C. PAZOS

Opciones para aliviar el tránsito

Desinterés por estacionamiento subterráneo obliga a arbitrar medidas más factibles

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16 de octubre de 2017 a las 05:00

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El fracaso del proyecto de construir estacionamientos subterráneos impone a la Intendencia de Montevideo arbitrar medidas más factibles, pero que ha omitido hasta ahora, para aligerar el atiborrado tránsito en la capital. Su estado, por momentos caótico, se agrava desde hace décadas por la inercia de previas administraciones municipales que miraron de pasivas manos cruzadas el crecimiento vertiginoso del parque automotor. Y en las pocas veces que actuaron se equivocaron de medio a medio, como ocurrió con los corredores de Garzón y de General Flores, en los que la anterior intendenta Ana Olivera despilfarró decenas de millones de dólares sin beneficio alguno.

En busca de una solución más sensata, el equipo del intendente Daniel Martínez concibió licitar la construcción de playas subterráneas, con capacidad para 500 autos cada una, en las zonas de la ciudad con mayor concentración poblacional y vehicular. Se hicieron llamados para siete proyectos, en vez de los 11 anunciados originalmente. Pero no hubo interesados, excepto un único postulante para un estacionamiento bajo el parque de Villa Biarritz, fuertemente resistido por los vecinos de la zona. Óscar Curuchet, director de Desarrollo Económico de la comuna, informó a El Observador que se “resolvió no continuar con el llamado a licitación de los estacionamientos por falta de interés real que ha existido de posibles inversores privados”.

El desinterés derivó en gran parte del volumen de las zonas de restricción. Posibles inversores querían que fuera más amplia el área en torno a los nuevos parkings donde quedaría prohibido el estacionamiento en las calles, como forma de asegurar más clientes a las playas bajo tierra. Curuchet dijo que, como alternativa, se estudian llamados a edificios de altura y estacionamientos abiertos, como la explanada posterior del Palacio Municipal en la calle Soriano. Pero siguen eludiéndose medidas comparativamente más fáciles y rápidas para agilizar algo el movimiento de vehículos, imitando lo que han hecho otras ciudades en la región y el resto del mundo.

Una es la prohibición de estacionar en calles de las zonas con mayor densidad de población. Otra es terminar con el absurdo de calles angostas pero de doble mano, curso que alguna vez se amagó adoptar pero quedó en la nada por oposición de comercios de la zona. Se impone también la construcción de overpasses para generar agilidad al reducir la proliferación de semáforos que, si bien aportan seguridad, enlentecen el tránsito. Un ejemplo notorio es avenida Italia, concebida como vía rápida pero convertida en vía lenta por el exceso de semáforos y por el desaprovechamiento de su amplio cantero central. Estas medidas darán fluidez y rapidez al transporte público, facilitando su mejoramiento y su uso por las personas forzadas a dejar sus autos en sus viviendas.

Los estacionamientos subterráneos han sido una solución parcial en muchas grandes ciudades. Han demostrado ser difíciles de concretar en Montevideo por desequilibrio entre la inversión privada requerida y el rédito previsible. Ante esta realidad, reconocida por la intendencia, no queda otro camino que recurrir a medidas viables y de efecto relativamente rápido si se quiere aliviar un problema que, junto con los de la basura y la seguridad, más agobia y preocupa a los ciudadanos.

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