Para los investigadores no hay dudas: se trata de una práctica del narcotráfico que ya es común en países como México o Guatemala y que se está instalando en Uruguay, como antes pasó con la territorialización del tráfico y el sicariato.
De hecho, según la información proporcionada por testigos protegidos que permitió dar con el paradero de los posibles cuerpos de los dos jóvenes asesinados, entre sus matadores figuran los sicarios que asesinaron a un bebé y posiblemente a una pareja de paraguayos, también narcos, en febrero.
Uno de los capos que manda en el Casabó se apoda el Manolo, cuyo hermano había sido asesinado por una banda rival. Al parecer, las torturas que recibieron estos jóvenes durante dos días se debieron a que el Manolo y los suyos querían el nombre del matador de su hermano.
La Policía confirmó que los asesinos tienen encima un número no precisado de muertes. Algunas de las personas que están desaparecidas ni siquiera fueron denunciadas porque sus familias temen que los posibles secuestradores tomen represalias contra ellos.
Fuentes policiales dijeron que en dos o tres zonas de la periferia montevideana se están concentrando mucho más de la mitad de los homicidios que se registran en todo el país, zonas donde parece mandar el narcotráfico.
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