7 de septiembre 2024 - 8:16hs

La discusión no es nueva dentro de lo que se puede conceptualizar como el “campo nacional y popular”, pero la autocrítica de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner en su carta publicada el último viernes para ser el comienzo del fin del debate sobre el modelo de producción que debe ambicionar el peronismo y cómo conservar la representación de los trabajadores.

¿Es posible ir a un modelo industrial de pleno empleo? ¿Hay un modelo fordista posible con ante el avance vertiginoso de la inflación? ¿La economía popular es parte de la solución o del problema?

La discusión va más allá de la grieta y más allá de las estridencias presidenciales y su coro de trolls. La discusión está fuera de X y es tan real como la crisis y la economía informal. ¿Cómo organizar lo que no se ve? ¿Cómo gestionar políticas públicas de lo que no se puede medir? Las preguntas son parte del presente, las respuestas serán las que determinan el futuro.

El debate está ahí. Qué hacer con lo que hizo el mundo con la Argentina. La expresidenta parece dejarlo claro en su carta. “Cuando no advirtió la modificación de las relaciones laborales de la población económicamente activa, donde los trabajadores registrados en la actividad privada no sólo son minoría, sino que además, sólo el 40% de ellos está sindicalizado. La consecuencia objetiva es que las representaciones sindicales características del siglo XX y fundantes del peronismo, ya no son la expresión mayoritaria de los trabajadores”, escribió CFK bajo el título “El peronismo se desordenó”.

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Hay algo que también está claro, cuando le peronismo se desordena el sistema político argentino cruje. Por más que el centro de gravedad hoy parezca ser Milei, el gran ordenador de la política por ahora sigue siendo el peronismo. Más allá de eso, el planteo de CFK apunta a criticar la falta de compresión de un sistema laboral que cambió y que le peronismo no pudo digerir.

Ante ese escenario CFK hace un planteo a futuro: “Hay que poder enderezar las experiencias y ordenar las nuevas demandas para poder alinear pensamiento, palabra y acción: una trilogía indispensable a la hora de formular propuesta y estrategia que permitan organizar una fuerza política que vuelva a representar mayoritariamente, para pasar de ser oposición a alternativa de gobierno”.

Lejos parece quedar la disputa que los movimientos sociales tuvieron que dar sobre el final del segundo gobierno de Cristina Fernández de Kirchner para conseguir la inscripción gremial en el ministerio de Trabajo de lo que por aquel entonces se denominó Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), lo que hoy es la UTEP.

Las reuniones con dirigentes de los movimientos sociales, la coyuntura, el fracaso de la política laboral del Gobierno de Alberto Fernández y su reciente paso por México, donde le rol de la economía popular es central, pueden haber ayudado a construir el combo de realidades que produjo el cambio de mirada.

La exvicepresidenta y referente de Unión por la Patria plantea un debate que da en el centro de corazón del peronismo, en la sindicalización y la organización de los trabajadores. La columna vertebral del movimiento está en plena metamorfosis desde hace algunos años, pero ahora CFK abrió el debate.

Los números son elocuentes, desde hace por los menos dos décadas el único sindicato que amplía sus bases de manera permanente y sostenida es el de los trabajadores de la economía informal. Los movimientos sociales, hijos de la organización de los trabajadores desocupados, son un sujeto político que interactúa con el poder en la Argentina hace 30 años. De los cortes de rutas a las mesas para definir políticas de Estado. Sin embargo, en ese camino la conquista de derechos fue magra.

El peronismo, de la mano de la expresidenta, parece ahora poner el ojo sobre ese sujeto político, que genera riqueza y mueve el 60% de la economía, pero que no tiene derechos. La institucionalización del sector es una deuda. No sólo de los trabajadores sino de las organizaciones que los agrupan.

Ahora que hay un diagnóstico, la duda es si el peronismo y su dirigencia están a la altura de construir una solución que tenga como un factor central la organización de la economía popular.

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