La discusión por la unidad está en el centro del peronismo. La unidad y la reivindicación de CFK como dirigente proscripta. El peronismo se encierra en sí mismo y se aleja de las cosas. La estrategia electoral como centro de la escena contrasta con los reclamos del resto de la sociedad civil.
Mientras el PJ, ahora revitalizado, tiene una maratón de reuniones que buscan ordenar el frente electoral, las marchas por reclamos concretos se suceden sin solución de continuidad. Los universitarios piden presupuesto, desde el Garrahan que el ajuste llegue a su fin, en el Hospital Posadas denuncian decenas de despidos, en el INTA se abrazan contra el vaciamiento, las Pymes narran su destrucción en primera persona frente a la avalancha importadora y los reclamos en fábricas se multiplican. Pero el peronismo está en sus cosas. Salvar a CFK, para salvar la Nación. Primero los dirigentes y, cuando se pueda, la gente.
CFK es una voz en los parlantes. La presencia es de su hijo, Máximo Kirchner. Las dudas sobre esa escenificación proliferan en el universo peronista. ¿Máximo Kirchner es parte del problema o de la solución?
La primera respuesta la dio la CGT. Horas más tardes de la confirmación de la condena de CFK en la causa vialidad, la central obrera dejó sus sillas vacías en la sede del PJ. “El respaldo a la compañera no está en duda, pero no vamos a ir a una reunión a recibir órdenes de Máximo”, explicó por esas horas uno de los dirigentes que formó parte de la reunión en que el sindicalismo peronista decidió dejar sentado su apoyo en un comunicado y evitar la peregrinación a Matheu 130.
La interna del Peronismo más allá de la General Paz
Más allá de la General Paz, el panorama que se dibuja en el horizonte de las negociaciones es similar. En La Plata, puntualmente, centro del poder bonaerense, las apreciaciones son similares. Nadie en el entorno del gobernador Axel Kicillof duda de encolumnarse en la campaña “Cristina Libre”, pero la sola idea de tener que someter la validación de nombres y estrategias electorales a la lapicera de Máximo Kirchner genera pavor.
Bajo la misma lógica, pero con algo más de beligerancia, se inscriben los intendentes. Los jefes comunales que no responden en línea directa a La Cámpora o sus terminales tampoco abrevan en la idea de darle la conducción del ejercicio cotidiano del poder interno a Máximo Kirchner.
Lo cierto es que le panorama no cambió desde el arribo de Javier Milei al poder. Cuando CFK gozaba de libertad plena, las críticas desde los distintos sectores del peronismo que no reportaban al Instituto Patria eran similares a las de hoy.
La diferencia central, por aquel entonces, era que había cierta esperanza en que CFK abordara las relaciones internas sin intermediarios. Algo que no sucedió y que por ahora no va a suceder.
En ese marco, las negociaciones están tirantes. Más allá de la declamada unidad, los pasos a seguir para conseguir una lista conjunta en la provincia de Buenos Aires todavía son muchos. La cuenta regresiva está en marcha. La decisión de Máximo Kirchner de salir de gira mediática no ayuda. Sin embargo, el peronismo lo intentará una vez más.
Las posibilidades de éxito del oficialismo provincial en las elecciones de medio término parece estar ligado únicamente a la unidad. La cuenta que hacen en todos los campamentos es la misma: “Con lista de unidad, hay chances. Si vamos separados, gana Milei”. Con esa lógica en la mesa y con los sondeos de opinión pública en los celulares, el PJ dará la discusión interna. La paz no está sellada, pero el miedo a la derrota aglutina.