El presidente chino Xi Jinping

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Xi Jinping y su nueva era

Congreso del Partido Comunista Chino debería captar la misma atención que elecciones de EEUU
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27 de octubre de 2017 a las 05:00
Por Ignacio Bartesaghi*

Tomando nota de los cambios registrados en el escenario internacional en los últimos años, debería existir consenso sobre la importancia que adquiere el Congreso Nacional del Partido Comunista de China realizado entre el 18 y 24 de octubre. A esta altura, se trata de un evento que debería captar la misma atención que las elecciones en Estados Unidos.

El Congreso es el máximo órgano del Partido Comunista de China, que cuenta con cerca de 90 de millones de miembros, los que son representados por unos 2.300 delegados que se reúnen cada cinco años en el Gran Palacio del Pueblo, construido por Mao Zedong en la plaza Tiananmen de Pekín. El Congreso se encarga de establecer la orientación del gobierno seguida por el secretario general del Partido, renueva los mandatos y designa nuevos representantes en sus distintos órganos. A su vez, tiene la potestad de reformar los estatutos del partido.

Los delegados designan a los integrantes del Comité Central compuesto por aproximadamente 200 miembros, los que conforman un Buró Político con una veintena de representantes. A su vez, dichos miembros establecen un ámbito más reducido conocido como el Comité Permanente con menos de diez integrantes, entre los cuales está el presidente de China y sus colaboradores más cercanos.

El XIX Congreso Nacional del Partido Comunista de China tenía un ingrediente especial en relación a los anteriores, lo que tiene que ver con las características presentadas en el ejercicio del poder por parte del presidente Xi Jinping, en relación a sus sucesores Jiang Zemin y Hu Jintao. Xi no solo fue reelecto por otros cinco años (hay dudas sobre una posible extensión de su cargo), sino que su visión sobre "el socialismo con características chinas" que el líder ejemplifica con la expresión "nueva era", fue incluida en los estatutos del partido. Este hecho le otorga una importancia que hasta el presente ocupaban exclusivamente Mao Zedong y Deng Xiaoping.

Una vez confirmado el rumbo del gobierno de China en cuanto su orientación y liderazgo, cabe preguntarse qué implica la denominada "nueva era" impulsada por Xi Jinping, así como qué papel podrían jugar los países de América Latina en este nuevo escenario. Al respecto de esta definición, lo primero que debería discutirse es si en nuestra región se dimensiona apropiadamente la importancia de China en el escenario global y las complejidades que se presentan a la hora de abordar su análisis.

Como menciona Martin Jacques en su libro When China Rules the World se trata de una Estado - Civilización con más de 5.000 años de historia, un Estado continental y hegemónico que impone un nuevo modelo de modernidad, el que atravesó etapas de admiración y subordinación por parte de otras naciones y que cuenta con un sistema político que basa su legitimidad en resultados más que en libertades. Está claro que China es un país de contradicciones, las que por cierto son potenciadas con el lente occidental, algunas de las cuales se observan en cuanto a su desarrollo económico y modelo político. Ahora bien, se trata de un país que mantiene un pragmatismo muy particular que el autor entiende como evolutivo y flexible.

La nueva era impulsada por Xi tiene componentes de política interna y externa, si es que en potencias como China cabe tal distinción. En el plano interno se pretende consolidar un modelo de desarrollo basado en la investigación e innovación, impulsando la presencia cada vez más activa de las empresas privadas y desarrollando el sector de servicios, que aún se encuentra muy por debajo de su potencial. Esta transformación en los sustentos productivos y de desarrollo económico llevaría a una expansión del mercado interno por el aumento del consumo, lo que destronaría de forma definitiva la pobreza en el país y permitiría atender con mayor atención los problemas sociales crecientes provocados por el fenómeno de la urbanización.

El modelo económico chino propuesto por el presidente Xi visualiza un mercado interno cada vez más integrado al cumplimiento de las normas internacionales, lo que implica contemplar el medio ambiente, las normas de libre competencia e incluso las tan reclamadas normas laborales. Naturalmente, el Estado seguirá acompañando el modelo de desarrollo chino, pero lo hará con menor énfasis en cuanto a la aplicación de instrumentos que distorsionen la competitividad. Por otro lado, atacará de forma firme los casos de corrupción.

A nivel internacional las acciones del presidente chino están concentradas en la creación de una institucionalidad paralela –no contraria– a la imperante, caso del Banco Asiático en Inversión en Infraestructura, la creación del Banco de Desarrollo y el Fondo de Contingencia de los BRICS, así como la potenciación de la Organización de Cooperación de Shanghái en el plano político. Por otro lado, cabe destacar el lanzamiento de la Ruta de la Seda, la internacionalización de su moneda, las negociaciones del mega bloque RCEP y el lanzamiento de una nueva agenda más allá del comercio: cooperación, inversiones y financiación.

En su discurso inaugural, el presidente chino repitió de forma reiterada la expresión "nueva era" y explicó las políticas que seguirá su gobierno en los próximos cinco años. Cabe preguntarse si desde América Latina estamos observando estos hechos con la debida atención y si se están calibrando de forma acertada las implicancias de esta "nueva era" en el desarrollo de la región.

* Decano de la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Católica del Uruguay y director del Departamento de Negocios Internacionales e Integración de la misma Universidad. Doctor en Relaciones Internacionales e integrante del Sistema Nacional de Investigadores. Twitter: @i_bartesaghi

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