Boy Olmi

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Boy Olmi: "Nunca tuve la sensación de que estaba trabajando para el éxito, y sí para mi felicidad"

El actor y director argentino se presentará este miércoles en Montevideo en el marco de un debate organizado por Life Cultural Alfabeta
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07 de octubre de 2023 a las 05:02

A Boy Olmi —argentino, 67 años, actor, director, conductor de televisión, rostro de Rebelde Way, La niñera y un montón de títulos más— le preocupan cosas diferentes. Le preocupa el cambio climático, le preocupa el futuro de su profesión, le preocupa que la serie que está filmando salga bien, que todo siga marchando por los carriles por los que marcha, le preocupa que la felicidad siga siendo el centro de su vida, el motor que lo mantiene activo. Lo bueno es que toda esa preocupación, o mejor dicho: toda esa ocupación, no le cambia la cara. Él sigue encarando el día, su trabajo, esta entrevista, con un buen humor superlativo, voluntario, decidido, convencido de que así es mejor. Así está bien.

Los temas que le preocupan son también los que le interesan, y por eso aparecen una y otra vez en la conversación que sigue a continuación, que funciona a su vez como una suerte de preámbulo para la actividad que el próximo miércoles 11 de octubre protagonizará junto al productor Diego Robino (fundador de Oriental y Cimarrón Films) en la segunda fecha de los Miércoles de debate organizados por Life Cultural Alfabeta. Esa charla, para la que se pueden conseguir entradas acá, comenzará a las 19.30 horas y se titula El futuro de los contenidos audiovisuales. Rupturas de paradigmas, formatos y audiencias.

"El medio audiovisual en el que trabajamos es una parte de lo que somos, pero también es consecuencia de una cultura que se mueve, de una industria, de las relaciones entre los seres humanos que lo generan, que podés llamarlos espectadores, consumidores, clientes, según desde qué perspectiva los mires", dice Olmi.

"Hoy podemos hablar de que las plataformas internacionales no son las mismas que nos contrataban para hacer series, películas o novelas hace 20 o 30 años, y eso es una de las cosas de las que vamos a discutir, pero yo voy a estar sobre todo para recordar que lo audiovisual, por un lado, refleja el mundo en el que vivimos, y por el otro, especula con ese mismo medio para vender publicidad. Hoy, mucho de lo que consumimos está basado en la venta de información comercial, en nuestras propias redes ya no somos totalmente libres", asegura.

A continuación, un resumen de la conversación que el actor mantuvo con El Observador.

Estás en un momento de cambios laborales, ¿qué ocupa tu espacio de trabajo hoy?

Estoy en pleno rodaje de una serie de la que soy el protagonista, curiosamente junto a mi mujer (Ndr: la actriz Carola Reyna), y digo curiosamente porque no es frecuente. Nos gusta mucho estar juntos, pero por la preservación de nuestro espacio íntimo elegimos muy bien cuándo trabajar juntos y cuándo no. Ahora se dio una oportunidad muy atractiva en esta comedia, una serie de ocho capítulos para Flow que se va a llamar Familia de diván.

¿El trabajo en conjunto afecta la dinámica familiar? ¿Dejan lo laboral por fuera de las conversaciones hogareñas, por ejemplo?

Cuando la responsabilidad es tan grande eso es imposible, porque empezamos a las seis de la mañana levantándonos juntos, salimos juntos en el auto hasta la filmación, que está a una hora de casa, y luego volvemos juntos a la noche a estudiar lo que tenemos a hacer al día siguiente. En el medio hay que limpiar, atender al perro, cocinar, bañarse y entonces se da una dinámica en función de este rodaje, porque no queda mucho tiempo para nada más. Es un desafío, y por eso en los días libres aprovecho a hacer todo lo demás. Porque soy muy curioso, muy inquieto y me gusta hacer muchas cosas. Volviendo a lo laboral, hoy mi escenario está totalmente centrado en esta serie. Es muy divertida y exigente al mismo tiempo. Luego, vengo de tres años de conducir un programa de televisión, La hora exacta, que ha tenido mucho éxito, un programa de  entretenimientos, de divulgación cultural también, que me dio una gimnasia muy fuerte durante los últimos años. En los últimos seis meses también estuve trabajando en teatro en una comedia que va a seguir pero sin mí, porque yo voy a hacer la serie y la dejé. En realidad, ahora de lo que estoy ávido es de un poco de vacaciones. Y en el medio tengo un proyecto que estoy construyendo, muy artesanal y cuidadosamente, de un unipersonal. Estoy explorando una idea vinculada al ser humano que habita en la cáscara de lo que la gente ve como un actor.

¿Ese interés de dónde viene?

Creo que todas las personas estamos en situaciones muy parecidas, más allá de la situación real, social, cultural o profesional que nos toca. El lugar que más me interesa de lo humano, que es algo que a su vez nos conecta a todos y con todo lo que está vivo, es la pregunta de qué estamos haciendo en la Tierra en este momento. Esto, que de alguna manera puede ser motivo también de este unipersonal que estoy preparando, tiene que ver con mi preocupación y mi observación, y con mi actividad cuando me expreso con la libertad que me da un programa de televisión, las entrevistas que hago, las cosas que escribo. Me muevo en frentes muy distintos, algunos más industriales y mediáticos, y otros más artesanales y personales, pero en todos estoy atravesado por una inquietud que tiene que ver con preguntarnos qué estamos haciendo los que estamos acá en este mundo, y para qué estamos y qué es lo que debemos hacer.

Esa curiosidad que mencionás, y esa pregunta, deriva en tu trabajo dentro del género documental, imagino.

Sí, exactamente. En mi camino como observador creo haber desarrollado una mirada curiosa, entrenada, una mirada que devuelve lo que veo procesado racional y poéticamente. Esto tiene que ver con que he desarrollado distintos aspectos de mi persona y no solamente el ser actor. Tiene más que que ver con buscar ser puente, porque el actor es de alguna manera un puente. Esas herramientas las estoy aplicando en este momento a mi observación, a mi análisis, a mi preocupación y a sentir que esto es lo que le da sentido más profundo a mi vida. Quiero colaborar para ser un puente entre aquellos que tienen cosas importantes que decir, o cosas que yo creo que son importantes, con la cantidad de gente que escucha nuestras entrevistas, nuestras conversaciones, que ve nuestras películas o programas. Esto también es la materia de mis documentales, en los que me he encontrado muchas veces con personalidades notables, o en los que pude tratar de juntar las partes que a veces están disociadas en nuestro propio ser, como la cabeza y el corazón. Trato que el diálogo entre esas dos cosas no esté disociado, que podamos hablar desde lo más genuino de nuestras emociones con la capacidad que nos da nuestro intelecto para analizar y ver las cosas. Porque cuando se da esa división, cuando el mundo está dividido por diferencias perniciosas para el desarrollo y para el crecimiento, nos dividimos políticamente, culturalmente, socialmente, étnicamente, ideológicamente. 

Boy Olmi

¿Dónde ves esa división?

En la emergencia ecosocial del mundo de hoy, que es consecuencia de algo que está más allá de lo social y de lo ambiental, que son los dos ejes donde aparece esta distorsión. Yo observo que socialmente hay una crisis en el mundo evidenciada por esta inequidad que genera tanta violencia entre los muy ricos y los muchos pobres que hay en el mundo. Que haya personas que no tienen condiciones básicas para una vida digna, en términos de alimentación, educación, abrigo, casa, seguridad, y que haya unos pocos que tienen tanto, genera una desproporción muy grande que trae mucha violencia externa e interna, porque aún aquellos que tienen tanto saben que hay algo que no está bien. Y sin embargo, cada uno se refugia en su cueva para tratar de zafar, y eso no nos puede llevar a nada bueno. Ya no hay soluciones individuales y eso se evidencia en lo ambiental. En ese sentido, hemos generado a través de los siglos un desequilibrio muy grande que hoy toma la forma del cambio climático. Creo que es de los desafíos más grandes de la humanidad de este momento, una amenaza, algo que está poniendo en peligro la propia subsistencia de nuestra especie. No es el planeta lo que está en peligro, sino los que lo habitamos. Es uno de los peligros mayores que enfrentamos, además,  porque además hay una enorme cantidad de la población que todavía lo desconoce o lo niega.

¿Por qué la preocupación por el tema no termina de calar a nivel masivo?

Creo que está en expansión, pero en general la sociedad moderna no tiene un acuerdo. Creo que sucede porque el origen de este desajuste tiene que ver con aspectos que habitan también en lo humano, como la codicia, la ambición y el egoísmo. La gente piensa en sí misma como si pudieran decidir sobre lo que nos rodea. Tenemos la necesidad de elevarnos espiritualmente como especie para darnos cuenta que todos formamos parte de todo. Si nosotros podemos asumir que no somos individuos desconectados de la realidad, sino que estamos interconectados y somos interdependientes con todo lo que nos rodea y que no es solo con los humanos, sino con los animales y con las plantas, si aceptamos esa interdependencia vamos a poder elevar esa calidad espiritual que nos permite darnos cuenta de que hay problemas que les ocurren a los que están al lado nuestro y que nos afectan muchísimo a nosotros también. Porque nadie se salva del cambio climático, nadie se salva de la violencia, de la inequidad, a lo sumo algunos lo disimulan más o lo demoran más porque afecta a sus intereses o tienen que enfrentarse con el miedo. El miedo, justamente, es uno de los grandes enemigos que tenemos, aquello que nos desafía todo el tiempo a atrevernos. Y eso es un límite que tenemos. Vencer el miedo es una de las cosas más importantes que tenemos que lograr en nuestro desarrollo individual y colectivo. Y después hay un paradigma que tiene que cambiar, que es el del éxito, por el paradigma de los cuidados. Por nosotros y por aquellos que nos rodean. 

Ese paradigma podría traspolarse a tu carrera. Hay éxito en ella, sí, pero parece estar guiada por una búsqueda del propio cuidado, de la felicidad.

Sí, desde que empecé a trabajar, hace muchas décadas y de muy chico, nunca tuve la sensación de que estaba trabajando para el éxito. Y sí, en cambio, que estaba trabajando para mi felicidad, que incluye mi subsistencia, claro. Hay algo que está muy bien explicado en un concepto japonés, que es el del Ikigai. Es un gráfico muy sencillo que reúne en un diagrama
de círculos un punto de confluencia entre lo que nos gusta hacer, lo que hacemos bien, lo que hemos aprendido a hacer bien y lo que es bueno para el mundo. Si logramos ocupar nuestra actividad en ese punto de convergencia, aparece la felicidad más profunda y nuestra vida tiene más sentido. En mi carrera profesional a veces hago cosas tremendamente expuestas y mediáticas, como los programas de televisión masivos en los que estuve, como Rebelde Way, MasterChef, Los simuladores o La niñera, programas que ha visto muchísima gente. Y veces estoy solo caminando por una montaña o por una playa, estoy recluido en la casita que tengo frente al mar, frente al fuego, en silencio, leyendo, escribiendo, sacando fotos, cocinando, y de ahí no me saca nadie, porque de ahí estoy de alguna manera dándole lugar a todo aquello que a mí me interesa para ser feliz. La vida es corta, es larga, es alegre, es dolorosa, es intensa, es leve, es todo eso junto. Entonces, para seguir integrando todas sus partes, intento que no haya una disociación entre lo que pasa cuando trabajo y lo que pasa cuando me divierto, qué pasa cuando estoy con mi familia, cuando estoy con mis amigos y qué pasa cuando estoy charlando en esta entrevista. Creo que soy la misma persona siempre.

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