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Vivió Fidel

Será la Historia, y no las crónicas de ocasión las que condenarán o absolverán al líder cubano
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27 de noviembre de 2016 a las 05:00

Y, al final, se murió como se mueren todos aunque las sucesivas muertes que falsearon sus enemigos parecían haberlo convertido en inmortal. Pero para las personas como Fidel Castro la muerte es apenas un episodio más de una vida que seguirá viva en los libros de historia del futuro.

El revolucionario, el dictador, el rival que los Estados Unidos nunca pudieron vencer, el aliado que los soviéticos se ganaron en esa pequeña isla ubicada a unos pocos kilómetros de la Nueva Roma. Todos esos personajes están danzando por estas horas en las crónicas periodísticas que pueblan los medios de comunicación del mundo.

Con la noticia, llegó la alegría de sus enemigos acérrimos. Esos que nunca estuvieron a la altura del líder cubano y por eso festejaban cada intento de asesinato, cada muerte aparente. Y, se sabe, el que celebra la muerte de su enemigo es porque nunca pudo ganarle cuando estaba vivo.

Castro le ganó la guerra a Estados Unidos y pudo ver como la potencia empezaba a terminar el embargo comercial con el que buscó asfixiar la economía de la isla. También le ganó la pelea a sus adversarios internos a los que, generalmente, no les concedió un minuto de razón aunque la tuvieran.

Pero nunca pudo cumplir su sueño de transmutar al cubano corriente en un "hombre nuevo". Y tuvo que bancarse la desesperación de un montón de compatriotas que se arriesgaron a ser comidos por tiburones en el mero afán de escaparse de la "heroica" Habana para llegar a la "decadente" Miami.

Durante días seguirán repicando las preguntas acerca de si es más importante la falta de libertad de prensa que la ausencia del hambre que asedia a los niños en el resto del mundo; si contar con todos los servicios de salud a mano, paga la pena de tener que penar para conseguir un helado o un paquete de galletitas.

"La historia me absolverá", prometió Fidel cuando recién comenzaba su periplo revolucionario. Y será la Historia, y no las crónicas de ocasión las que condenarán o absolverán al líder cubano como ya ha absuelto a otros personajes a los que les perdonó más de una barbaridad.

Porque ¿quién se acuerda, por ejemplo, de los enemigos que mandó fusilar Simón Bolívar o que "purificó" José Artigas o de las manifestaciones de racismo formuladas por Gandhi?

Como dijera Borges, el mito es la última verdad de la historia, lo demás es efímero periodismo.

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