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Pesadilla Kirchner III, ahora en todos los cines

Cristina Fernández alza nuevamente su figura sobre la vida política e institucional argentina
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27 de junio de 2017 a las 05:00

Como en la saga cinematográfica Pesadilla, en que Freddy Krueger regresa una y otra vez y persigue a sus víctimas hasta cuando están despiertas y creen que han dejado atrás el mal sueño, Cristina Fernández viuda de Kirchner alza nuevamente su maléfica figura sobre la vida política e institucional argentina.

El discurso del lanzamiento de su nuevo movimiento –una copia del eufemismo fascista inventado por Perón en 1946 que tanto éxito ha tenido en América Latina , Uruguay incluido– anticipa que su prédica apuntará a alimentar todas las ideas negativas, peligrosas y destructivas que enarboló en su lamentable gestión y, además, a deteriorar a Macri y cualquier logro que éste hubiera logrado a favor de la Argentina en su política interna y externa.

Macri ha llevado adelante una política exterior impecable, que debería ser imitada por muchos países de la región, tomando decidido partido por la apertura de mercados, que sostuvo con medidas internas de importancia, como la audaz y exitosa salida del cepo cambiario, la reducción y quita de casi todas las retenciones, la salida de un default de 15 años, la inserción casi instantánea de Argentina en los mercados mundiales. Está librando una lucha frontal contra la inflación que dejó como huevo de la serpiente la señora de Kirchner, por lo que el presidente debe pagar precios de todo tipo, seguramente también electorales. No ha sido lo mismo en el plano interno, donde no satisfizo a buena parte de sus votantes al continuar con el nivel de gasto K. También cometió algunos errores de comunicación y manejo estúpidos, que ahora ensañan los latigazos de CFK.

Dos días después de la diatriba psiquiátrica –brillante, por cierto– de la expresidente en el pequeño estadio de Arsenal y no por casualidad, la evaluadora MSCI, que se ocupa de calificar el nivel de seguridad de las acciones bursátiles de cada país decidió postergar hasta 2018 el ascenso a la categoría de país emergente de Argentina, que se daba por segura. El más importante de los considerandos para explicar esa decisión que sorprendió al mundo financiero, fue el temor de los inversores a que los importantes avances que se han realizado fueran revertidos por un cambio político. Clara muestra del daño que le ocasiona al país la simple aparición de la viuda de Kirchner, que sin embargo no deja de esgrimir su vocación de servir a la patria.

Como si eso fuera poco, el domingo, en una de sus tuiterragias, anticipó a los bancos internacionales que defaultearía la deuda contraída por el actual gobierno argentino, que por otra parte ha sido tomada en su mayor parte para pagar deudas contraídas por el kirchnerismo o gastos exorbitantes heredados de esa gestión. Hay que aceptar que como mínimo tal declaración constituye una grave irresponsabilidad.

El acto en sí fue una copia de su campaña de 2011, cuando la recién viuda capitalizó la lástima femenina y obtuvo una victoria resonante con el 54% de los votos, si bien hay quienes sostienen que fue una copia del estilo duranbarbista de las campañas de Macri. Con la particular Constitución de 1994 de inspiración progresista y populista, que determina que la mayoría en cada provincia se lleva dos senadores y la primera minoría uno, Cristina Fernández parece tener asegurada su senaduría y los fueros que la ley confiere a los legisladores, que obran como su salvoconducto de impunidad desde las cero horas del domingo pasado.

Confiada en las encuestas que le dan entre alrededor de 32 puntos de adhesión, la exmandataria volvió a elegir a la Cámpora como compañera de ruta, prescindiendo no sólo del peronismo ortodoxo sino de sus propios incondicionales militantes. Una decisión similar a la que tomó en las elecciones de 2015, que le costó al peronismo la presidencia y la gobernación de su feudo misérrimo de la provincia de Buenos Aires. Por esas extrañas curiosidades del peronismo, que siempre ha sido una bolsa de gatos, según su propio fundador y dueño, Cristina no es ya peronista, en teoría, pero sigue siendo figura importante del peronismo al igual que muchos de los que integran su movimiento, Frente de Unidad Ciudadana kirchnerista, cuya sigla ha sido ya objeto de mofa en Twitter, como era obvio y por eso ahora se llama Unidad Ciudadana. Tampoco los millonarios gobernadores e intendentes peronistas lucen propensos a reclamar el liderazgo del partido, lucha que prefieren dejar para 2019 y ahorrarse el mal rato de decapitar políticamente a ELLA.

Macri parece así estar condenado a revalidar su triunfo eternamente sobre Fernández de Kirchner. Porque aunque el resultado de las elecciones fuera bueno para Cambiemos, la nueva senadora intentará tomar el liderazgo de la oposición, con lo que será difícil no verla actuar como candidata a las presidenciales de 2019, con efectos sobre la economía similares a los que acaba de protagonizar MSCI, con la inversión temerosa de la posibilidad de volver a tener que lidiar con el kirchnerismo populista, intervencionista y estatista desaforado.

Los macristas juran que nada les conviene más que enfrentarse a ella en una elección, porque su 32% es también su techo y porque la división justicialista les garantiza más bancas que si esa oposición fuera unida, lo que es probablemente cierto. Y por eso reciben acusaciones de haber demorado el juicio, la exposición y la prisión de la expresidente, para los que parecerían sobrar motivos. Acusaciones algo injustas en un país donde los delincuentes de cualquier tipo o filiación política no suelen ni ser juzgados ni ir presos.

El precio de esa estrategia es servirle en bandeja la senaduría. Si ello ocurre, cosa altamente posible, los dos años que le restan a Mauricio Macri serán difíciles para él en lo político y difíciles para el país en lo económico, ya que el peronismo dirime sus discusiones internas siempre en las calles y siempre con huelgas que dañan al gobierno enemigo y a la actividad. Desde su escaño, por otra parte, Cristina sólo puede crecer, salvo un boom económico que acalle todas las críticas, que al menos este columnista no visualiza.

“Somos vos y yo, Mauricio”. Le dijo Fernández a Macri en 2011. No le dijo “vos o yo”. Él parece necesitar a Cristina para ganar. Cristina parece necesitar a Macri para no ir presa y para intentar seguir liderando al peronismo. Esa simbiosis pone muy nervioso al sector de los argentinos que cree que el kirchnerismo – y acaso el resto del peronismo – debe desaparecer como movimiento y como ideología, condición sine qua non para que el país recupere valores éticos y republicanos y su cultura de trabajo. Ese repudio también le sirve a Cambiemos, que se beneficia del voto miedo.

Las similitudes con el cuento de Borges en que dos teólogos que se odiaban por sus ideas descubren en el más allá que sus almas deben vivir formando un solo individuo para toda la eternidad, son imposibles de ignorar. Mientras, Argentina marcha hacia unas primarias PASO inútiles, desvirtuadas y carísimas, para cumplir con una ley que, junto a otras, viene birlando la democracia de las manos de la ciudadanía, que ni se da cuenta. El futuro aún es gris. Y peor, parecido al pasado.

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