Los asnos no trepan escaleras

Como lo natural es que los burros no trepen escaleras, como sostiene atinadamente el presidente José Mujica, el gobierno ha resuelto eliminar esa práctica en bolsones del funcionariado público. Esta razonable corrección de que los funcionarios asciendan por mérito y no por antigüedad comenzó a aplicarse parcialmente en la educación el año pasado y está dispuesta en los bancos estatales para este año. Pero, como ocurre asiduamente, la rebeldía estalla con furia en los sindicatos públicos cada vez que les tocan viejos privilegios, por absurdos e injustificados que sean. Los bancarios han desatado el grave conflicto actual que paraliza cientos de millones de dólares en cheques trabados por la ausencia de clearing y dificulta el acceso de la gente a su dinero en los cajeros automáticos. Y el rechazo del ascenso por mérito es una de las causas del levantamiento docente que ha puesto en duda el comienzo de las clases en Secundaria el 12 de marzo.
No son los únicos sectores del Estado en que sobrevive el contrasentido de que una persona ascienda por el mero hecho de ir envejeciendo, aunque carezca de la competencia exigible. El director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP), Gabriel Frugoni, aseguró a El Observador que "hoy en general los ascensos en el Estado son por concurso", pero admitió que existen "reductos a corregir". Dijo que "el caso más fuerte fue el bancario" porque todos los años los funcionarios ascendían automáticamente de grado, lo merecieran o no. Una fuente del Ministerio de Economía informó que esta anomalía se ha corregido en el presupuesto de 2012 porque ya no habrá ascensos automáticos, lo que generó el conflicto que lleva ya varias semanas.
El director del Consejo Directivo Central de ANEP, José Seoane, aseguró que en Primaria ya comenzó a aplicarse el ascenso por el esfuerzo, la dedicación y la capacidad de los maestros, en detrimento de la antigüedad, cuyo único mérito es la supervivencia en un empleo del que no puede ser despedido. Seoane sostuvo inobjetablemente que la nueva práctica supone justicia y además estimula a maestros y profesores a esforzarse en mejorar su rendimiento. Tanto el sentido más elemental de justicia como el acicate para superarse profesionalmente se aplican en igual forma a todos los sectores del Estado en los que un funcionario progresa en cargos e ingresos, independientemente de que lo valga.
Mujica ha tomado sensatamente como meta terminar con las muchas anomalías que persisten en el sector de los funcionaros públicos. Ya logró que todos trabajen por lo menos seis horas y avanzó algo en atenuar las absurdas disparidades salariales que existían, con ujieres y porteros que ganaban hasta cuatro o cinco veces más que un policía o un maestro. Ahora lleva adelante el propósito de que asciendan en cargos e ingresos quienes lo merecen por su rendimiento. Es además una forma idónea para mejorar la eficiencia general de los organismos del Estado, tantos de ellos afectados por la incompetencia y la desidia cansina de muchos funcionarios. Al exigir su fin, Mujica describió como "la escalera del burro" el sistema de ascender exclusivamente por antigüedad. Es una precisión que, les guste o no, los sindicatos disidentes tienen que aceptar porque lo imponen la justicia laboral, el servicio a los usuarios y el interés del país.