El choque político con Donald Trump buscado por Pedro Sánchez antes de las elecciones del pasado 5 de noviembre y no matizado desde entonces coloca a España en la diana de los nuevos aranceles que el presidente electo de Estados Unidos ha prometido aprobar como parte de su primer paquete legislativo nada más acceder hoy al cargo.
A diferencia de los dirigentes de otros países potencialmente damnificados por el proteccionismo de Trump, como Canadá, Alemania o incluso Dinamarca -a raíz de la insinuación del presidente electo norteamericano de reclamar la soberanía de Groenlandia-, que han buscado un acercamiento al nuevo inquilino de la Casa Blanca, el presidente del Gobierno sostiene un discurso frentista contra el mandatario republicano.
Y eso a pesar de que lo sucedido en el anterior mandato de Trump, si es que puede tener algún valor con un líder tan voluble, aconsejaría adoptar una estrategia que facilite la negociación para evitar medidas punitivas, ofreciendo por ejemplo elevar las compras de productos norteamericanos u ofrecer ventajas fiscales a las multinacionales de aquel país.
España está muy expuesta al impacto de una guerra comercial entre la Unión Europea y Estados Unidos debido al elevado grado de apertura de la economía, medido por el porcentaje que representan las importaciones y las exportaciones en el PIB total. El año pasado este indicador escaló hasta el 68,2% debido a la pujanza de las exportaciones de servicios turísticos, que son las que más han crecido desde la pandemia. Esta vulnerabilidad haría aconsejable que las declaraciones de los portavoces del Gobierno sobre el nuevo presidente norteamericano fueran más prudentes que las realizadas por el momento para evitar represalias contra productos específicos de empresas españolas.
Estados Unidos es el sexto mayor destino de las exportaciones de empresas españolas (medicamentos, aceite de oliva, petróleo refinado y vinos), si bien apenas representan un 4,9% del comercio exterior de nuestro país.
Más energía
Los analistas apuntan al sector energético como el más proclive a intensificar las importaciones procedentes del otro lado del Atlántico, intensificando las mayores compras de gas y petróleo realizadas a raíz de la invasión rusa de Ucrania y el posterior boicot de la UE a los suministros energéticos procedentes de Rusia. Aunque debido a ello Estados Unidos ya se ha convertido en el principal suministrador de gas natural licuado a nuestro país y también de petróleo gracias al fracking, España es una de las economías europeas que ha mantenido un mayor nivel de compras de gas ruso en los últimos años, por lo que la nueva Administración estadounidense podría reclamar sustituir esos suministros por mayores de empresas de su país, lo que sin embargo supondría un encarecimiento de los mismos debido a que debería trasladarse en barcos gasistas.
El fuerte crecimiento de las importaciones energéticas ha acentuado el desequilibrio de la balanza comercial en favor de EEUU, aunque con los datos disponibles de 2024 hasta el mes de octubre ese saldo desfavorable se había moderado hasta caer por debajo de los 10.000 millones registrados en 2023 debido a la moderación de los precios de la energía el año pasado.
Para Trump, el indicador fundamental para medir el desequilibrio en las relaciones con sus principales socios comerciales es el saldo bilateral. El dirigente republicano defiende que las balanzas comerciales deben tender a ser lo más ajustadas posible para que no resulten perjudiciales a ninguna de las partes. De ahí que haya reclamado antes incluso de llegar a la Casa Blanca que los países europeos incrementen de inmediato sus compras de tecnología, productos energéticos y material de defensa a EEUU para nivelar los intercambios entre ambas potencias, lo que, paradójicamente, agravaría el desequilibrio de la balanza comercial con nuestro país.
Otra fórmula de sortear los mayores aranceles de Trump es ofrecer un trato fiscal preferente a empresas e inversores norteamericanos con presencia en España, aunque los últimos anuncios de Sánchez respecto al mercado de la vivienda van en sentido contrario: disparar la factura tributaria de las compras de pisos de los extracomunitarios.
Finalmente, está la vía de reforzar alianzas con otros socios comerciales para tratar de compensar la pérdida de ventas en EEUU con mayores exportaciones a otros países. El reciente acuerdo de la UE con el Mercorsur es un ejemplo, pero aún tardará varios años en entrar en vigor, por lo que la diplomacia económica deberá emplearse a fondo para ganar peso en otros mercados.
RICARDO T. LUCAS
FUENTE: EXPANSIÓN-RIPE