Álvaro aplicó para medicina

El verbo "aplicar" y sus múltiples usos

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15 de noviembre de 2019 a las 05:03

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Admito que conservaba el verbo “aplicar” al igual que muchos compatriotas para circunstancias muy concretas. Si en un partido amistoso de fútbol alguno sufría una pequeña lastimadura se le aplicaba algún medicamento y a niños y a mayores nos aplicaban inyecciones. Sin embargo y desde ahora, se puede “aplicar” para ingresar a una universidad nacional o extranjera o para presentar antecedentes para un cargo vacante en una empresa. Acato la disposición de la Real Academia Española de la Lengua y sé que en adelante y como ciudadano estoy en condiciones de aplicar para las funciones más diversas.

No sé si acudir a la tan conocida zarzuela y reafirmar que “aplicar” es poner algo sobre otra cosa o en contacto de otra. Con razón o sin ella me lleno de orgullo porque mi hijo mayor va “a aplicar” para medicina. La carrera es dura pero si a él le gusta... En la misma línea comentó una señora joven en una reunión de amigas: “Miren la vida es muy complicada pero si a él le gusta yo no me opondré”.

Pero “aplicar” no está sola. Nadie se sorprende si en un comercio elegante nos ofrecen un “brochure” espléndido con fotografías de joyas. Después de leerlo atentamente y sin decidirnos por alguno de los objetos, también con amabilidad nos alcanzarán un catálogo de bijouterie francesa. Hay para todos los gustos pero las miradas inquisidoras repararán de inmediato en la imitación, en lo falso. No olvido el comentario de mi bisabuela al regresar de una boda. Alabó el vestido de la madrina pero añadió que era para acompañarlo con pocas y buenas joyas.

La Real Academia Española de la Lengua ha aprobado el empleo de “brunch”. Es la comida que se toma a media mañana en sustitución del desayuno y de la comida del mediodía. Puesto que nos encontramos dentro del ámbito de lo social, también dio su visto bueno a “selfie”, esas fotografías que han tomado carta de ciudadanía en toda reunión familiar o empresarial que se realice. Lejos, muy lejos, han quedado los antiguos fogonazos del magnesio que ponían a prueba al “crepacuore”.

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