D. Battiste

El presidente trapense

Las preferencias políticas del pueblo uruguayo han sido diversas y dinámicas

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07 de agosto de 2018 a las 04:45

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En la década de 1980 había un comediante que era figura recurrente en el programa nocturno de David Letterman, cuyo humor se caracterizaba por los comentarios originales que hacía sobre la vida contemporánea. Era una especie de Alfred Jarry en inglés. El estilo de sus chistes iba así: "¿Cómo preferiría morir? ¿Ir paseando por una calle comiendo un helado de frutilla y que de pronto le caiga un piano de un vigésimo piso, o que le pase por encima un tráiler de 18 ruedas porque no se dio cuenta que había cambiado la luz del semáforo? ¿La primera opción? Sí, a mí también me encanta. Buena elección." Y usted, qué prefiere tener, ¿un presidente que una vez por semana, o varias, hable como loro parlanchín en su propio programa de radio, al estilo Hugo Chávez o Nicolás Maduro, o a un mandatario sigiloso que vive encriptado en su silencio y al cual los periodistas no tienen acceso en forma regular y distendida? ¿Un presidente como Donald Trump, que a diario, desde las primeras horas de la mañana hasta muy entrada la noche, envía en sobredosis cantidades industriales de tuits, o uno que no maneja las redes sociales, y que hace de su blindado misterio una de sus señas de identidad?
Para decir algo en lo cual todos podemos estar de acuerdo, incluso el implicado, Tabaré Vázquez es un presidente parco. Una de las acepciones de la palabra parco es: "Que es escaso aunque suficiente para producir cierto efecto". Vázquez, cuyo estilo ya era conocido, fue reelecto, por lo tanto podemos concluir que los uruguayos son afines al efecto de la parquedad, hasta cuando es practicada desde el poder como parte de un estilo de gobernar.

El uruguayo, como todos podemos estar de acuerdo también, es un pueblo cuyo comportamiento puede con facilidad ser neurótico, muy voluble. Es capaz de idolatrar a un entrenador de fútbol si las cosas van bien, pero pedir su inmediata renuncia al menor descalabro producido por resultados adversos. O bien puede pasar de un presidente cuyo perfil incluye la verborragia y que encanta serpientes con la palabra, como José Mujica, a otro que se comporta como monje trapense, haciendo declaraciones cada muerte de obispo, como Vázquez. ¿Cuál de las dos opciones puede considerarse una "buena elección"?
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