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Hace más de 40 años que Luis Chiappino cría conejos y no es uno más, es de los mejores cunicultores y protagonista de una tradición curiosa: al conejo con el que logra un gran campeonato en el remate de la exposición le pone un precio alto, por ejemplo $ 15.000, entonces no lo normal es que no se venda y regrese a la cabaña donde como premio su dueño lo jubila, para que haga “vida de conejo” y al cabo de unos años muera ahí de viejo, sin comercializarlo como reproductor ni faenarlo para utilizar su carne.
En la reciente Expo Otoño que organizó la Sociedad Uruguaya de Cunicultores (Sudec) una vez más Chiappino fue distinguido por el jurado –Gustavo Zícari con la secretaría de Hugo Piva– como mejor cabañero, con base en la calidad de sus ejemplares.
Sobre cuántas veces logró ese reconocimiento, perdió la cuenta, confesó a El Observador. Y no lo dice con falsa humildad, es la verdad. Desde 1980 ha presentado solo en la Expo Prado más de 1.000 conejos ante distintos jurados, cosechando grandes campeones, reservados y mejores promesas en ambos sexos y mejores ejemplares de toda la exposición sin distinción de sexo en decenas de oportunidades.
Para apuntalar eso, dijo: “Hay un trofeo que se le da al criador que logra el premio más importante tres veces de corrido o cinco alternadas, y de ese ya tengo uno en casa”.
Igual, para él, lo atractivo y útil de las exposiciones va más allá de los premios –algo que siempre pone feliz a toda la familia–, dado que son ámbitos de camaradería, aprendizaje y crecimiento, se regrese a casa con o sin premios importantes.
Chiappino cría desde los 16 años. Tiene ya 59. Heredó el cariño por ese animal de sus abuelos italianos y de sus padres, que criaban no para exponer, sí como mucha gente en el fondo de la casa, “aunque mis padres se encariñaban, lo hacían como un hobby, no los utilizaban para tener carne y cocinar”, puntualizó.
Arrancó con la raza Californiano y a los cinco años sumó al Neocelandés. Recientemente, a su hija le regalaron un casal de otra raza, Holandés de Fantasía, y también la está criando, por ahora sin lograr premios de punta, aunque seguro llegarán.
Si bien fue aprendiendo por su cuenta, no olvida lo que le enseñó un juez, Walter Velázquez: “Miraba cómo juraba, los juicios que anotaba sobre mis conejos, le preguntaba mucho para mejorar, incluso eso de tomar notas de lo que el secretario anota sobre virtudes y defectos de los animales lo sigo haciendo”.
“Hace algunos años el ingreso por venta de conejos en el hogar era más importante, vendía además conejos para carne o para mascotas… hoy solo vendo reproductores, y pocos”, indicó.
Si bien llegó a tener unos 300 a la vez, hoy el stock se conforma con unas 15 madres y unos 10 a 12 machos en cada raza, con unos 150 conejos en total.
A diferencia de lo que pasa en otras especies, un buen conejo puede valer de $ 2.500 a $ 3.000. En el caso de Chiappino, algún ejemplar muy destacado lo colocó al doble de eso, pero no más. Y no todo es ganancia, lo que se obtiene se usa para invertir en genética sobresaliente de colegas, dado que no hay un mercado de importación o exportación desde hace mucho: el último ingreso sucedió a fines del siglo pasado, recuerda.
El criadero está en Toledo Chico, Montevideo, a 2 kms de Canelones. Su señora, Patricia Escudero, es ingeniera forestal. Tienen dos hijos (Sofía, de 16 años, y Bruno, de 12) que estima es poco probable se dediquen a la cunicultura. Los Holandés de Fantasía Chiappino los inscribe con el nombre de su hija, para entusiasmarla, “pero no sé si seguirá, por suerte le va muy bien en los estudios”, dijo. Y a Bruno “le gusta la maquinaria, va por otro lado”, agregó.
El apoyo de la familia fue fundamental para que Chiappino pueda desarrollarse como cunicultor, participando en las dos grandes exposiciones en Montevideo, también en las de Carmelo y Paysandú y antes en San José, Salto y Treinta y Tres, por ejemplo. También, hace varios años ya, compitió en Argentina y Brasil.
Como se dijo, los conejos no dejan un margen de rentabilidad, a lo sumo dan para cubrir los costos y seguir. El aporte de Chiappino a la economía familiar sale de la quinta donde produce hortalizas que vende a feriantes o a un comisionista que las lleva a la Unidad Agroalimentaria Metropolitana (UAM).
Tras reconocer que en el mercado interno no existe una cultura de consumo de carne de conejo, como en otros países, dijo que sería bueno que se promueva la importancia de un alimento de alto valor nutricional, con bajos o nulos aportes en componentes que no son buenos y otras carnes poseen.
“Hubo intentos, se han formado cooperativas, pero sin avances y eso nos limita, si hubiese rentabilidad en la cría de conejo me dedicaría más, y otros también”, aseguró.
En su casa se come carne de conejo, “que si es asado lo hago yo, si no mejor lo prepara mi señora, o lo ponemos al horno”.
Actualmente hay un desafío extra, una diarrea que tienen los gazapos, “eso nos tiene muy ocupados”, en un momento clave del año, en el que los cabañeros van definiendo la puesta a punto de los ejemplares que llevarán a la Expo Prado 2023.
Ahí Chiappino procurará extender su listado de premios, sumando orgullos, como los que logró de manos de autoridades como Fernando Mattos, actual ministro de Ganadería, cuando era presidente de la Asociación Rural del Uruguay (ARU), o de Álvaro Delgado, secretario de Presidencia de la República, en sendas entregas de premios a los cabañeros.
“Lo más importante de un premio es la satisfacción para la familia y los amigos y que te dice que vas por buen camino”, concluyó quien ha tenido ya la responsabilidad de ser presidente y vicepresidente de Sudec.
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