La muerte de un perro se estrena este jueves
Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Espectáculos y Cultura > CINE URUGUAYO

La muerte de un perro: una comedia incómoda sobre los miedos de la burguesía uruguaya

La película se estrena este jueves 11 de noviembre en Cinemateca, Sala B y Grupocine; su director, Matías Ganz, cuenta detalles de esta historia
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12 de noviembre de 2021 a las 05:00

El cruce entre lo extraordinario y lo cotidiano. Así se puede plantear lo que sucede en La muerte de un perro, la primera película del director Matías Ganz, que tiene como antecedentes las series Rec y El mundo de los videos. En su primer largometraje, un incidente ocurrido dentro de la rutina laboral se convierte en un escándalo público para su protagonista, mientras en paralelo empieza a sacudir la cotidianeidad de su matrimonio y su vida familiar, algo que se contagia también a su esposa y coprotagonista.

La vida apacible de este matrimonio montevideano se ve alterada y llevada a extremos incómodos y cada vez más oscuros, en una historia que oscila entre la comedia y el drama, con algunas gotas de suspenso para redondear una película con un buen manejo del humor y de la sátira, aplicada a los conflictos de clase de sus protagonistas.

Esos protagonistas son una mujer jubilada, cada vez más paranoica y recelosa de los indigentes que tocan a su puerta pidiendo comida o ropa, y obsesionada con los presuntos robos cometidos por su empleada doméstica inmigrante, a la que empieza a espiar con cada vez mayor obsesión. Su esposo, en tanto, es un veterinario que durante una operación de rutina, y a causa de un error, termina ocasionando el deceso del título.

El veterinario se convierte en el foco de una campaña de escrache por parte de los defensores de animales, lo que llevará al matrimonio a buscar refugio en la casa de su hija y su familia. Esas dos situaciones romperán su hervor en conjunto, a medida que la película se va poniendo oscura y la narrativa tiene algunos giros que conviene no develar, aunque sin perder nunca el toque de comedia que provocan las torpezas y las incomodidades de sus personajes principales.

Ante el estreno de la película este jueves 11 de noviembre en Cinemateca, la Sala B del Sodre, Grupocine y salas del interior, Ganz explicó “esas cosas las busco todo el tiempo cuando escribo. De repente escribo la situación pero pienso que problemas puedo tener en esa situación. Y elijo el más divertido”, al respecto de las circunstancias cada vez más inverosímiles que atraviesa la pareja protagónica, que nunca pierden los elementos que las hacen más realistas. Que plantean a un par de personas comunes ante una situación ajena a su mundo, y ante la que no saben reaccionar.

Los conflictos de clase marcan La muerte de un perro

Me interesa mucho lo extraordinario en lo habitual, y al revés también. Me gusta mucho mezclar esas cosas”, comentó el director. “Esta película tiene a un matrimonio normal, entre comillas, con su rutina, que se ve metido en una historia que es extraordinaria para ellos. Dentro de esas situaciones extraordinarias que les suceden me divierte poner elementos cotidianos, de torpeza, de cómo me imagino yo en una situación así, y que obstáculos materiales tendría. Esas son las cosas que me generan más gracia. Imaginar que sos Han Solo y tenés que ir a la Estrella de la muerte, pero no podes meter la llave para arrancar la nave”.

La muerte de un perro tiene un innegable “tono” uruguayo. Hay algo en su humor, y por supuesto en sus escenarios y sus personajes, algo que Ganz señala como inevitable, por ser el mundo en el que vive y en el que piensa al momento de hacer sus historias. Pero también esa “uruguayez” está en cierta noción de gloria perdida (que se veía en El mundo de los videos, ambientada en un videoclub de barrio), en los comentarios constantes de un periodista radial (interpretado por Federico Buysan) que lamenta el triste papel de un equipo uruguayo en una copa internacional y en ciertas posturas de sus personajes.

Ganz consideró qué en la película “Hay dos tipos de personajes, el matrimonio mayor, que tiene eso de los uruguayos, por ejemplo, del Prado, que no les diría decadentes, aunque puede ser, pero sí de esos que no se fueron del barrio, que tienen plata para vivir mejor, pero no lo hacen por tradicionalismo, que en este caso, es un cierto tradicionalismo progresista. Y por otro lado está la hija, que tiene más plata y ella si tiene una casa más coqueta, con piscina y cierto diseño. Eso es una de las cosas que me interesaba marcar mucho en la película, la película habla sobre conflictos de clase, y los personajes principales los tienen, tanto hacia abajo, con gente de clase social inferior, ya sean indigentes o empleados domésticos, pero también me interesaba que hubiera hacia arriba, con la hija. Y me interesaba que eso les generara un conflicto, que no está tan subrayado, pero está esa incomodidad. Ellos se mudan con la hija y los meten en el sótano. Son cosas que están en la película, que no son el tema central, pero están pensados en ese sentido”.

La muerte de un perro se mete con algunas incomodidades de cierta burguesía uruguaya: hay algo de aporofobia, de xenofobia y de una sensación de inseguridad permanente, incluso dentro de casa. Ganz, sin embargo, aclara que la suya no es una voluntad de hacer crítica social, sino más bien satirizar con las preocupaciones de una clase social. “Entiendo que se tocan temas sociales, y por ende se puede interpretar como una crítica social. Mi objetivo fue más tratar de no tomarlo como una crítica, sino enfocarme más en el conflicto humano, en qué le pasa a esa señora. No verla como un actor social, sino como una persona. O sea que se puede interpretar como crítica, pero trato de tener cuidado con eso, porque si lo planteás como crítica, tenés que plantear algo alternativo, y yo no planteo nada. Yo no tengo un discurso, hay temas que me interesaba tratar pero sobre los que un día tengo una posición y otro día mi posición cambia. No confío tanto en mi propio discurso como para tratar de imponerlo en la película”, consideró.

Y agregó: “Hice mis mayores esfuerzos por presentar los temas de una manera ambigua. A nivel de crítica social y eso, mi mayor esfuerzo fue que no aleccionara. La visión de la película está en los temas, dentro de eso no quería poner mi opinión ahí”.

También hay una búsqueda compartida con otras de sus obras, como su cortometraje Martín se cayó de un techo, realizado en Francia, en el que un accidente laboral sufrido por un obrero lo obliga a quedarse en su casa con su esposa embarazada, y los choques entre la pareja se cruza con la lucha por cobrar su indemnización por el accidente. Tanto allí como en esta película, lo laboral se cuela en otros aspectos de la vida. “Nunca había pensado esa conexión, pero es verdad. Así como me interesa lo cotidiano y lo extraordinario, también me interesa la conexión del trabajo con la vida. A mí lo que me pasa mientras trabajo me va a afectar en mi casa y viceversa, y me interesa mostrar eso de los personajes, la vida no está. Eso es muy claro si tenés hijos: influyen en el tiempo que le podés dedicar a tu trabajo, aunque yo no tengo hijos lo veo claro en la gente que si tiene. Eso me interesa, y vuelvo a eso”, dijo Ganz.

A lo largo de su metraje, la película plantea muy bien los climas. La incomodidad del comienzo, los momentos más tensos y la creciente oscuridad gradual de la trama se traducen de gran manera a través de la puesta en escena y de cámara, y del trabajo sonoro de la película, a través de la utilización de sonidos sintetizados, segmentos donde ladridos caninos se escuchan sin parar, y una banda sonora que en varios momentos se reduce solamente a notas individuales que se camuflan y se hacen imperceptibles, pero aportan a esas sensaciones que transmite el filme.

Y también se apoya en una búsqueda realizada por el director junto a los actores, que apuntó a traslucir cierta aparatosidad y rareza en sus interacciones. “Sabíamos que el tipo de interpretación no iba a ser naturalista porque yo quería que los personajes se movieran de una manera y tuvieran un ritmo de silencios, de cómo hablan, que fuera más lento que lo que para uno es natural”, dijo Ganz sobre ese aspecto de la película, en la que la incomodidad se palpa a través de los gestos, vacíos y diálogos. “Creo que en general, en el cine, para que parezca natural, tiene que ser un poco más lento igual, pero acá les pedí más. Y estoy contento con lo que quedó en ese sentido, porque creo que si uno deja más tiempo en silencio, con los actores mirándose, el espectador puede poner más de sí y rellenar lo que la actuación no te está dando o te está reteniendo, y eso me parece interesante”.

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