¿Quién es la máscara? representó cambios en distintos rubros para Teledoce
Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Espectáculos y Cultura > Televisión uruguaya

¿Cómo se hacen los grandes programas de la televisión uruguaya? Detrás de escena de La máscara, La Voz, Bake off, Ahora caigo y el resto de los formatos que dominan la pantalla

MasterChef, Bake off, ¿Quién es la máscara?, La Voz, Ahora caigo y más: las particularidades y los desafíos de las producciones más grandes de los canales abiertos privados
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14 de mayo de 2022 a las 05:04

En su lucha por la atención y el tiempo del público, la televisión uruguaya mutó. Esa disputa que hoy la enfrenta con la enésima temporada de la serie más exitosa de Netflix, los memes de perritos, los tiktoks, los portales de noticias, las peleas entre políticos en Twitter y el Preguntados implicó que se mantenga la tendencia de los noticieros eternos y que, por otro lado, emerja el fenómeno de las adaptaciones de los formatos de reality shows, programas de concursos y certámenes de talento, en versiones locales que se han convertido –junto con los informativos– en los ciclos más vistos de cada canal.

Esos programas apuntan a los públicos familiares y han logrado cautivarlos. Si se mira el prime time de los canales privados abiertos en 2022, a diferencia del de menos de una década atrás, la producción nacional ocupa el 100% de las grillas, y dominan los programas de este estilo.

Los formatos han implicado para los canales 4, 10 y 12 cambios de base en el encare de su régimen de trabajo, su equipamiento técnico y las exigencias de producción. Si bien cada caso es diferente según las necesidades y las particularidades de cada ciclo, fuentes de los tres canales están de acuerdo en que estos programas han implicado un salto en varios rubros, y han establecido un nuevo estándar que tiene que ver con el hecho de que este tipo de producciones son la cara visible de estas señales. Los programas salen a pelear por los ojos uruguayos cada día y cada noche, y tienen que lucir de la mejor manera posible. Aunque en eso también tienen que ver los mandatos que imponen los dueños de cada uno de los formatos.

Los ciclos están sujetos a un control de un nivel de rigor puntilloso y milimétrico, con parámetros definidos para todo lo que se pueda imaginar (desde los encuadres hasta cómo se hace un “chivo”) y están sometidos a una supervisión recurrente, aunque en lo que coinciden las voces consultadas es que reconocen la calidad de los resultados finales, y elogian cómo se ha logrado alcanzar en Uruguay los mismos objetivos que en otros lugares con más recursos humanos y monetarios. En un país que tiene del “lo atamos con alambre” como una de sus banderas, rebuscarse y resolver problemas con lo que se tiene a mano es una de las formas que se han encontrado para ponerse a la par de esos espejos más grandes.

Iván Ibarra, gerente de programación de canal 10, explica que “con estudios más chicos y con soluciones creativas técnicas, se logra generar la misma sensación que las versiones de otros países pero con otras dimensiones". 

"Lo que importa en este tipo de programas –asegura– es lo que generan en el público, y en ese sentido hemos tenido buenas devoluciones. Si se hacen las cosas bien, es en un buen indicador para los dueños. Si se repite el programa o se compra otro formato a la misma empresa, es porque tienen un buen concepto de uno, y se presenta como un ejemplo para que el programa se venda a otros países de escala similar”.

MasterChef marcó el inicio de la nueva era dorada de los formatos internacionales

Por su parte, Ignacio Mazza, su contraparte en canal 4, considera que el estándar de producción uruguayo es elevado y no tiene nada que envidiarle incluso al de sus vecinos mayores. “Me animo a decir que el Bake off de acá está mejor que el de Argentina, que Poné play y La ruleta de la suerte, de Teledoce, son diez veces mejores que las versiones del canal América en Argentina. La Voz tiene un nivel muy bueno, te puede gustar más o menos el jurado, o lo que sea, pero a nivel técnico, es igual a cualquier otra versión internacional. Lo mismo que Got Talent. Son formatos que además son muy caros y muy difíciles de hacer. El nivel de producción acá es muy bueno”, consideró.

Paso a paso

Cada formato tiene su historia. El tiempo que pasa entre su adquisición y su estreno, la cantidad de personas involucradas en la producción, las exigencias y demandas técnicas y las particularidades de la realización varían caso a caso. Un programa se puede armar en tres meses o en dos años. De todas maneras, hay etapas compartidas y procesos similares.

Mazza explicó que “generalmente” hay más de un canal interesado en la realización del formato, por lo que, una vez que el programa está en la lista de objetivos de cada señal, lo primero que hay que hacer es pujar por él. Una vez asignado, comienzan las negociaciones: precio, cantidad de programas y plazo de emisión.

Hay otras cuestiones a las que tienen que estar atentos. Si se ha hecho en otros países de la región, cómo le fue en esas pantallas, en qué momento se tiene permiso para emitir el programa. “Si al programa le fue bien en Corea o en Singapur no necesariamente le va a ir bien acá —consideró Ibarra—. Estos formatos exigen ser precisos a la hora de armarlos y ejecutarlos, por lo que implican una capacitación a nivel estructural del canal. Y no se hacen porque sí, tienen que tener sentido, tienen que generar contenido con relevancia y servir para mantener la relevancia de la televisión abierta”, agregó.

Bake Off debutó en 2021 en Canal 4

Los canales los encaran entonces como inversiones importantes, pero también como piezas de su grilla que deben manejar con responsabilidad ante los clientes y el público. “Son la cara visible del canal —resume Ana Laura González, gerenta de producción de Teledoce—. Entonces hay que aprovechar al máximo los tiempos y los recursos, que en Uruguay no sobran”.

La exigencia no solo viene de parte de los encargados de los programas, sino también de la audiencia, que tiene ahora como nunca un acceso fácil a versiones internacionales de estos programas, a través de los canales de cable, de las plataformas de streaming o de YouTube. Eso hace que las versiones locales sean medidas con esa vara de calidad.

Con el programa “en la mano”, hay que presupuestarlo, lo que implica otra etapa de negociación y debate. Ese proceso se ve influido por el mentoreo de los responsables de los ciclos, y por los mandatos estipulados por las biblias de cada formato, los textos que determinan los parámetros de producción y el rango de movimiento con el que se cuenta para hacer cada cosa.

Luego es el turno de conformar los equipos de producción, elegir a los conductores, hacer el casting de participantes y armar los estudios para las grabaciones o las salidas en vivo, a los que se llega luego de etapas de ensayos para ajustar elementos, comprobar qué funciona y qué no, y terminar de adaptar el formato, dándole un aroma propio que de todas formas se termina de moldear con el programa ya al aire.

El jurado de ¿Quién es la máscara?

Luis Castro es gerente de producción nacional de canal 10, y señala: “La biblia establece distintas etapas de la producción, pero luego hay que adecuarlas a la realidad de cada país. Se mira lo que se hace en otros lugares, pero se trabaja de acuerdo a lo que se puede hacer acá. Ese trabajo de adaptación es clave para que al ciclo le vaya bien, no es solo comprarlo, sino adaptarlo a gustos y al carácter local, acomodarlo a la idiosincrasia del público. Es un proceso intenso y se superpone con etapas como el casting”.

Luego de una primera temporada, si al programa le va bien y se define su retorno, para la segunda parte los procesos ya estarán aceitados y todo se hará más rápido y mejor. Eso llevó a que un programa como La Voz (canal 10) se preparara en cuatro meses, mientras que lo habitual es un año; Bake off (canal 4) también se preparó con rapidez.

Pero no todos los casos son tan sencillos.

Software, candados y secretos

Para celebrar sus 60 años al aire, Teledoce decidió estrenar dos programas: El gran juego de la oca, como reconocimiento a un ciclo que fue exitoso en su versión española hace tres décadas, y ¿Quién es la máscara?, adaptación de un programa surcoreano que desde hace algunos años ha tenido suceso en distintas latitudes.

Este último marcó para el canal un encare inédito en cuanto al volumen de la producción. Mientras que lo habitual, según Ana Laura González, es que en un plazo de tres o cuatro meses se arme el equipo, se busquen conductores que calcen justos para el programa y que además puedan beneficiarse de su perfil, y todas las demás fases de realización, para este ciclo fueron necesarios dos años de trabajo con un equipo de más de 100 personas (el doble que para otras producciones, como Poné play o 100 uruguayos dicen).

La máscara implicó hasta un cambio en la estructura edilicia del canal, por los movimientos que se necesitan , y el secretismo para preservar las identidades de las figuras que llevan los disfraces y que deben ser adivinadas por el público y el jurado —explicó González—. Incluso hasta las áreas del canal que no están involucradas en el programa, por ejemplo el equipo de Telemundo, tuvieron que cambiar su forma de circular por el canal, por los protocolos que demanda el programa. Se contrató seguridad extra. Quienes entran al lugar donde se graba tienen que poner sus celulares adentro de sobres con candado y llevarlos así. Mientras se hacía la escenografía el estudio estaba cerrado. A ese nivel de exigencia se llega”.

A diferencia de otras producciones que el canal ha encarado, este formato incluye un manual de comportamiento que estipula reglas como que los participantes no pueden comenzar a seguirse en redes sociales mientras dure el programa, no pueden reservar hoteles a su nombre, y mientras están en los camarines no pueden activar el bluetooth de sus teléfonos para evitar el riesgo de conocer (a través de los nombres de otros dispositivos) quiénes ocupan los otros espacios.

Solo cuatro personas saben quiénes son las celebridades involucradas. Un equipo de producción se dedica solamente al traslado de los participantes, sin saber quiénes son. Un chofer deja un auto en un lugar previamente coordinado, el famoso entra en él, se lo lleva, se mete en su disfraz, y avisa a uno de los productores que sí conocen su identidad para que otro chofer y un productor lo pasen a buscar, sin comunicarse con la figura.

Para las grandes apuestas que los canales abiertos han desarrollado en los últimos años se han enfrentado también a otros desafíos inéditos. En el caso de canal 4, programas como Sopa de letras y el futuro Ahora caigo implican el desarrollo propio del software necesario para los juegos, que agrega meses de trabajo a la producción y un sistema de ensayo y error para probarlos.

La Voz se estrenó en 2022

Castro explica que en el caso de canal 10, la cadena atravesó una curva de aprendizaje que empezó con programas de juego como Escape perfecto o Salven el millón, tuvo un “salto importante” con MasterChef en 2017, y ahora siguió creciendo con los grandes shows de talento, como Got Talent o La Voz. Eso generó una capacitación continua para hacerlos y un oficio para los empleados involucrados.

En el pico de trabajo de las grabaciones, llegan a estar involucrados en esos programas más de 120 personas, la cima de una progresión de infraestructura y equipos que se fue desarrollando con el tiempo.

Entre los grandes desafíos que implican estos programas están los de desarrollar y ensamblar unidades de producción especificas, como una unidad gastronómica para MasterChef, la dirección artística y la puesta en escena en Got Talent, o la asesoría vocal y la producción musical en La Voz. “Son equipos que antes no se requerían”, dijo Castro.

Ibarra señala que adquirir este tipo de programas implica acceder a procesos probados de producción, pero que no aseguran que todo salga impecable. "Se sabe cómo encarar las etapas particulares del proceso, pero cada programa implica un requerimiento de mano de obra que no baja de 60 personas, y que puede llegar a 100 o 150 contando todos los aspectos, desde el departamento legal hasta la realización”.

Sin embargo, más allá de la exigencia y de la demanda que implican, también hay devolución para los canales en otros aspectos. “Cada proyecto viene atado a la mejora de equipamiento del canal, lo cual es muy bueno, porque después derrama hacia otros programas. El estudio nuevo que hicimos para Sopa de letras y Ahora caigo acarreó una nueva parrilla de luces, una cámara robótica, nuevos lentes. El canal mejora a partir de eso, con Bake off también pasó algo así, nos equipamos en luces y en cámaras para exteriores que terminó usando Santo y seña, por ejemplo. Esas mejoras tecnológicas y de equipamiento vienen atadas a estas producciones, hacer un formato no es solo hacer un programa, sino que implica muchas aristas. También hace que tu gente se capacite. Hoy no se piensa solo en ‘vamos a hacer Bake off’, es mucho más que eso”.

Castro complementó explicando que esas mejoras técnicas ayudan a que se mantengan al aire los programas. "El primer desafío es sacarlos al aire por primera vez. Y después viene el desafío de sostenerlos en el tiempo con algo que ya se vio pero tiene que seguir sorprendiendo, además de para seguir descubriendo talentos, que es otro de los objetivos que tienen”.

¿Atraer extranjeros?

Uruguay puede convertirse en hub de producción para Bake Off

Si bien la mayoría de estos programas se realizan en Montevideo, hay contadas excepciones a esa regla. Canal 10 hizo Quién quiere ser millonario y Salven el millón en Buenos Aires, lo mismo que Teledoce con El juego de la oca. Ibarra explicó que esas experiencias fueron necesarias para adquirir conocimiento y aprender las dinámicas de producción para luego replicarlas en Uruguay.

González comentó que la producción en Argentina fue una excepción puntual, determinada por las circunstancias. “Argentina fue el eje de las producciones regionales, el de Chile también se grabó ahí. Fue algo puntual dentro de los últimos tres años en los que produjimos en casa, porque en paralelo estábamos haciendo La máscara y el estudio argentino ya tenía la aprobación de los licenciatarios españoles. Más allá de eso son versiones distintas, con improntas diferentes aunque el mismo espíritu de programa”, dijo.

Eso que sucede con Argentina se busca replicar ahora en Uruguay. Establecer al país como un hub de producción para este tipo de programas, y atraer a canales de la región a grabar aquí. Un potencial nuevo que, sin embargo, no todos ven tan claro.

Mazza contó que canal 4 estuvo cerca de ser el hogar de las versiones chilena y argentina de Sopa de letras, algo que el rebrote de la pandemia de covid-19 motivado por la variante ómicron frenó. “Ahora estamos en conversaciones para hacerlo con Ahora caigo, y hay chance de hacer Bake off para algún otro país de Latinoamérica si hacemos otra temporada”, detalló. “Nuestro estudio para Ahora caigo está pensado para eso, hecho a medida, con entrada independiente, su propia área de maquillaje y vestuario. El hub es un nuevo elemento que se suma al momento de pensar nuevos formatos”.

Ibarra, sin embargo, lo matiza. “Todos los años recibimos consultas para hacer MasterChef acá. La capacidad de trabajo en Uruguay está a la par o incluso por encima de otros países de la región, y eso es un beneficio más allá de que tenemos también experiencia. Hay un sector audiovisual con talento para hacer cualquier programa de este tipo, pero faltan incentivos a nivel país para atraer a los interesados y que les sea redituable hacerlo acá. Porque en Uruguay se hacen cosas muy buenas, pero para la escala local”.

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