20 de septiembre 2024 - 16:09hs

Jorge Bergoglio es el nuevo jefe de la oposición en Argentina. Sí, tal como lo leen. El papa Francisco, o mejor dicho, Bergoglio, ha decidido involucrarse nuevamente en la política de nuestro país, y lo hace de manera cada vez más evidente. Esta película ya la vimos durante el gobierno de Mauricio Macri, cuando optó por el silencio cómplice y calculado. Pero ahora, con Javier Milei en el poder, parece que su participación ha escalado al nivel de convertirse en el jefe de la oposición política.

No es la primera vez que Jorge Bergoglio interviene indirectamente en los asuntos internos del país, pero esta vez sus palabras y gestos son más significativos. Cuando le preguntaron sobre la situación en Venezuela, respondió con una ambigüedad típica de Francisco, muy cuidadoso, evitando ser drástico en sus declaraciones. Sin embargo, hay que tener claro que Bergoglio está jugando a la política, eligiendo cuidadosamente cuándo y cómo intervenir, y no siempre con la sotana puesta.

El papa se refiere a cuestiones que no siempre domina a profundidad. Recientemente, habló sobre la pobreza en Argentina y cómo el Estado debería cobrar más impuestos a los ricos. Pero en lugar de proponer soluciones realistas, parece que confunde el Evangelio con una ideología que demoniza la riqueza. ¿Qué pasaría si se comenzara por distribuir la riqueza del propio Vaticano? Como bien recordaba Diego Maradona, hay mucho oro en Roma que podría utilizarse para aliviar la pobreza, pero esa no parece ser la agenda de Bergoglio.

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En su retórica reciente, ha puesto el foco en los “obreros revoltosos” que, según él, están siendo reprimidos en su legítimo derecho a manifestarse. Sin embargo, lo que no menciona es que esos disturbios no se trataban de simples protestas pacíficas. La violencia, los insultos a la policía y el caos en las calles no son formas válidas de expresar descontento, ni en Argentina ni en el Vaticano. Me pregunto: ¿qué haría Francisco si, en medio de una misa, un grupo intentara cortar las calles del Vaticano o prender fuego en la Plaza de San Pedro?

Es necesario recalcar que el papa Francisco tiene ascendencia sobre ciertos sectores de la política argentina, como Juan Grabois, quien ha sido uno de los principales beneficiarios de recursos del Estado sin demasiada transparencia. Esto genera una especie de impunidad que las autoridades parecen no querer investigar a fondo, probablemente por temor a confrontar al Pontífice.

Es preocupante, además, cómo su opinión política se forma en base a fragmentos limitados de información. ¿Cómo es posible que Bergoglio haga juicios tan severos sobre la situación de los obreros en Argentina a partir de un simple video que alguien le mostró, sin contexto ni mayor análisis? Este es el problema con su discurso: se basa en percepciones incompletas y, muchas veces, erróneas.

No se trata de descalificar su figura como líder religioso, pero es importante entender que su palabra no es infalible, especialmente cuando opina sobre política y economía. La infalibilidad papal no aplica en estos casos, y mucho menos cuando se trata de la compleja realidad de Argentina.

Hoy más que nunca, el papa ha asumido el rol de un líder opositor, y los actores políticos, desde el gobierno de Milei hasta otros sectores, lo saben. Mientras tanto, muchos en el oficialismo parecen evitar cualquier confrontación directa con él. Sin embargo, es hora de que alguien le diga al papa, respetuosamente, que está jugando un papel político que trasciende sus deberes como líder espiritual.

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