C. DOS SANTOS

Cóccaro, el delantero que enseñaba a jugar a la taba en Pirarajá

El futbolista de Rampla se hacía unos pesos para estudiar; le encanta la política y quiere ser martillero público y tasador

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28 de agosto de 2018 a las 05:00

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Pirarajá, un pueblo en el medio de Lavalleja, tiene 713 habitantes según el censo de 2011. Allí nació Matías Cóccaro hace casi 21 años, el hombre del fin de semana, el que clavó una media chilena desde el borde del área en el ángulo de Nicola Pérez para el transitorio 3-3 ante River luego de ir perdiendo 3-1, y el que giró todo su cuello para otro golazo en los minutos de adición. Rampla ganó así un partidazo para la historia.

Estrella Roja de aquel paraje de Lavalleja, fue el primer club en el que jugo al baby. Hasta que le vieron condiciones y lo llamaron para jugar en Gremio de José Pedro Varela, allá en el límite con Treinta y Tres.

Todos los fines de semana se iba en el camión de un amigo que lo llevaba y lo traía esos 80 km entre ida y vuelta.

A su papá Fernando, todos lo conocen como "El Bola". Tuvo un bar varios años y es un boliche bien de campo conocido en el terruño.

Su madre Raquel incursiona desde hace tiempo en la política y ese bichito le picó.

"Me encanta la política, en un futuro no descarto seguir algo de eso. Me crié en ese ambiente", explica Matías a Referí.

De chiquito cargaba cajones y atendía el bar. Tenía 14 años y se fue a estudiar a Minas, mientras que a la vez, defendía a Lavalleja FC. Pero encontró cómo hacerse de unos pesos para pagarse algunos gustos. Fue con el juego de la taba, muy jugado en Pirarajá.

"Organizaba partidos y conseguía plata para costearme algunos gastos en Minas", recuerda. La taba es un hueso que se tira desde una distancia. Si sale boca arriba es "suerte" y si la jugada es perdedora, desde hace años se dice "culo".

"Yo era el coimero (así se denomina a los organizadores que manejan el dinero) y me llevaba un 10% de los que perdían. Se manejaba mucha plata", dice.

Estudio hasta sexto de Derecho porque además de la política, le gustaría hacer la carrera de martillero público y tasador.

Pero no solo de eso trabajó para bancarse los estudios. Lo hizo en una distruibuidora, en una leñera y en la empresa Salus desgargando heladeras.

En esa época de Minas, jugar en la sub 21 de Lavalleja FC ya no le interesaba tanto, entonces dejó el fútbol. Pensó que era para siempre, pero después de un mes y medio, le habló el capitán de la Primera del club. Le dijo que le tenía una fe bárbara y por casualidad, enseguida fue titular por lesiones o suspensiones de otros. Jugaban contra Nacional de Lavalleja, le fue muy bien y volvió.

"Si no fuera por Nano Correa, el capitán de Primera, no hubiera seguido en el fútbol", explica.

La suerte –como en la taba– cambió en poco tiempo. Lo citó Fabián Coito para entrenar con la preselección uruguaya sub 20. Era el único de un club del interior. Había venido a entrenar a Peñarol. Su técnico era Álvaro Regueira –de quien tiene un gran recuerdo–, pero "no quedé por problemas extrafutbolísticos del club".

De lunes a miércoles viajaba en bus desde Minas al Complejo Celeste y jueves y viernes hacía el liceo en la capital de Lavalleja.

"Nos quedábamos con Facundo Waller en un hotel por el Geant. Al final, no quedé en la lista que fue al Sudamericano de Ecuador que salieron campeones. Me quedé contentazo por los chiquilines. Era un grupo tremendo", dice.

A veces llegaba muy temprano al Complejo por los horarios del bus y siempre se quedaba mirando televisión con el Maestro Tabárez.

"No me salían las palabras. Él a veces me decía algo y yo casi que ni respondía. No es que sea tímido, pero es muy difícil poder hablar con una persona así que ganó e hizo tanto por Uruguay. Estaba en las nubes. No lo podía creer", recuerda.

Habla muy bien de Coito: "Tuve problemas familiares y él habló media hora conmigo y me entendió. Es un crack. Me aconsejó siempre para bien. Es un tipo que siempre tiene la palabra justa. Es raro que un técnico se siente a hablar con un jugador como si fuera un amigo. Él lo hacía".

Firmó con una empresa de representantes y se fue a probar a Italia. Estuvo en Carpi y en Virtus Entella. Como no había cupos, se fue a Royal Excel Mouscron de Bélgica, pero no consiguió el pasaporte comunitario y se volvió, pero no a Uruguay, sino que arregló con Atlético Tucumán.

Allí quedó en el plantel principal, aunque jugó siempre en la Reserva. "Fueron siete meses de una tremenda experiencia en todo sentido", sostiene.

Rafa García –hoy en Nacional– estaba en Atlético Tucumán y le recomendó al Ronco López que lo trajera a Rampla. Así fue como empezó su carrera profesional en Primera. "El Ronco era un fenómeno. Escuchaba mucho, entiende al jugador".

El domingo fue su día con esos dos golazos. "Contra Danubio, hice la misma chilena, pero la sacó el arquero del ángulo. Nos jugábamos muchas cosas y por suerte lo dimos vuelta", indicó.

No le gusta Montevideo. "No me acostumbro, soy de pueblo muy chico. Acá se aglomera mucha gente, pero me acostumbro".

Una de las cosas que más extraña de Pirarajá es jugar a pelota de mano. "Me encanta. Jugamos con pelota de tenis que duele más Allá se juega en cancha abierta y acá cerrada. No me gusta". Matías tiene las cosas claras y ya se dio a conocer.

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