Sabina salió al escenario, como siempre, con un bombín

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Un Centenario desesperado por cantar: así fue el regreso de Joaquín Sabina al Uruguay

El cantautor español de 74 años visitó Uruguay en su gira Contra todo pronóstico, semanas después de haber estrenado su documental Sintiéndolo mucho
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02 de abril de 2023 a las 16:16

Joaquín Sabina vive más en las gradas de un estadio que en un apartamento de Madrid. Su bombín negro se repite a lo largo de la Tribuna Olímpica del Centenario, como lunares en el rostro del público.

Hay jóvenes y viejos. Adolescentes en su primer concierto y fans de bastón. Entre nubes de humo que huelen a tabaco y a vape de frutilla, termina de sonar Contra Todo Pronóstico, la canción que da nombre al tour, y aparece Joaquín Sabina. Con su banda de escudera, un sombrero beige y un saco a rayas, el español toma la guitarra, se sienta en un banco y empieza a tocar Cuando era más joven.

Hoy como caliente, pago mis impuestos, tengo pasaporte

Pero algunas veces pierdo el apetito y no puedo dormir

Y sueño que viajo en uno de esos trenes que iban hacia el norte

Cuando era más joven la vida era dura, distinta y feliz

Dormía de un tirón cada vez que encontraba una cama

Había días que tocaba comer, había noches que no

Fumaba de gorra y sacaba la lengua a las damas

Que andaban del brazo de un tipo que nunca era yo

Termina la canción del disco Juez y parte (1985) y de a poco callan los aplausos. La noche de este sábado 1º de abril es la última en la gira latinoamericana del músico de 74 años.

En un Centenario casi repleto, Sabina se presentó este sábado

“Ha sido una gira cortita, pero muy intensa, porque aparte de la caída del escenario, luego vino la pandemia. Imagino que a todos nos ha pasado haber pensado alguna vez durante esos días lúgubres que esto... ya no iba a poder ser, ¡pero ha sido!”, dice Sabina y emociona al público, que cada vez que lo ve teme que sea la última.

“Y hoy también hay una melancolía especial porque llevamos tiempo lejos de casa. Pero, claro, esa melancolía está unida a que aquí, no solo en el escenario, sino en Montevideo y con vosotros en frente, ¡me siento mejor que en casa!”. Sabina había tocado en Montevideo por última vez en 2019 con Joan Manuel Serrat.

El cantautor recita unos versos sobre volver a los escenarios y especialmente a América –un destino "que cura la ansiedad del peregrino" con calles que "perfuman la piel" de sus palabras–, y luego comienza a tocar Sintiéndolo mucho. El tema que compuso con Leiva para el documental de mismo nombre, dirigido por Fernando León de Aranoa (El buen patrón).

El film se exhibió en cines comerciales por unos días en marzo, pero volverá a las salas en el festival de Cinemateca: el martes 11 y el domingo 16 de abril. Además, se encuentra en la plataforma de streaming Star+.

Las canciones más jóvenes de Sabina continúan protagonizando el inicio del concierto, con Lo niego todo y Lágrimas de mármol, intercaladas por un clásico: Mentiras piadosas.

Para el tour, Sabina sacó una canción llamada Contra todo pronóstico

La necesidad del público de cantarle a Sabina se sacia en parte cuando llega Con la frente marchita y pueden gritar: “No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca, jamás, sucedió” o terminar la frase de “Te quedaba tan bien... esa boina calada al estilo del Che”. Lo mismo cuando en Por el boulevard de los sueños rotos el cantautor dice “quién supiera reír” y el coro de miles le responde “como llora Chavela”.

Sabina está tan vivo en la tribuna del Centenario que puede excusarse para ir a fumar un cigarrillo –“porque lo único malo de cantar es que quita tiempo de fumar”– y el concierto sigue. Su banda, que fue presentada integrante por integrante con el tema Llueve Sobre Mojado (del disco de Sabina con Fito Páez), se encarga de un par de canciones. Apadrinados por un público que también los adora, la corista Mara Barros interpreta Yo quiero ser una chica Almodóvar y el pianista y guitarrista Antonio García de Diego canta La canción más hermosa del mundo.

El documental Sintiéndolo mucho

El descanso le viene bien a un Sabina de 74 años que prácticamente no se levanta de su banco –al que luego le agregan una mesa, donde apoya el codo e ilustra más aún la escena de un bar– en todo el concierto.

Sin embargo, la excusa del cigarrillo está respaldada por todo el documental Sintiéndolo mucho, donde hay casi más cigarrillos entre los labios del español que fotogramas en el montaje.

La película comienza con un plano de Sabina de espaldas, soltando al aire vómitos de humo. Está cerca de arrancar un concierto y detrás del escenario está todo oscuro. La voz en off del cantautor reflexiona sobre el famoso sombrero.

“Tengo un problema con el tipo del bombín que se sube al escenario. Es un homenaje al cine mudo. A Chaplin, a Buster Keaton. Y es también recuerdo de mis siete años londinenses donde veía esa cosa fantástica que se ve en Londres de los diputados ir al Parlamento con un traje exquisito, el bombín y en bicicleta. Y sí, era para separar al tipo del escenario con el tipo que va a tomar copas en la calle. Creo que me las he arreglado moderadamente bien pa’ que al bajarme y quitarme el bombín, el tipo sea otro, que se parece más a éste creo yo. Por eso no me he puesto bombín hoy”, ríe y se lo ve en su casa en Madrid, entrevistado por Fernando León de Aranoa.

El director, y amigo de Sabina, grabó material para Sintiéndolo mucho durante 13 años.

Un tramo del film muestra a Sabina de visita en Ciudad de México. Allí teoriza sobre la canción popular, a partir de su aprecio por el cantautor mexicano José Alfredo Jiménez. Sabina cita la canción Que te vaya bonito. “'Que te den lo que no supe darte, aunque yo te haya dado de todo’. Eso no se puede mejorar. Qué miserable, qué sinvergüenza, qué genio, ¿no? Ese es José Alfredo Jiménez”, asegura el español.

“El gran valor de la cursilería, la demagogia y el romanticismo barato es la canción popular”, continúa luego en la película, mientras viaja en una camioneta. “Siempre he opinado que a un poema la cursilería lo mata, un poema no aguanta la cursilería. Y creo que a las canciones les viene muy bien un puntito decadente de cursilería".

En el documental vemos a Sabina ponerse muy nervioso antes de salir al escenario –pega gritos y vomita en el baño–, lo escuchamos explicar las diferencias de personalidad entre él y el ordenado y disciplinado Joan Manuel Serrat, demostrar su fanatismo por Bob Dylan y revisitar su pueblo natal Úbeda.

Según él, Úbeda es un pueblo andaluz lluvioso y gris: como el color del traje del hombre de quien huye en Nacidos para perder. Sabina cuenta que en aquel sitio conservador y católico nunca lo quisieron mucho y que el sentimiento era de alguna forma mutuo. Sin embargo, con el tiempo logró hacer las paces con aquel pueblo y con el comisario, su propio padre. Su regreso a Úbeda es quizás el mejor momento de la película, por lo menos hasta el arribo de cierto plano. 

Era el 12 de febrero de 2020 y Sabina cumplía 71 años. La gira con Serrat lo había llevado al estadio Wizink Center de Madrid. El plano, oscuro y azul, muestra al español pequeño en un extremo de la pantalla. Desde el otro nace un halo de luz que lo ilumina solo a él. Sabina da un paso y cae.

Plano del documental Sintiéndolo mucho, disponible en Star+

Regreso al escenario

“Yo quería escribir la canción más hermosa del mundo”, dice la voz ronca de Sabina en el Estadio Centenario para terminar el tema de Dímelo en la Calle (2002). Así, una vez de vuelta en el escenario después del descanso, toca Tan Joven y Tan Viejo. 

"Gracias, Joaquín", le gritan cuando termina. El público se pone de pie. Sabina agradece y se saca el sombrero.

Joaquín Sabina este sábado en el Centenario

—Esto es para lo único que sirven los sombreros, para sacarlos delante de ustedes —ríe el español.

Luego, recita Alrededor no hay nada, uno de sus sonetos del audiolibro Volando de catorce (2001):

El moño, las pestañas, las pupilas,

el peroné, la tibia, las narices,

la frente, los tobillos, las axilas,

el menisco, la aorta, las varices.

 

La garganta, los párpados, las cejas,

las plantas de los pies, la comisura,

los cabellos, el coxis, las orejas,

los nervios, la matriz, la dentadura.

 

Las encías, las nalgas, los tendones,

la rabadilla, el vientre, las costillas,

los húmeros, el pubis, los talones.

 

La clavícula, el cráneo, la papada,

el clítoris, el alma, las cosquillas,

esa es mi patria, alrededor no hay nada

Además de satisfacerlo con su música y poesía, Sabina acaricia al Uruguay ahí dónde le gusta. Destaca que es "un ejemplo de honradez democrática", dice que él es hincha de Peñarol, nombra a Zitarrosa, a Benedetti, a Peri Rossi, a Drexler, y hace el anuncio más esperado.

—Que sepáis que lo que tantas veces prometí aquí está a punto de cumplirse. Estoy grabando un disco nuevo en el que irá una canción para el Uruguay.

Sabina cantando en la última noche de su gira latinoamericana

Con los últimos temas, el público no aguanta más la ansiedad. Le pisa los talones a la voz arrugada y canta cada verso de Una canción para la Magdalena antes que el propio cantante. Pero Sabina tiene experiencia y le permite a sus fans que se saquen otra vez esas ganas. Dice: “la más señora de todas las putas” y deja un silencio para el: “la más puta de todas las señoras”.

De todas formas, el mejor momento de la Tribuna Olímpica llega cuando Sabina le deja cantar el estribillo de Y Sin Embargo:  

 

Y sin embargo, cuando duermo sin ti

Contigo sueño

Y con todas si duermes a mi lado

Y si te vas, me voy por los tejados

Como un gato sin dueño

Perdido en el pañuelo de amargura

Que empaña sin mancharla tu hermosura

 

Si el estadio quedó cansado, el inicio de Princesa le da un nuevo pulmón y las casi 40 mil palmas empiezan a arder. El público salta y grita con rabia:

 

Sigue con tus movidas, nena

Pero no pidas, que me pase la vida pagándote fianzas

Ahora es demasiado tarde, princesa

Búscate otro perro

Que te ladre, princesa

 

Termina la canción y Sabina se va del escenario con su banda. Pero siempre vuelve. Vestido todo de negro –inclusive el bombín–Sabina vuelve con sus clásicos: Contigo, Noches de boda, Y nos dieron las diez.

El cantautor de 74 años durante el concierto

La última es el términos y condiciones de su vida: Pastillas para no soñar, donde advierte que si querés vivir cien años, no vivas como él. La canta y luego dice.

—Hasta siempre, Montevideo.

El público sale del Estadio Centenario. Se termina el sábado. El día siguiente será domingo y el siguiente, lunes. Todo fan de Sabina se siente un hereje al ser emboscado por la rutina. No solo debe trabajar ocho horas, sino que tiene que hacerlo tolerando los comentarios en la oficina de lo destrozada que está la voz del español, de que Sabina es su peor enemigo, que la vida le cobró el éxito en su garganta.

Pero no todos sus fans lo oyeron “destruir” su voz. Algunos nacieron a las puertas del nuevo milenio con 19 días y 500 noches. Se acostumbraron a las versiones en vivo, no a las de estudio. Prefieren una lenta Calle Melancolía y una acelerada Princesa. Crecieron con esa voz arrugada, a la que cada vez parece costarle más hablar, pero que sigue cantando.

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