Persiguiéndonos la cola
Carta del lector Leandro Rodríguez
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23 de noviembre de 2020 a las 05:00
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Por Leandro Rodríguez
La democracia parece acelerar su senda destructiva, nada parece detener su destino manifiesto. Sus líderes han sido sumamente exitosos al elementarizar la política, trasladando al escenario electoral la falsa definición de los conflictos, pues aun perdiendo por voto popular los espacios de poder no ceden ante sus derrotas, buscan conquistarlos a través de la violencia como en Venezuela, Chile, Bolivia y, al parecer, en los propios Estados Unidos si se comprueba hubo fraude en las recientes presidenciales.
La izquierda de hoy dejó las montañas e intenta compaginarse a la sociedad política, la abominación de Santos en Colombia de indultar y concederle reconocimiento partidista a las Farc es un buen ejemplo. La izquierda promueve la ruptura del hilo constitucional, buscar estallar las democracias bajo el argumento caza-bobos de promocionar “constituyentes” como panaceas, así intenta sembrar las bases legales de sus proyectos retencionistas de poder, así comenzó todo en Venezuela, mírenla hoy.
Es lugar común apreciar como en Europa y América latina las naciones se persiguen la cola, van de gobiernos de izquierda a derecha y viceversa, claro, las diferencias son obviar, dependiendo de la madurez política de cada país. En el nuevo continente la cultura política es sumamente inmadura y la izquierda busca preservarla así, básica, e incluso rudimentaria como en Cuba, Venezuela y Nicaragua, de ese modo para quien detenta el poder es mucho más sencillo controlar a la población.
Insistimos, no se trata de defender a la denominada “derecha”, al contrario, es un llamado a que como ciudadanos aprendamos a mirar/asimilar la política, no desde la idiotizante y furtiva óptica ideológica que busca crear feligreses políticos que perdonen/acepten todo lo malo a sus “redentores”, ¡no! Se trata de asumir la política como herramienta para la obtención de calidad de vida cada vez más elevada, y para ello debemos deslastrarnos de las ideologías políticas. Estas solo crean incondicionalidad y en política ello es fatal.
Hoy, ni la llamada izquierda ni derecha pueden por sí solos, dependen de sus alianzas y del conglomerado que es su país. Hoy, los feligreses de la izquierda y la derecha continúan viendo cartas repetidas, acusaciones, amenazas, anuncios de cambios rimbombantes que terminan carcomidos por la intransigente realidad. Seguimos abarrotados de mismas promesas de cambio que no hacen más que empeorarnos conforme pasan... Si dejamos a un lado las ideologías políticas y anteponemos nuestra ciudadanía los cambios comenzarán a gestarse.
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