Foto: Leonardo Carreño.

En camino hacia el fin de año

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04 de noviembre de 2022 a las 15:15

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Nos vamos acercando al fin de año después de haber recorrido diez meses. El calendario nos trae a noviembre y diciembre. En nuestras latitudes estos dos meses agolpan innumerables momentos vividos.

La casualidad no existe y el calendario nos brinda dos fechas entrañables.

Han transcurrido diez meses y en estos encuentros he tenido el gran gusto de conversar y encontrarnos con los tan amables lectores del El Observador. Ahora nos acercamos velozmente al fin del año. Noviembre nos encuentra en nuestra vida cotidiana. Los estudiantes ansían un buen descanso y los docentes también. En verdad es universal ese deseo. Llegará de distintas maneras.

Ahora, al inicio del mes de noviembre nos encontramos con dos fechas entrañables. Ellas son el primero de noviembre y la segunda el dos de noviembre. Esas fechas tienen un profundo sentido religioso. En la primera llamada “de todos los Santos”, los creyentes nos alegramos. No es un recordatorio más. Es nada menos que la celebración de mujeres y hombres que gozan de Dios.

El dos de noviembre nos trae al recuerdo a quienes nos precedieron en esta vida. Por eso visitamos sus tumbas, llevamos flores y rezamos.

En este espacio del “comportamiento en la vida cotidiana” no puedo dejar de recordar una anécdota. Años atrás, muchos años atrás, en los veranos me agradaba caminar por el campo, no tenía alambrados, y parecía no tener fin. Una de aquellas mañanas hice un descubrimiento. Rodeada de vegetación apareció una cruz de hierro.  La cruz tenía una flor hecha de trapos. Pronto supe que allí habían enterrado a un difunto. El paraje estaba alejado de todo. De pronto me acordé de una muy sencilla oración y la dije gritando. Nadie podía escucharme. Después del descubrimiento, cada tanto, me escapaba hacia la tumba de la cruz de hierro y la flor de trapo para decirle a mi anónimo amigo la oración recordada.

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