Érica Rivas protagoniza El prófugo

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Érica Rivas: "Siento que hay más mujeres en el cine, pero no estamos pudiendo acceder a los lugares de poder"

La actriz repasó su último estreno en cines, El prófugo, y habló sobre las luchas de las mujeres en la industria audiovisual regional
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14 de diciembre de 2021 a las 05:02

Los personajes de Érica Rivas no tienen paz. La actriz argentina de 47 años está en una especie de pico de calidad (y cantidad) en términos de carrera, pero en la pantalla sus creaciones la están pasando espantosamente mal. Ahí está, por ejemplo, la protagonista de Los sonámbulos (Paula Hernández, 2019), una mujer desorientada que debe afrontar un infierno de abuso que se desata en el centro mismo de su familia. Tampoco tiene un pasaje apacible por la pantalla su personaje en La bruja (Marcelo Pérez Cubell, 2019) y, por supuesto, no la pasa nada bien Inés, su alter ego en El prófugo, la película de Natalia Meta que se estrenó hace un par de semanas en Uruguay, que pelea por un lugar en las nominaciones al Oscar –es la seleccionada por Argentina– y que se coloca como una de las mejores propuestas salidas de la región en lo que va del año.

En El prófugo, Rivas es una actriz de doblaje y cantante lírica que, recién casada con un tipo bastante raro –un genial Daniel Hendler–, empieza a tener visiones y a escuchar cosas raras, cosas que empiezan a desestabilizarla. En una especie de cruce de caminos entre la comedia, el horror y el drama familiar, El prófugo –que además tiene las actuaciones de Nahuel Pérez Biscayart y Cecilia Roth, y que todavía está en salas– pone a Rivas al frente de uno de sus mejores papeles en los últimos años y de eso habla, justamente, con El Observador. En una habitación de hotel en Los Ángeles, con el pelo azul, la sonrisa ancha y en medio de la promoción de la película de cara al Oscar, Rivas lo confirma: sus personajes la estarán pasando mal, pero ella la está pasando francamente bien.

La película fue una de las tantas que tuvo que frenar su estreno por la pandemia. ¿Cómo se vive, después de esa instancia, el regreso a las salas y el contacto con el público allí?

Se revaloriza. Eso de poder compartir algo con el otro, en el vivo, en el presente, cobra una relevancia, una importancia y una sensibilidad que antes quizás no percibíamos. Más ahora cuando en plataformas se ve y se consume de una manera muy capitalista, solo, y con una suerte de compulsión que generan las series. Tenemos tan atosigada la retina y la sensibilidad que no podemos percibir las impresiones que generan las obras de arte. Por eso estas otras opciones reverdecen, se hacen más importantes y necesarias.

Si bien transita por varios registros, El prófugo tiene determinadas cualidades que la incluyen en del terror. ¿Cómo es su vínculo con este género?

No soy muy consumidora del terror de Pesadilla o Martes 13, pero sí me gusta el cine de David Lynch, que también es terror. No voy por el sobresalto, la sangre, pero sí por ese terror que te hace transpirar frío y que se te mete en los sueños. Por eso era muy alucinante que Natalia (Meta) estuviera todo el tiempo tratando de correr la película de un género al otro. Me parece un acto de valentía y una forma de mostrar que el cine se amplía con la mirada de una mujer. En El prófugo hay comedia, hay amor, y creemos que el no coincidir en un género la hace terrorífica también. Uno está acostumbrado a estar encasillado en estructuras, y de repente tirarlas y que no saber dónde se está parado, como en un sueño, es una apuesta que me llamó mucho la atención y que quise experimentar como actriz. El tono va cambiando, retorciéndose en un crisol de coloraturas distintas.

¿Qué tiene que suceder para que se apropie de un personaje? No creo que le pase con todos los trabajos que hace.

No todos los personajes se me quedan en el cuerpo. Me pasa que soy una actriz que trabajo mucho antes de empezar, y cuanto más trabajo y más tiempo de preparación puedo tomarme, mejor. En un momento hago un rejunte de todos mis aprendizajes, trato de tener todo lleno de sentido, trabajo con el cuerpo, con el texto, con la voz. En esta película hice canto lírico, hice doblaje, hablamos con gente que se dedicaba a esto. Así voy llenando mi caja de herramientas, y en un momento lo que empieza a pasar es que el personaje me toma. Tengo una propensión natural a identificarme físicamente con lo que me atrae, y en ocasiones dejo que el personaje y la historia se me haga cuerpo. Muchas veces me sorprendo y no puedo creer las cosas que me van pasando, la verdad. En El prófugo me pasó que me latía el cuello en varias escenas, y quizás a lo mejor siempre me pasa y nunca me había dado cuenta, pero cortábamos la toma y todos me decían 'es alucinante lo que estás haciendo con el cuello, va con el personaje'. Y yo pensaba que a lo mejor había que llamar a un médico (risas).

Estudió psicología. ¿Cuánto influye esa formación en su trabajo como actriz?

Estudié hasta cuarto año, y a falta de dos para terminar empecé a darme cuenta de que no podía ser psicóloga porque me identificaba demasiado y necesitaba distancia para resolver los problemas de los pacientes. Como dije, en mis personajes uso todas las herramientas que puedo, y entonces las herramientas de la psicología o el estudio de la psiquis bajo los límites de cada teoría que abordé, me ayuda ocasionalmente. A veces sirve, o sirve hasta un momento, y a veces no. Pero sigo leyendo, estudiando, me sigo sorprendiendo también de, o bien lo antiguas que quedaron las teorías, o que se sigan aplicando. Son lugares que me rebotan de sentido y me ayudan a reflejar las cosas que necesito como actriz para mi personaje o la historia.

Es una de las caras del feminismo en su rubro en Argentina, y teniendo en cuenta que la militancia impregna todas las aristas de la vida, ¿qué estrategias ha implementado para cambiar las cosas en el cine?

Por un lado, está la militancia por fuera de mi rol como actriz, y por el otro la militancia que sí o sí juega a la hora de las decisiones que tomo con respecto a los trabajos que hago. Y cuando pienso en un trabajo pienso en varias cosas. Si sé que es algo que va a ser muy popular, siento que tengo un compromiso mayor. Por supuesto que hablamos de la base de que el trabajo no tiene que ser proselitista porque sería, para mí, achicarme como actriz a un lugar de razón total, y además sería pensar en el trabajo del actor como algo únicamente explícito y directo. El actor es una persona que tiene su subjetividad, que piensa cosas sobre el mundo y eso también se transparenta, hagas lo que hagas. No importa si hacés de una feminista, o una mujer súper patriarcal, o una víctima de lo que sea. Yo no estoy pensando que mis personajes son feministas, pero sí estoy pensando que con lo que hago quiero representar al mundo y que el mundo sea mejor. Entonces, para eso sí o sí me tengo que pensar como feminista. O sea, no tengo que pensarme; aparece automáticamente. Y a la hora de elegir me pasa eso: si es muy popular tengo muy en cuenta qué se comunica; si tiene que ver con una comedia, por ejemplo, para mí es mucha más la responsabilidad, porque donde entra la risa entra algo inconsciente y tiene un peso muy grande. Si es algo más chiquito, algo más de nicho y destinado a personas que quizás piensan como yo, las formas son otras. Hay muchos cortes a través de los que pienso las cosas y con los que trabajo como actriz a partir de mi subjetividad. Detesto cuando me dicen que la actriz solo repite la letra. Creo que es una mala manera de pensar nuestro trabajo. Me parece que, en mi caso, milito con lo que hago, pero no de manera proselitista, como podría hacerlo en una marcha donde llevo carteles. Siento que con el arte quiero reflejar algo del mundo y a partir de ese reflejo mover a que sea un poco mejor. Y lo hago sin tener tanta conciencia directa, pero el tema es que a los actores se nos ve todo. Está nuestro cuerpo ahí, como una radiografía completa de lo que somos. Después hay cosas que para mí son importantes y es que, si me llega el guion de una mujer, y dado que sé que fue más difícil el camino hasta mis manos, le tengo más aprecio. Les hago un lugar especial porque sé lo difícil que es. Y trato en el ámbito del set de fomentar otro tipo de trabajo de cine, que tiene una estructura muy militar y patriarcal. Cuando las mujeres dirigen hay otras formas, otras formas de manejar el set, de abordar las dudas.

¿Nota cambios en la industria de la región, que hay más apertura o que las mujeres están ocupando más roles de decisión?

La verdad que no. Sí siento que hay más mujeres en el cine, pero no siento que estemos pudiendo acceder a los lugares de poder. Y con eso quiero decir a los lugares de representación. Ya sabrás todo lo que me pasó a mí: cuando uno cuestiona los lugares en donde aparece, en donde uno realiza obra y llega al público masivo, parece ser que todavía no está aceptado, y entonces te echan, te sacan o te apartan del proyecto (Ndr: se refiere a la situación del regreso teatral de la sitcom Casados con hijos, de la que fue protagonista y a la que no volverá luego de que, según ella, la “echaran” por marcar situaciones en la ficción que retomaban viejos chistes y actitudes machistas). Imagino que es así para todas las que cuestionan los sistemas. No estoy diciendo de que no haya más personas que lo hagan, pero el sistema está regido por dinosaurios. Es muy difícil acceder a los presupuestos, a los lugares. Por eso no estoy viendo esa mejoría. Creo que habría que empezar a genera más políticas públicas, porque más allá de que nos juntemos y luchemos, sabemos bien que las mujeres y las disidencias somos la parte pobre del mundo. Me da pena porque siento que hay una fuerza muy grande. Están pasando muchas cosas, pero los lugares que permiten que seamos más las que podamos hacer esas cosas siguen siendo estrechos.

Con El prófugo ya son varias las películas “pesadas” que tiene en su legajo. ¿Es de mirar por el hombro, de evaluar la carrera o de pensarla?

No. Y no soy de mirar mis películas porque me angustia mucho verme. No me gusto como actriz, no soy fan de mi misma. De todas formas, logré llegar a una ecuación: me gusta actuar, a muchas personas le gusta lo que hago, y con eso ya está, no necesito gustarme. Es un embrollo que ya superé. Lo que sí te digo es que en los momentos en los que estoy más angustiada por el recorrido de mi trabajo, de mi obra, trato siempre de pensarme a mí misma como si estuviera leyendo mi propia biografía. Creo que a eso lo leí en un libro de reportajes a Chéjov, pero me ayudó mucho. Me hizo pensarme de otra manera, salirme de mí misma, de mis angustias momentáneas, y me hizo pensar que me gustaría leerme desde otro lugar. A partir de ahí empecé a divertirme más y a no angustiarme, y si bien lo sigo haciendo porque soy una persona muy melancólica, ya no sufro.

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