Redes de mujeres

En tiempos de tribu y vida en comunidad los aprendizajes circulaban de una a otra generación sin más requisito que la vida misma. Hoy, la ancestral tendencia a formar círculo sigue pulsando en las venas de las mujeres y traccionando la generación de redes de contención

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12 de mayo de 2018 a las 05:00

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Un antiguo proverbio africano dice que "para criar a un niño hace falta una tribu entera". Y es cierto de varias maneras, tanto desde el punto de vista del niño como del de la madre. Hace miles de años, las mujeres formaban círculo en torno al fuego y encaraban las tareas cotidianas y la crianza de los niños en forma colectiva, mientras los hombres procuraban el alimento. La realidad de una mujer recién parida era bien distinta de la que puede ser hoy en día. Vivimos en familias nucleares pequeñas, en departamentos aislados, muchas veces lejos de nuestros parientes y amigos, y con vidas independientes, sobre todo en las grandes ciudades. Las mujeres con niños pequeños emprendemos entonces la búsqueda de apoyo, compañía, cobijo, ayuda y disponibilidad que una tribu entera nos hubiera prodigado, pero lo que encontramos cerca es quien ha sido nombrado padre oficial del niño. ¿Puede una sola persona reemplazar los roles de muchas? Según la terapeuta y escritora argentina Laura Gutman, en la mayoría de los casos, "hay un profundo desencuentro en la pareja, porque una mamá y un papá son demasiado poco para criar a un niño. Puede resultar extravagante este pensamiento pero creo que estamos diseñados para vivir en comunidad, como la mayoría de los mamíferos". Pero, ¿dónde está esa comunidad, dónde está nuestra tribu?
[Por María Clara Martínez]

La nueva tribu

Vanesa Calderón es doula, psicóloga y mamá, y abre las puertas de su casa a otras mamás con sus bebés cada dos semanas desde hace ya cinco años. Prepara un té chai y abre el baúl de los juguetes de su hijito de un año recién cumplido, quien regala sonrisas a todos los invitados. Allí, durante dos horas de ronda compartida, circulan consejos, deseos, vivencias, miedos y confesiones. "Acompañar a las mujeres en el viaje de la maternidad es mi granito de arena para cambiar un poco el mundo". Así, lo que nació de una necesidad propia de madre y comenzó como círculo de mujeres, fue tomando forma de grupos de gestación, puerperio y crianza, que asumen el poderoso nombre de tribu. Y la tendencia se multiplica desde este barrio de una ciudad cualquiera en la provincia de Buenos Aires a cientos de rincones en el mundo. Estos grupos de crianza en tribu son espacios de encuentro y comunión, algunos de ellos coordinados por alguna profesional (psicóloga, doula, puericultora), quien guía y propone las reuniones, mientras que otros son completamente autogestionados. Algunos son gratuitos, otros pagados. Algunos reúnen espontáneamente a antiguas amigas, otros hermanan desconocidas. Todos comparten la pulsión gregaria de hacer sentir más fuertes a sus miembros por el hecho de estar juntas, de tejer una red.

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En la misma línea, otros círculos de mujeres también se multiplican. A primera vista, son meras reuniones para conversar, pero su esencia contiene algo más profundo: son espacios de encuentro y contención, analizan los arquetipos que nos atraviesan y buscan trascender la mera charla. "Se da cierta dinámica ritual. En primer lugar, honrar la figura misma del círculo como un lugar donde no hay centro, donde la palabra y la energía circulan, y el saber es horizontal. Hay alguna facilitadora pero la consigna es que cualquier mujer con voluntad puede generar su propio encuentro de mujeres, no hay jerarquías, ni formaciones previas. El objetivo es honrar lo femenino", explica Silvia Elizalde, investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) del Estado argentino.

Redes en la nube

"Sofi tiene 8 meses y medio y me siento sobrepasada, ahogada, saturada. Es la primera vez que colapso así: lloré 6 horas sin parar hoy. No busco consejos, solo quisiera saber si soy la única que a esta altura se siente tan desbordada", escribe Mariela en el grupo de Facebook Club de Mamás Imperfectas. Le siguen treinta y tres comentarios de empatía y apoyo. "Te escribo por privado, me pasa algo parecido", le responde Alejandra. Así, con la herramienta de un celular, una mujer rompe el aislamiento de su departamento en un piso 12. La palabra red aplicada a nuestros días nos remite directamente al mundo virtual, a las redes sociales y ellas son uno de los recursos más accesibles que encuentran las mamás de hoy frente a la necesidad de tribu. Cada día se crean nuevos grupos de Facebook y de Whatsapp con temáticas relacionadas a la maternidad. De la mano de tendencias relacionadas a la crianza respetuosa, el porteo y nuevos métodos de alimentación, proliferan los grupos en los que se comparten experiencias, recetas, preocupaciones, logros y hasta fotos y anécdotas divertidas. Una constante: la necesidad de confirmar que estoy haciendo bien las cosas y que hay alguien más a quien le pasa lo mismo que a mí. El grupo Club de Mamás Imperfectas fue creado por Romina Aguilera a comienzos de 2017, como parte de un proyecto denominado Mamá a bordo y con el propósito de generar una comunidad para compartir experiencias, intercambiar dudas e información útil. Por otro lado, Crianza en brazos (porteo ergonómico en español) —otro grupo de Facebook— llega a más de 38.000 miembros de habla hispana y sus publicaciones se limitan al uso y recomendación de diferentes métodos de traslado. Este sistema, cada vez más difundido, propone llevar a los bebés sobre el propio cuerpo con ayuda de mochilas o fulares (telas), lo cual permite tenerlos permanentemente cerca y, a la vez, tener las manos libres para realizar diferentes tareas. Está administrado por asesoras especializadas en porteo de América y España, y contiene fotos, información y datos cuidadosamente clasificados en sus archivos. Si tenés dudas de cómo usar la bandolera, si el bebé está bien colocado en el fular o si es buena la marca de la mochila que estás por comprar, se comparte y siempre alguien está pronto a responder. Una verdadera escuela comunitaria.

Círculos protectores

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Por tradición o por instinto, el hombre se ha construido como la figura protectora natural de la mujer. En los tiempos que corren, sin embargo, y frente a la violencia que ha implicado desde siempre la cultura patriarcal, un refugio más certero para las mujeres parece encontrarse en otras mujeres. En cada distrito de la ciudad de Rosario, en la provincia argentina de Santa Fe, el municipio sostiene redes de mujeres como parte de acciones estatales en torno a la prevención sobre violencia de género. Son espacios que buscan promover derechos y desarmar estereotipos. La particularidad es que son llevados adelante y sostenidos en el tiempo por las propias vecinas, de forma voluntaria. "Son mujeres atravesadas por situaciones de violencia y que han trabajado para empoderarse en estos espacios grupales, reconociéndose con otras. Se han fortalecido en conocer sus derechos y ahora están en una nueva etapa que es la de salir al mundo tratando de proponerle ese trabajo a otras mujeres", explica Carolina Mozzi, directora del Instituto Municipal de la Mujer, desde donde se coordina la iniciativa. Algunas de las redes anteceden a la conformación del instituto y otras se han ido armando a raíz de él. En este sentido, las pioneras están en el sur: allí la red tiene casi quince años de existencia y de trabajo ininterrumpido. Según cuentan, la primera formación de la red surgió del Presupuesto Participativo, a partir de un proyecto votado por los vecinos para realizar capacitaciones sobre violencia de género. Cada miércoles se reúnen las nueve o diez mujeres del "elenco estable" de la red sur, pero su trabajo se extiende mucho más allá de un día y horario: la tarea es cotidiana.

La asociación Mujeres Aportando a Mujeres (MAM), en México, se creó a partir de los primeros centros de atención a víctimas, fundados por el Estado al inicio de los años de 1990. Cansadas de lidiar con la inestabilidad del apoyo gubernamental, decidieron constituirse como una sociedad civil que acompaña a víctimas de violencia de género. "¿Cómo acompañamos? De la manera que la mujer nos lo pide y lo requiere", explica su fundadora, Verónica Navarro. "Un acompañamiento muy importante es el psicológico: tenemos terapias de carácter individual y grupal, también damos asesoría y acompañamos a las mujeres en el proceso de descubrir qué es lo que les está pasando, y también en el proceso de crecimiento a vivir una vida sin violencia. Lo cierto es que ellas salen solas, los recursos vienen de ellas, de su fuerza interna. MAM simplemente es un gran acompañamiento", completa.

Música, mamá y mujer

Aunque soplan vientos de cambio desde hace algunos años, en la provincia argentina de Santiago del Estero predomina aún una cultura profundamente patriarcal y de valores conservadores. En ese contexto, cuatro mujeres músicas se preguntaron en el año 2006 si serían capaces de llevar a cabo cada instancia de la producción de un proyecto musical: hacer los arreglos, tocar y cantar, diseñar y producir la imagen, gestionar las actuaciones y el marketing. Así nació Las Mullieris, un grupo de música folclórica argentina y latinoamericana que en latín significa exactamente eso: de mujeres. Durante más de diez años transitaron escenarios de todo el país y allí comenzó a surgir otra pregunta fundamental: ¿dónde están las mujeres? ¿Por qué no las vemos? La respuesta de dos integrantes del grupo, Marta Nazar y Carolina Heick, fue la puesta en marcha del movimiento Música de Mujeres, en diciembre de 2016. El propósito fue claro: visibilizar el trabajo de la mujer música, conocerse y reconocerse, trabajar colaborativamente. "El primer objetivo fue un festival de música de mujeres para poder hacer alianzas y tender redes pero en 2017 no nos fue posible", cuenta Marta. Para caminar hacia esa gran meta, comenzaron a dar pequeños pasos y en marzo de 2017 organizaron la jornada "Enredadas, sintonía de género". Durante cinco horas la plaza principal de la ciudad de Santiago del Estero se pobló de mujeres artistas pintando, haciendo acrobacia en telas, cantando, bailando danza de porteo (mamás con sus bebés), montando pequeñas piezas de teatro, mostrando sus artesanías, fotografías, audiovisuales. De a poco la red comenzaba a tejerse. En agosto del mismo año se montó el espectáculo Mujeres por mujeres, canciones de compositoras latinoamericanas interpretadas por mujeres, tocando y cantando.

Así, en movimiento, se fue haciendo visible y a fines de marzo de 2018, se organizó el Primer Encuentro Nacional de Música de Mujeres en Santiago del Estero, Argentina. "Creemos que la alianza entre mujeres es algo que se da natural y ancestralmente, está en nuestro ADN. Mirá, yo no soy demasiado mística, pero hablando de la necesidad de hermanarnos te cuento una confidencia: con Caro somos muy amigas desde los 15 años y llevamos una vida entera haciendo música juntas. El día de su casamiento nos enteramos de que nuestros abuelos, los dos árabes, eran íntimos amigos y se juntaban a hablar árabe, a confraternizar. Maktub ("ya estaba escrito"), como dicen los árabes. Creo que la unión de mujeres es eso, un acuerdo ancestral de mucho amor y respeto", concluye Marta.

La música puede ser una profesión, una carrera artística, una expresión espiritual y también un vehículo de encuentro, un genuino elemento para la comunión de las personas. Hace casi diez años, en pleno auge de su puerperio, la cantante brasileña Isadora Canto reunió a un grupo de amigas para compartir angustias, soledad, inseguridades, pero también sonrisas, miradas y amores, y transformarlos en canciones en la inmensa San Pablo. Así, en ronda, cantaron con y para sus bebés, y se transformaron en Materna em canto, la primera y más antigua agrupación coral de mamás, que a la fecha suma treinta mujeres madres. Las voces acunan y envuelven a sus niños, acurrucados en fulares o simplemente en los brazos; las polleras se mecen en el escenario y entre los pliegues aparecen las cabecitas de los hijitos que ya deambulan. Ver y oír cantar a treinta madres con sus hijos tiene la fuerza de un ciclón. "Hoy, con los ojos húmedos, el mentón temblando y el corazón lleno de amor, siento que siempre estuve en el camino correcto. Hoy presento un grupo fuerte, cantando con verdad, cantando el empoderamiento y esa fuerza que viene de la más pura alma femenina", cuenta Isadora, portavoz del mundo de la maternidad desde hace 15 años a través del Proyecto Acalanto (vivencia musical en la gestación) y dos álbumes inspirados en la experiencia de ser madre (uno de ellos nominado al Grammy Latino en 2007).

En palabras de la escritora española Casilda Rodrigáñez, "las mujeres tenemos que contarnos muchas cosas, de mujer a mujer, de mujer a niña, de madre a hija, de vientre a vientre".

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Redes de campo

Sobre la ruta que conecta Fray Bentos con Montevideo está el pueblo Santa Catalina. Las casas bajas, las calles de tierra, la vía sobre la que crece la maleza. Aquí también la vida se abre paso y la fuerza de las mujeres supera la inercia del tiempo que parece detenido. El premio Pueblo Turístico del Ministerio de Turismo —que incluye incentivo monetario y asesoramiento técnico y humano—, obtenido en 2014, nucleó los proyectos de un grupo de mujeres de campo. Cada sueño, cada lucha cotidiana consiguió hilvanarse con el de la otra y así un círculo virtuoso empezó a rodar y a avanzar. Y con ellas el pueblo, que comenzó lavándose la cara y sacando a relucir sus mejores ropas para recibir a los turistas y viajeros. El punto neurálgico fue la vieja estación de ferrocarril que otrora dinamizó el desarrollo del pequeño pueblo y su producción. Centro para eventos, restaurante ocasional, lugar de encuentros y testimonio en pie de una parte de la historia del pueblo, hoy luce completamente lleno de vida, renovado para deleite de los visitantes y locales. Sofía es hoy la dueña de la Estancia Santa Catalina, una vieja casona que viera nacer el pago hace más de un siglo. Rodeada de un jardín de plantas autóctonas y flores de todo tipo, espera a sus visitantes envuelta en su chal, para servirles un exquisito té con tortas y enseñarles algunos rudimentos de jardinería. Karen es quesera. Desde hace años comienza su jornada con el ordeñe a las 4 a.m. Para las 7, los quesos están en la prensa, las vacas en el campo y la niña en pie para ir rumbo a la escuela. Sus ojos celestes como el cielo y pícaros como los de una niña se humedecen al contar que cuando su marido no está ella reina y decide sobre su territorio: el tambo. Teresita es maestra, pero también domina el ceremonial. Dora pinta y enseña en su atelier. Mariela es la guía y ofrece hospedaje en su casa. Todas sueñan hoy de la mano. Porque las mujeres en círculo pueden conjurar cualquier miedo o cualquier deseo. Pueden hechizar la realidad y convencerla de trabajar para ellas, crearla, amigarse con ella, aceptándola y transformándola a la vez.
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