Malas noticias para Pedro Sánchez.
Las elecciones en la Comunidad de Galicia demostraron varias cosas. Pero, sobre todo, demostraron que las piruetas políticas del presidente de España han dejado de ser gratuitas.
Ha dejado ser gratis la ley de Amnistía.
Ha dejado de ser gratis mirar hacia otro lado como si la violencia del separatismo catalán en 2017 hubiera sido la aventura de una primavera romántica.
Ha dejado de ser gratis fugarse en el baúl de un coche para eludir la justicia española y justificar hasta el hartazgo a Carles Puigdemont. Tampoco es gratis aparecer humillado ante él.
No es gratis manipular la memoria de la tragedia en el País Vasco, ni es gratis estirar o comprimir la dimensión de la palabra terrorismo. La política es algo más que jugar a la ruleta rusa con el lenguaje.
La elección en Galicia es una encuesta tremendamente certera.
Allí seguirá gobernado el Partido Popular, con Alfonso Rueda enhebrando la quinta presidencia consecutiva de la derecha.
Alberto Núñez Feijóo, el gallego de Ourense que quedó tan cerca de ser presidente de España, también se levanta de las cenizas.
Quién sabe. Quizás hasta tenga otra oportunidad de enfrentar a Sánchez.
Tal vez tenga que tomar la decisión de terminar con eso de arrojarles salvavidas de consenso a su adversario, o al propio Puigdemont, y ofrecerles a los españoles una carretera más atractiva para escapar del “sanchismo”. Porque hasta ahora no le alcanzó. Demasiada benevolencia para atrapar al Perro de Ferraz.
Por eso es que a Núñez Feijóo lo acecha la sombra de Isabel Díaz Ayuso.
La madrileña que le huye a los grises. La dueña absoluta de la capital de España, con su popularidad hecha de cañas, de pasión taurina y de meterse en todas las polémicas necesarias para plantarle cara a los socialistas, y a todos sus aliados de la izquierda. Sean hombres o mujeres. Pero, sobre todo, si son mujeres. Sus favoritas, las feministas de doble estándar.
Núñez Feijóo, Díaz Ayuso y todos los dirigentes del Partido Popular saben que, si quieren derrotar alguna vez al sanchismo, tendrán que conseguir los votos de la clase media baja, de los jóvenes y de Vox. A Alberto le ha costado la elección del 23-J. Isabel ya lo ha conseguido en Madrid. Esa entonces es la discusión que viene en el PP.
En EE.UU. ya lo había conseguido Donald Trump; en Brasil había sorprendido Jair Bolsonaro. Y en Italia y la Argentina gobiernan ahora Giorgia Meloni y Javier Milei. Todos ellos miran hacia allí. A la ventana del futuro.
Porque en Galicia ni Vox, ni Podemos y muchos menos Sumar, los bien pensantes de la rubia Yolanda Díaz, han podido conseguir nada. Ni una banca. Ni en los pueblos. Hasta las rías no llegan las banderas woke y tampoco la impostura de Free Palestina. La España profunda asoma desde el norte. A veces en camiones, a veces en tractores. A veces en las urnas.
Los tambores de Galicia resonarán en estos días en el Congreso, mientras se discute si Puigdemont merece o no una medalla por clavarle un puñal a la Constitución española.
O si los jueces pueden administrar tranquilos sus condenas o sus absoluciones.
Algo queda claro. La orquesta de España está tocando una canción que no le gusta a Pedro Sánchez. Ha salido tercero en Galicia y apenas ha rasguñado nueve legisladores. Poquísimo.
Alberto Núñez Feijóo, Isabel Díaz Ayuso y los barones del Partido Popular corrigen sus mapas y ajustan sus estrategias. Vienen días intensos. Meses inciertos. Tiempos inevitables de reconversión política.
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