Todo trabajo que se hace sentado ha desaparecido. No es una predicción, es un hecho. No hay peligro, porque este implica incertidumbre. Y aquí no la hay. La inteligencia artificial (IA) barrió con las tareas que requieren una silla, una pantalla y un teclado. Programadores, diseñadores gráficos, administrativos, traductores, consultores, analistas; todos fueron o están siendo reemplazados. Las empresas que aún no lo han hecho, simplemente demoran lo inevitable y pierden competitividad.
En ese escenario, invertir se convirtió en un juego de exclusión: no se trata de buscar dónde está la oportunidad, sino de identificar qué segmentos aún no están condenados. Y uno de esos pocos refugios temporales es el de los trabajos físicos: electricistas, plomeros, técnicos de climatización, especialistas en calefacción y fontanería. No son inmunes, estos requieren una ejecución manual en el mundo real. Hasta que no lleguen los robots capaces de detectar un cortocircuito y reemplazar un transformador en condiciones impredecibles, estos trabajos no serán sustituidos ¿Llegarán esos robots? Por supuesto. ¿Cuándo? No lo sabemos. Pero no será de inmediato, y eso abre una ventana.
Lo interesante es que dentro de este refugio no hay pasividad. No se trata de mirar cómo la IA transforma el mundo desde la barrera. Al contrario: ya hay compañías que utilizan la IA para potenciar estos oficios, no para reemplazarlos. Startups como Avoca, Sameday AI, Allo o Goodcall desarrollan herramientas para que empresas de servicios domiciliarios operen con una eficiencia nunca vista. Automatizan la recepción de llamadas, organizan las rutas de los técnicos, priorizan las urgencias, prevén los fallos antes de que ocurran y convierten cada llamada en una oportunidad comercial programada.
Lo que antes requería cinco empleados administrativos, hoy lo resuelve una plataforma. Lo que antes era reactivo, ahora es preventivo. Lo que antes era lento, ahora es instantáneo. La empresa mantiene al técnico, pero prescinde de todo el ruido de alrededor. El resultado es más márgenes, menos errores, más clientes satisfechos. Y lo hace sin tocar la esencia del servicio: la persona que, con herramientas, acude físicamente a resolver el problema.
En un mercado saturado de promesas vacías, de tokens sin uso, de modelos que queman efectivo sin generar ingresos reales, este tipo de compañías ofrece una rareza: modelo de negocio viable, demanda constante y relación directa con una tecnología transformadora. No es IA pura, pero es IA aplicada. No es un unicornio, pero tampoco es humo. Es eficiencia real sobre necesidades reales. Y por eso, dentro del caos que domina los mercados tecnológicos, invertir aquí es una apuesta lógica. Porque es el único lugar donde el humano aún no ha sido eliminado, pero trabaja de la mano con su reemplazo.
Las cosas como son
Mookie Tenembaum aborda temas de tecnología como este todas las semanas junto a Claudio Zuchovicki en su podcast La Inteligencia Artificial, Perspectivas Financieras, disponible en Spotify, Apple, YouTube y todas las plataformas.