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Mala praxis: mujer denuncia que tuvieron que quitarle un riñón sano luego de operación fallida en un ovario

"No es una cuestión de plata. Nadie me va a devolver el riñón, ni salvar de lo que viví. Es una cuestión de valorarme", dijo la mujer afectada
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18 de abril de 2024 a las 10:00

Andrea Franco sufrió por problemas en los ovarios gran parte de su vida. En 2017, su cuerpo rechazó un dispositivo que controlaba su sangrado y dañó parte de sus trompas de Falopio y su ovario derecho, y en la operación para reparar la zona se contagió de estafilococo. Cuando en 2023 le encontraron quistes en su ovario izquierdo, la situación delicada que tenía en esa zona llevó a que le recomendaran extirpar el ovario con una cirugía láser.

Lo que iba a ser una operación simple en el Sanatorio Óscar Magurno que en cuatro días la iba a tener de nuevo trabajando, terminó con un calvario de seis intervenciones, entre ellas una en la que pensó que "iba a morir", la de su intestino y su uréter dañados, y la extirpación de uno de sus riñones, que estaba "completamente sano".

Este miércoles Franco, abogada laboral funcionaria del Ministerio de Trabajo (MTSS), presentó una denuncia penal contra los dos médicos que le extirparon el ovario por entender que le causaron "lesiones personales gravísimas". También denunciará la situación ante el Ministerio de Salud Pública (MSP) y el Colegio Médico.

"No es una cuestión de plata. Nadie me va a devolver el riñón, ni salvar de lo que viví. Es una cuestión de valorarme", dijo la abogada a El Observador.

De cuatro a 58 días internada

Sala de esperas de un hospital. (Archivo)

Tras la intervención de 2017, Andrea contrajo estafilococo en el hospital, situación que decidió no denunciar aunque ahora se arrepiente. Por su estado de salud decidió tratarse solo con antibióticos, que consumió durante cinco meses hasta principios de 2018. En ese momento le advirtieron que ante cualquier intervención debía tomar precauciones durante todo el mes previo, ya que el virus continúa en el cuerpo durante cinco años y puede afectar a la sangre.

En 2020 una tomografía mostró que Franco tenía "una mancha" en un ovario, por lo que comenzó a realizarse controles cada cuatro o seis meses. En abril de 2023 le comunicaron que "el ovario se había llenado de quistes y ya medía diez centímetros", por lo que le recomendaron extirparlo.

Debido a sus antecedentes de salud le recomendaron realizar la operación con una laparoscopía, una cirugía por láser que no necesita abrir el cuerpo. Allí fue que la derivaron al cirujano y ginecólogo.

"Ya en el primer encuentro me generó dudas. Lo primero que me dijo fue 'primero pague la laparoscopía y después hablamos'. Pero bueno, fui y pagué", recordó Andrea, quien pidió que la operaran días antes de la feria menor judicial de julio de 2023 para aprovechar esos días libres.

El 29 de junio la ingresaron al hospital y el 30 de junio la operaron en una intervención que, según entendía, la iba a tener de alta y trabajando cuatro días después. Andrea salió de la operación sin su ovario derecho y los doctores le dijeron que la operación había sido exitosa aunque ella sentía dolores. A los pocos días, aún internada, comenzó a sentirse "mal, mal, mal".

Los doctores encontraron una herida en el colon sigmoide (una parte de ese órgano) que permitía la salida de líquidos y que Franco entiende, basada en el historial clínico, que fue originada en la cirugía láser. El 7 de julio le realizaron una nueva laparoscopía para cerrar esa herida, y le volvieron a decir que la operación fue un éxito.

Sin embargo, tras salir su estado de salud empeoró. En una nueva tomografía se vio que "la herida no había cerrado" y además descubrieron que tenía lastimado el uréter, conducto que lleva la orina de los riñones a la vejiga. En una tercera intervención realizada el 11 de julio le colocaron una "Doble J", un "cañito" que pasa a cumplir la función del uréter para dejar que este se recupere, explicó Andrea.

La abogada se mantuvo internada y a la semana todo iba "de igual a peor". Incluso comenzó a orinar con materia fecal. Según Franco, el cirujano quería darle el alta y le decía "esto se te va a pasar", pero un urólogo impidió que dejara el hospital.

Le realizaron una cistografía, un estudio de la vejiga con rayos X, que "en el primer momento" ya mostró "un líquido espeso similar a la pus, pero marrón". Tenía una fuga en el intestino delgado que iba "derecho" a la vejiga, problema que luego se comprobó con otra tomografía, y heridas en el uréter y una zona del colon.

En ese momento, y ya pasado casi un mes de su operación inicial, los jefes de las áreas de Cirugía, Ginecología y Urología del sanatorio se reunieron en la habitación de Andrea con el cirujano y  el ginecólogo, y decidieron quitar a ambos especialistas del caso. Franco recuerda que se trató de una "reunión fea", en la que incluso el cirujano "empujó" a su esposo, presente en la sala, tras preguntarle "qué profesión tenía él para opinar" mientras estaban allí.

Andrea sufrió mentalmente todo el trajín de intervenciones. Según relató, en una ocasión le dolía tanto el pecho que debieron realizarle un "electrocardiograma", y solo era la angustia que estaba padeciendo. Pidió una psicóloga, y le llevaron cuatro distintas profesionales en cuatro días. "Tuve que pedir que pararan porque tuve que contar mi historia de nuevo cuatro veces".

Los nuevos médicos a cargo de su caso le explicaron que tenía parte de su intestino y colon "necrosados", por lo que debían retirarle la zona afectada. "Pensé que me iba a morir" en la operación, contó. Los encargados de la operación le advirtieron que podía terminar en CTI, y le adelantaron que existía la posibilidad de que terminara con una "bolsa recolectora" que sustituiría a su colon.

Para su suerte, la operación fue exitosa y Andrea terminó en cuidados intermedios, con una semana de sedación y con 21 días sin comer alimentos sólidos para que su colon termine de recuperarse. Además, le colocaron una "nefrostomía" –una sonda con bolsa– por 90 días. No obstante, tras la intervención los médicos le advirtieron a su esposo: "No le sacamos el riñón porque el ambiente (de su abdomen) no está dado para eso".

Tras salir de cuidados intermedios, Andrea iba a pasar a una sala común, por lo que puso "el grito en el cielo". Luego de que la dirección intercediera y la enviaran a una "sala VIP", la abogada le comunicó a los dos médicos que la operaron en primera instancia: "A ustedes los voy a denunciar".

A pesar de que tenía "esperanzas" de "no perder el riñón", que según diversos estudios estaba "sano", los especialistas le ofrecieron realizarle un "flap de boari", que utiliza una parte del tejido de la vejiga para funcionar como el uréter, pero "no daban certezas que terminara bien". La otra opción era extirpar el riñón. Franco decidió consultar con un nuevo urólogo, quien le dijo que esa era la mejor alternativa ya que "con la cantidad de intervenciones en el abdomen (otra operación) era muy riesgosa".

El 30 de octubre, exactamente cuatro meses después de la operación que comenzó con el calvario de Andrea, los médicos decidieron sacarle el riñón, operación que fue realizada el 13 de noviembre.

A los 5 días le dieron el alta, y luego de una vuelta al hospital por una obstrucción en el intestino delgado el 1° de diciembre, que entiende fue causada por todo el ida y vuelta de intervenciones, Franco terminó sus tratamientos quirúrgicos. En total pasó 58 días internada por las distintas intervenciones.

La vuelta al trabajo y las secuelas

Fachada del Ministerio de Trabajo

El 5 de febrero, seis meses de la operación que la iba a tener cuatro días de baja, Andrea volvió a trabajar al Ministerio de Trabajo. Su oficina atiende todas las solicitudes y reclamos que llegan a la cartera. "Yo como jefa siempre tengo que estar bien porque tengo que resolver todos los días un problema. Los problemas hay que dejarlos de lado", expresó la abogada laboral.

Franco destacó que todo el MTSS tuvo un excelente trato con ella en los meses de las operaciones y en su vuelta al trabajo, desde sus compañeros de oficina –muchos de quienes donaron sangre para sus intervenciones– hasta el ministro Pablo Mieres.

Además de su cargo en el ministerio, la abogada también trabaja de forma privada en casos de derecho familiar, y lamentó que perdió varios clientes durante los meses en los que estuvo afectada.

Al pensar en todo lo que le pasó, Andrea piensa que fue "horrible". "Te puedo hablar de esto sin pensar que soy yo. Cuando terminé la denuncia lloré toda la tarde. Salí por la voluntad que tengo", valoró.

Actualmente la abogada asiste a un psicólogo y toma distintas medicaciones. También debe ir con un nefrólogo cada cuatro meses, y necesita "cuidados nuevos" por tener un riñón menos.

"Engordé 15 kilos, pero no puedo hacer ejercicio. Solo puedo caminar 20 minutos", lamentó, y agregó que las secuelas físicas afectaron su vida social, ya que no tiene "ganas de salir". 

Por todo esto, Andrea está decidida a avanzar con su denuncia contra los médicos que la operaron para que "esto no le pase a otra persona", y solo busca justicia.

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