No debe ser muy difícil identificar a las personas que asistieron este martes 18 de octubre al Teatro de Verano al festival Primavera 0. Es cuestión de fijarse si tienen el cuello destrozado de tanto sacudir la cabeza de adelante hacia atrás; si los pies les duelen de tanto pisar, saltar y marcar un ritmo furioso, y la prueba de fuego: si le habla y no le contesta porque todavía le están zumbando los oídos. Y ahí entenderá: ayer pasó Jack White por Montevideo, y así lo dejó.
El músico estadounidense y su compatriota, la cantautora Cat Power, subieron al escenario del Ramón Collazo en una noche agradable de esta confusa primavera para celebrar la segunda parte del festival que este año cumple su primera década (la primera fue en abril, con Nathy Peluso y Gorillaz, en el Antel Arena). La artista de Atlanta fue la encargada de abrir la velada, con una presentación de 45 minutos etérea y bellísima.
Con una puesta en escena discreta, pero sólida, Cat Power navegó por un repertorio cálido y robusto, que intercaló con saludos y agradecimientos en español a un público todavía no tan numeroso para esa altura de la noche pero ya bien predispuesto, como toda la velada, al que la cantautora se refirió como "mi amors".
Tras una pausa de media hora, a las 21.30 las luces se apagaron y sobre el escenario cayó un rayo de rock que permaneció allí durante una hora y media y se despachó con veinticinco canciones prácticamente una tras otra sin pausas, y sin que la energía decayera ni un ápice durante toda la presentación: el señor Jack White, de Detroit.
Acompañado por un trío que amerita un espectáculo propio aparte, White dio un show que tuvo la contundencia de una trompada de lleno en el medio de la cara. Con su pinta de personaje de película de Tim Burton, con su palidez mortuoria y un pelo teñido de un azul eléctrico como su sonido, el guitarrista, cantante y compositor repasó toda su trayectoria tanto como solista y como integrante de diferentes proyectos como The White Stripes (dúo con el que se hizo conocido), The Raconteurs y The Dead Weather, y demostró por qué es una de las últimas grandes estrellas de rock, un género que tras los primeros 2000 se quedó sin nuevos íconos.
Una rabiosa mezcla de blues, soul, folk y punk que viene del interés del artista por la historia de la música y el rescate de viejos sonidos que procesa para generar algo nuevo son los ingredientes que White mete en su coctelera para sacar un grove magnético, que invitó a bailar y sacudirse durante toda su presentación.
Apenas parando para algún agradecimiento o presentar alguna canción, White repasó sobre todo las canciones de uno de sus últimos discos - en 2022 publicó dos álbumes - Fear of the Dawn, y algunos de los hits de White Stripes que lógicamente, fueron lo más cantado y aclamado de la noche. Apple Blossom, que lo tuvo al piano; Fell in love with a girl y We're going to be friends fueron algunas de esas canciones, en un show que tuvo como cierre una gran versión de Steady, as she goes y de la obra más conocida del músico estadounidense, la bailantera Seven Nation Army, con esa melodía guitarrera que todo el Teatro de Verano coreó.
Una aplanadora que desbordó rock, hizo un culto al sonido de la guitarra y dejó a un público agotado y atolondrado pero satisfecho.
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