El hartazgo ante todo lo que representan Sergio Massa, Cristina Kirchner, Máximo Kirchner y Alberto Fernández, para citar a las figuras más rutilantes del kirchnerismo, se impuso, con creces, a la incógnita que, todavía, sigue expresando Javier Milei.
Los más de 11 puntos de diferencia que Milei le sacó a Massa quizás también representen, en parte, la esperanza de un futuro mejor. Aunque todavía parezca incierto.
No hay antecedentes sobre muchas de las cosas que acaban de suceder.
Es la primera vez que un outsider se transforma en presidente después de 2 años de dedicación plena y luego de haber saltado de la televisión a la política en unos cinco minutos.
Es la primera vez que asume un presidente de una fuerza política que viene del liberalismo económico más puro; un liberal-libertario, como se autopercibe Milei.
Es la primera vez que un presidente va a ejercer el poder sin un solo gobernador ni un solo intendente de su misma fuerza política.
Y el impacto mundial que está teniendo la noticia se explica por todo eso, pero también por el apoyo que está recibiendo de personalidades como Donald Trump o Elon Musk, para citar a dos de las más potentes.
Junto con Javier Milei, el gran ganador de la elección fue Mauricio Macri. Apostó un pleno horas después de la victoria de Massa en la primera vuelta. Y no sólo demostró que no se equivocó.
El propio Milei ubicó a Macri bien arriba en la lista de agradecimientos, inmediatamente después de Karina Milei y de Santiago Caputo, el jefe de campaña de bajo perfil y de apenas 38 años, uno de los pocos que es capaz de corregir al presidente electo, de buena manera pero con firmeza.
AFP
Milei presidente: los festejos
Patricia Bullrich también ganó, y Milei le volverá a ofrecer un importantísimo cargo en las próximas horas.
Cristina Kirchner, aunque parezca que salió ilesa, o que se salvó porque Axel Kicillof ganó en la Provincia, porque su hijo volverá a ocupar una banca o porque les garantizó a los chicos grandes de La Cámpora una enorme influencia en Diputados y Senadores, también perdió.
Y perdió a lo grande; en el terreno que más la importa: el de la cultura política y la ideología imperante. Y ahora, todos los que la siguen apoyando, como una cuestión religiosa, deberán poner las barbas en remojo.
Es que más de la mitad de los argentinos les dio la espalda. Les dijo que no los quiere más.
Que no van a poder, otra vez, deslegitimar a un gobierno que recién empieza, como lo hicieron con el de Macri.
Que si vuelven a intentar con la fórmula de las 14 toneladas de piedra los van a reprimir, pero con el apoyo de una buena parte de la ciudadanía.
Que si pretenden reeditar la lógica del helicóptero tendrán mucha más gente dispuesta a evitarlo, porque ya lo hicieron y así les fue. Así nos fue.
Pero la gran pregunta es, de acá a las próximas horas, si de verdad Massa se va a tomar una licencia hasta el 9 de diciembre, como hizo correr la voz, o apenas está tirando un globo de ensayo, paro no perder protagonismo y volver a ocupar el centro de la escena, antes del 10 de diciembre, cuando Alberto Fernández le entregue la banda a Milei.
Por el bien del país, y si de verdad no quiere tirar por la borda lo que le quede de carrera política, esperemos que sólo sea un amague de última hora. Un jueguito para la tribuna, de alguien que está acostumbrado a jugar a la política como si fueran simultáneas de ajedrez, aunque casi siempre suela hacer una de más.
Porque si es verdad que se va a tomar una licencia hasta el 9 de diciembre, habrá rifado, en una sola decisión tomada a la ligera, su eventual futuro como uno de las figuras de la oposición que viene.
Milei presidente: los festejos
Milei, en cambio, hizo, en las últimas horas, casi todo bien.
Anticipó que irá a fondo, explicando que no hay lugar ni tiempo para gradualismos, le reclamó al gobierno que se haga cargo y advirtió que no va a tolerar protestas violentas.
Y mientras se prepara para encontrarse con el presidente, calificó, en privado, a Massa de irresponsable. En verdad usó otro calificativo, mucho más directo y brutal, aunque se cuidó de que nadie lo pusiera en su boca.
A punto de irse a dormir, el presidente electo quiso saber si lo de Massa era oficial o si se trataba de otros de sus amagues. O de sus medias verdades.
Hasta ahora nadie pudo responderle con certeza.