C. Dos Santos

Reestructura lechera

Tanto tamberos, cooperativistas como empresarios asisten a un desplome del sector donde lo único cierto parece ser la ausencia de un fondo sobre el cual apoyarse para empezar a renacer de una buena vez

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20 de agosto de 2018 a las 05:00

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La lechería en Uruguay vive uno de los peores momentos de su historia. Tanto tamberos, cooperativistas como empresarios asisten a un desplome del sector donde lo único cierto parece ser la ausencia de un fondo sobre el cual apoyarse para empezar a renacer de una buena vez.
La semana pasada el gobierno, con el apoyo de 88 votos en 90 en la Cámara de Diputados, decidió darle una bocanada de oxígeno a la sanducera Pili evitando al menos por un tiempo –breve– el cierre de la empresa y el colapso de cientos de productores y trabajadores que, como quien recibe un shock vitamínico en momentos de desnutrición, reacciona con optimismo y esperanza.

Pero los densos nubarrones oscuros sobre el sector lácteo permanecen amenazantes en el horizonte, impávidos ante la buena voluntad mostrada por el Poder Ejecutivo y legisladores de todos los partidos políticos. La parca anda en la vuelta y todos la huelen.

La voz más clara en contra de la ley fue la del diputado nacionalista Rodrigo Goñi quien reclamó al gobierno no una aspirina, sino una solución global para el sector lácteo que empiece por terminar con el abuso sindical al que han sido sometidas empresas extranjeras y nacionales y al que está siendo sometida la propia Conaprole para que llene las 50 vacantes que se han generado por jubilación.

En buen romance, es el sindicato quien decide cuántas personas deben trabajar en una empresa ante la pasividad del gobierno.Para Goñi, y en general para todos los diputados, esta ley no arregla nada. O sea Pili vivirá por un tiempo más en espera de un inversor que difícilmente llegue porque la experiencia de los inversores extranjeros en el sector lácteo no es positiva.

Son demasiado fuertes y frescos los casos de Schreiber Foods, los de Parmalat o lo del grupo peruano Gloria que huyeron despavoridos ante irracionales planteos sindicales, más preocupados por la lucha de clases del siglo XIX que por el bienestar de los trabajadores del siglo XXI. Para peor, hay que sumarle la situación generada por las nefastas políticas del "compañero" Nicolás Maduro, muy amigo del PIT-CNT pero que no paga las deudas que tiene con Uruguay.

Hoy las industrias están vacías de vida y trabajo, con telarañas y nostalgia de un futuro que nunca llegó. Y los tamberos que se han tecnificado y modernizado como casi ningún sector ven como la cuesta se les hace cada vez más empinada para poder seguir trabajando."Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí" es el cuento corto más conocido del mundo. Su autor es el guatemalteco Augusto Monterroso y es frecuente citarlo en diversas ocasiones. Uruguay no puede seguir durmiendo con el dinosaurio a su lado. Es difícil construir en tierra arrasada, y es hacia ese lugar adonde parece dirigirse el sector lechero.

Por más asistencia y voluntarismo genuino, la lechería debe reestructurar sus pilares productivos, racionalizar desde la lógica la relación perversa que ha impuesto el obtuso sindicalismo centralista –basado en una lucha de clases que solo trae desempleo y desesperanza– y ejercitar el siempre sano y muy saludable ejercicio de cuidar los números para poder crecer y seguir siendo un pilar del orgullo de nuestra economía. Ignorar las causas del problema, y aplicar trapos tibios, no sirve ya más para nada. El gobierno tiene la respuesta para un sector pujante pero agobiado por planteos insólitos.
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