaba allí. La hermana del fotógrafo no tiene dudas de que este hizo lo posible por salvar a la mujer a quien la esperaba su hija pequeña en casa.
La imagen de David colgando de la ventana del Bataclan dio la vuelta al mundo, luego que fuera registrada por el celular de un periodista de Le Monde, que vive justo al lado del teatro. Contó que un terrorista, mientras le apuntaba a él y a otras personas, les pidió que regresarn adentro. Los otros terroristas seguían matando gente. En un momento hubo una explosión.
"Fue duro, terrible, nos sentimos en una trampa. Sentí rabia contra Bataclan. Si fuese un incendio, ni siquiera había salida de socorro para el piso superior. ¡Y abajo la platea era una carnicería, habían matado a todo el mundo!", exclamó. "Imagínate la impotencia. Si hubiese tenido un arma, hubiese disparado, en lugar de quedarme frente a una ventana esperando a que te maten", dice David, furioso.
Richard Rammant (53) estaba en el Batcaln con su esposa cuando empezaron los disparos. Se tiraron al piso y él la cubrió con su cuerpo. Marie-Do sintió a su marido morir sobre ella, en un último acto de amor que salvó su vida.
"Un hombre salvó la vida a mi mujer ayer en el Bataclan al esconderla bajo las butacas y protegerla con su cuerpo. Después se fue. Él no la conocía. Se llama Bruno y quisiéramos agradecerle", escribió Clément, grafista de profesión, en su cuenta en Facebook. Gracias a las redes sociales, en las que los mensajes son compartidos miles de veces, Edith encontró a su protector. "Sólo nos queda beber unas copas juntos", anunció Clément.
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