Aún no sale de su asombro. Natalia Oreiro recibió anoche el Martin Fierro de Oro correspondiente al cine por su labor como protagonista de La mujer de la fila, de Benjamín Avila. No sólo se premió este trabajo sino todos los que viene realizando desde que debutó en la pantalla grande con Juan José Jusid en 1998. Aunque, específicamente, la actriz siente que su interpretación cambió en 2012 cuando rodó Infancia clandestina, también de Avila.
“Aún no era mamá cuando hicimos aquella película. Mi hijo tiene 13 años, quedé embarazada cuando terminé de hacerla”, rememoró recientemente. “Siempre voy a estar agradecida a Benjamín por darme mi primera oportunidad dramática. También a todos los maestros que me dio este trabajo, esta vocación. A todos los actores y actrices que me acompañaron y ayudaron a crecer. Yo no era buena actriz, tuve buenos maestros y muchos directores confiaron en mí”, fueron algunos de los agradecimientos que mencionó cuando ya tenía entre sus manos el galardón más importante de la velada. Y ya había conquistado el de Mejor Actriz por La mujer de la fila, minutos antes.
NATALIA OREIRO
Anoche fueron muchas las imágenes que se le vinieron a la cabeza a Oreiro, entre ellas, la jovencita uruguaya de 16 años, hija de Mabel y de Carlos, que cruzó el Rio de la Plata para cumplir su sueño de ser actriz. Primero hizo comerciales y luego bolos (pequeñas participaciones con poco o nada de texto) en Alta comedia y Aprender a volar, hasta que Alejandro Romay puso sus ojos en ella y la eligió para protagonizar Ricos y famosos junto a Diego Ramos en 1997. Y luego vino Muñeca brava y su despegue internacional.
“Gracias a mí que confié y que fui atrás de mis sueños, a mis padres que me dieron libertad y me esperaban con un plato de comida caliente cuando volvía a casa. Y a la Argentina por darme una hogar y una profesión”, enumeraba entre lágrimas.
“Mi lugar está acá. En el Río de la Plata, porque tengo el corazón uruguayo, pero mi casa es Argentina. Soy feliz acá, con todo el caos. Viví el desarraigo desde muy chica. Con mis abuelos nos fuimos a vivir a España porque mi papá perdió el trabajo”, repasa Oreiro. “Yo tenía 6 años y nos fuimos a probar suerte a Málaga”.
NATALIA OREIRO
Luego de ser escolarizada en España, volvió a Uruguay y a la escuela sintiéndose rara porque hablaba con tonada española y allí con tonada uruguaya. “Cuando vine a la Argentina, dejé a mis padres, a mi hermana, a mi novio de ese momento. Me costó mucho volver a encontrar pertenencia, un hogar”, ese sentimiento recién lo recuperó cuando compró la casona de Palermo sobre el Pasaje Santa Rosa, en donde vivió 18 años. Primero siendo soltera y luego casada con Ricardo Mollo. Allí nació su hijo Merlín Atahualpa.
El personaje del filme que le dio el premio, “fue transformador".
"Trabajar con mujeres y contar sus historias te modifican. A veces me pregunto: ¿qué tengo ganas de hacer? Y esto quiero hacer, películas que tengan un contenido, un rol social. Poder poner luz en un lugar en donde la sociedad juzga”, revela sobre las elecciones que hace cuando le llegan guiones. Así fue como soñó con ser Gilda, la cantante de cumbia, y lo logró de la mano de la directora Lorena Muñoz. Y fue Eva Perón en la serie Santa Evita, exponiéndose a bajar de peso casi al límite de la salud. Ahora va por un nuevo desafío, dirigir.
“Me gusta tirar ideas. En general, cuando me siento cómoda y contenida en un rodaje, lo hago. Pero de toda la vida y en algún momento, va a ser un camino. Lo voy a transitar y estoy en búsqueda de eso. Como soy un poco estructurada, los taurinos tenemos procesos largos pero seguros y voy a encontrar qué quiero contar. Voy a esperar a que mi hijo sea más independiente porque ser director es un 360 de un proyecto. Estas desde la gestación, la filmación, el post de un proyecto. No voy a desaparecer como mamá, claro que no. Pero me gustaría que él fuera un poquito más grande para no perderme de esos años que está transitando”, cierra orgullosa de saber que tiene otro anhelo por delante.