Anclados en Europa

La Iasa compró hasta trajes nuevos para la gira pero el empresario se fugó y el equipo quedó varado dos meses y sin pasajes de regreso

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07 de marzo de 2013 a las 20:03

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Parecía un cuento de hadas. Los dirigentes mandaron comprar trajes nuevos. Ropa de lujo jamás vista en el barrio. Cuando los vieron salir nadie lo podía creer. ¡Los jugadores de Sud América rumbo al aeropuerto! ¡Quién iba a decirlo! Europa era el destino. Hoteles de lujo, imponentes desayunos, servicio de primera.

El primer mes los jugadores de la IASA vivían un sueño. Pero al iniciarse el segundo se derrumbó el castillo. Uno de los empresarios que los llevó de gira desapareció y empezaron las penurias.

El colmo fue que el plantel no tenía pasajes de regreso, y el club no tenía dinero para hacerlos volver. ¿Entonces? Mientras el equipo deambulaba por el viejo continente en el club se desarrollaba una asamblea urgente para resolver qué hacer. En medio de la desesperación se habló hasta con la tripulación del Tacoma para volver como polizones. Que historia… La gira de Sud América por Europa.

La leyenda

El año 1958 fue inolvidable para la IASA. Para muchos reunió al mejor equipo de su historia. Para que tengan una idea: no perdió ningún punto contra los grandes.

Por aquellos tiempos el equipo fue a Argentina. “Le encajamos cuatro goles a Huracán. Entonces apareció un empresario alemán para ofrecer partidos”, rememoró el único sobreviviente que fue a la gira, Roberto “Sapo” Mocchi, en diálogo con El Observador.

El club era una locura.”Un día viene Mocho Romero (dirigente), y me dice, ‘Sapo, mañana andá a la sede para que te den todos los papeles porque Celmar (Aguilera) no viaja y vas vos a la gira’. ¡Me quería morir! ¡A Europa! Yo jugaba en Quinta y Cuarta”.

“Recuerdo que se embalaron todos con la gira. Y algunos no firmaron, iban gratis incluso. Pero yo era bravo para los pesos”, reveló a El Observador Celmar Aguilera, que optó por no concurrir.

El plantel, con pilchas de primera, se tomó el avión. Nadie imaginaba lo que les tendría deparado el destino…

Desaparece el contratista


La historia dice que el contratista se mandó mudar en medio de la gira y el plantel quedó anclado en Europa. Sin pasajes y sin dinero para volver.

“Alemania era el epicentro. Fuimos a Colonia, Francfort, Munich, de ahí a Holanda, luego Bélgica -jugamos con Anderlecht-, Suiza, Berna, y de ahí a Yugoslavia. Al principio era un lujo aquello. Teníamos todo. Me acuerdo que compartía la habitación con Julio Pérez y como era de los más veteranos me mandaba a buscarle una cerveza. Yo iba, me paraba y decía ‘one beer’ que era lo poco que sabía decir. Pero le señalaba una torta de jamón y queso que era espectacular y me la comía”, rememoró Mocchi.

Con el paso de los días el plantel se fue dando cuenta de que algo no funcionaba. Se terminaron las meriendas y se jugaba contra cualquiera. Andaban de un lado para otro como los gitanos.

“Los partidos más importantes fueron Phillips (hoy PSV Eindhoven) y Anderlecht; el resto eran desconocidos. Hacían partidos con el que viniera. Y luego de un mes en Europa nos dimos cuenta que algo no estaba bien. No teníamos merienda. Me acuerdo que terminábamos de comer y metíamos las milanesas en el bolso de los zapatos para comer algo en el viaje”.

En Holanda empezó el principio del fin. En un partido se generó terrible piñata y Podestá, uno de los dos refuerzos, le rompió la mandíbula de un piñazo a un rival y se terminó la gira.

Mocchi, protagonista del partido, contó a El Observador: “Se armó lío porque nos querían llevar por delante. En la pelea me agarraron de atrás, y le pegué una piña a uno que resultó ser el contratista que armaba los partidos. De Alemania íbamos a Yugoslavia pero vino el Coronel Alem y me dijo que no podía viajar. ‘Le pegaste al contratista y no quiere que vayas”.

Sin plata para volver

El tema es que dos meses después de haber salido de Uruguay y de haber jugado en Alemania, Holanda y Bélgica, el equipo tenía que volver porque empezaba el Uruguayo.

El tema era cómo volver. El alemán que armó la gira desapareció. El plantel no tenía pasajes de regreso. Y mucho menos dinero. No había forma. Estaban anclados en Europa. Los jugadores se revolvían como podían para comer. Ariel Longo, sobrino de Américo, aportó un detalle jugoso.

“Mi viejo reparaba zapatos y me contó que le dio plata a mi tío para que le comprara en Alemania unos repuestos de máquina Singer. Pero mi tío se gastó toda la plata en chocolates porque no tenían para comer”, reveló a El Observador.

En Montevideo la situación era dramática. Los dirigentes no tenían recursos.

El Cebolla Juan Carlos Aguerreberry rememoró en diálogo con El Observador: “Ya en Europa tuvieron muchos problemas. Faltaba la plata y la estaban pasando mal. Estaban a medio comer. Hubo hasta problemas policiales que no vale la pena ni contarlos”.

El presidente Alem no sabía lo que hacer. Y como la desesperación había comenzado a ganar a todos, a alguien se le ocurrió ir a hablar con el capitán del famoso buque Tacoma que estaba en Hamburgo.

La persona encargada de la gestión fue Julio Pérez, campeón del Mundo en 1950. “Le pidió por todo lo que tuviera en la tierra que hiciera merendar y cenar a la delegación y que nos trajera de retorno. El capitán adujo razones de reglamentos militares, falta de espacio y chance de disponer comida para todos. Julio le llegó a decir que igual viajaban en la bodega y de día salían a la cubierta. Que harían tareas de marinos. Todo inútil. Tras esa respuesta negativa los oficiales quisieron presentarles a la tripulación al campeón del Mundo, a lo que Julio caliente los mandó a la mierda. Algunos muchachos fueron a varias compañías aéreas para pedir volver a crédito, pero nada de nada”, rememoró Julio Toyos en la web de Sud América.

A todo esto, en Montevideo se iniciaban las gestiones para conseguir recursos. El relato de Julio Toyos permite conocer más detalles: “El inolvidable directivo Roque Santucci dijo que iba a hacer una gestión con sus amigos de Independiente para venderles nuestra joya más valiosa: el Cacho Silveira. Y logró que el presidente rojo, Herminio Sande, aceptara pagar 210.000 pesos de inmediato para poder traer al plantel”.

Pero por aquellos tiempos no era cuestión de vender y chau. No, había que convocar a asamblea para aprobar la negociación.

“La Asamblea fue en la vieja cancha de bochas. Había quienes se oponían al pase salvador. Una urgencia que no admitía ni 24 horas más. El padre de Cacho Silveira estaba a punto de explotar: no solo iban a volver del viejo mundo, sino que además su hijo se salvaba. De repente pidió la palabra Santucci, miró casi con flechas en los ojos al teórico que decía que había que buscar un cliente que pagara más, y le dijo... “mirá yo no se hacer discursos porque no fui a la Universidad a aprender a mentir, pero pedazo de “belilún” (jamás decía “belinún”, nunca aprendió a decirlo; para Roque el que no entendía era un “belilún”) no hay forma de que vuelvan nadando: sé lo que es una tragedia y se ve que nunca tuviste un hijo...” y en medio de aplausos se votó el salvador pase”, recordó Toyos.

El Sapo Mocchi no olvida más cuando les dieron la noticia de que se terminaban las penurias y el plantel volvía a Montevideo.
“Estábamos en Suiza y sonó el teléfono para avisarnos que habían vendido al Cacho Silveira y con esa guita volvimos todos en avión. Volvimos en Aerolíneas Argentinas, en un avión a chorro. Yo gritaba: se incendia el avión; era la primera vez en mi vida que viajaba en esos aviones. Allá en la gira no nos dieron un mango, recién acá nos pagaron”.

Celmar Aguilera, un histórico del club que desistió de la gira, aportó: “Como será la cosa que volvieron y algunos grandes me pedían ‘Canario, no tenés $ 10 que me prestés’. Yo no fui porque era rebelde en eso de los pesos. Claro, vivía con mis viejos en un rancho de terrón, teníamos vacas y tomaba leche el pie de la vaca, ¡qué iba a ir!”.

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