Una novela sobresaliente sobre el conflicto adolescente/adulto

Se reeditó El guardián entre el centeno, del estadounidense J.D. Salinger

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11 de febrero de 2018 a las 05:00

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Aunque el libro se vendió muy bien desde su primera edición en 1951, no hay duda que varios sucesos insólitos contribuyeron a que esta novela de J.D. Salinger se volviera un fenómeno mundial más allá de sus evidentes virtudes literarias.

Poco después de asesinar al músico John Lennon, Mark Chapman, que estaba leyendo el libro cuando la policía lo arrestó, declaró que se sentía Holden Caufield, el protagonista de la obra. John Hinckley, el hombre que atentó contra el presidente Ronald Reagan, confesó que estaba obsesionado con la novela. Robert John Bardo, que asesinó a la actriz Rebecca Schaeffer, llevaba un ejemplar de la novela cuando fue detenido por las autoridades.

Aunque El guardián entre el centeno tenga un par de pasajes donde el protagonista desea matar a su rival de turno, difícilmente se pueda buscar allí la razón que explique la fascinación de los delincuentes citados por el texto de Salinger. En todo caso, es la novela en su totalidad, con su crítica feroz a casi todos los estamentos sociales y reglas de convivencia, y su rebeldía un poco atolondrada contra todo, lo que puede explicar esa empatía.

Más allá de los desastres que inspiró o pudo haber inspirado, la novela es una maravilla que se luce a la hora de describir la adolescencia a través de la mente irascible y caótica del joven protagonista, que tras ser expulsado del colegio por malas notas vaga por Nueva York tratando de encontrarle un sentido a la existencia. De neto corte confesional, abundan en la novela las frases que comienzan con un "Soy tal cosa o tal otra", recurso que Salinger utiliza incluso cuando decide jugar las cartas de la ironía y el humor: "Soy un completo analfabeto, pero leo muchísimo", escribe.

Como en todas las grandes novelas, el argumento es sencillo y no sucede gran cosa a lo largo y ancho del libro. Pero ese deambular por la ciudad sin un rumbo claro de Caufield, más solo que la muerte entre miles de personas, le basta a Salinger para señalar todos los defectos de una sociedad adulta que le genera rechazo por su hipocresía, su indiferencia y el abandono permanente de los niños y adolescentes a su suerte.

Casi nadie sale bien parado del juicio despiadado del protagonista, salvo su hermana menor y un hermano ya fallecido al que adora. El resto, los profesores, compañeros de estudios, novias, empleados de hoteles, prostitutas, padres, taxistas y un largo etcétera, son defenestrados sin piedad por una mente adolescente que se niega a evolucionar hacia la adultez que representa todos los males.

A diferencia de los jóvenes de Jack Kerouac, que se lanzan a la carretera para escapar de un destino amargo que los espera, Caufield parece girar en círculos sin poder hallar una salida. Ni en las drogas, ni en el alcohol, ni tampoco en el amor, encuentra una vía de escape a su angustia por lo que su viaje se limita a un ir y venir de gato encerrado. Leída 67 años después de publicada, la novela conserva intacta su fuerza demoledora. También hay que decir que difícilmente pase hoy el filtro feminista o de la comunidad homosexual, ya que el libro es además de políticamente incorrecto, brutal en sus conceptos sobre esas dos poblaciones. La mayoría de las chicas del libro son descritas como prostitutas o mujeres fáciles y frívolas, y las veces que se refiere a los homosexuales lo hace con evidente desprecio y temor.

Pero más allá de esos puntos controversiales, gracias a la prosa deslumbrante de Salinger, a su forma revolucionaria de contar, es posible disfrutar la novela de la primera a la última página. El guardián entre el centeno es una victoria del arte sobre la realidad, ya que del caos y la confusión, logra extraer belleza.
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