La Argentina celebró los 120 años del cable carril más alto del mundo. Ubicado en la provincia de La Rioja, este impresionante recorrido de 34 kilómetros alcanza los 4.500 metros sobre el nivel del mar. Se trata del Cable Carril Chilecito-La Mejicana, inaugurado en 1904 para conectar la mina de oro de Cerro Famatina con la ciudad de Chilecito.
Este ambicioso proyecto, financiado por el Estado argentino y construido por una empresa alemana, revolucionó la explotación minera de la región. El cable aéreo permitió el traslado de valiosos minerales como oro, plata y cobre desde las profundidades del macizo de Famatina hasta la estación ferroviaria de Chilecito. El ingeniero Max Cooper inmortalizó esta hazaña de la ingeniería en su álbum fotográfico, un documento histórico invaluable.
A pesar de que estuvo en funcionamiento solo 22 años, el cable carril dejó una huella imborrable en la historia argentina. Sus imponentes estructuras de acero son un testimonio de "la fiebre del oro" que también se vivió en nuestro país a principios del siglo XX.
La construcción de la obra
La construcción del cable carril fue una solución innovadora a los desafíos de la explotación minera en la región. Antes de su implementación, el transporte de minerales se realizaba de manera tradicional, a lomo de mula. La llegada del ferrocarril a Chilecito a fines del siglo XIX amplió las posibilidades de comercialización, pero la necesidad de un sistema eficiente para superar el desnivel de la cordillera seguía siendo un obstáculo.
El cable carril, concebido como el sistema de "tranvía aéreo" más largo y alto del mundo, ofrecía una solución rápida y económica para transportar los metales desde la mina hasta la estación ferroviaria. Según el investigador Matías Vaca, este récord aún se mantiene vigente debido al desmantelamiento de sistemas similares construidos posteriormente en otras partes del mundo.
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Impulsado por el diputado Joaquín V. González y autorizado por ley nacional, el proyecto fue financiado por el Estado argentino y adjudicado a la prestigiosa empresa alemana Adolf Bleichert & Co. La construcción, que se extendió entre 1902 y 1905, resultó en una obra de ingeniería monumental.
Los registros históricos indican que el cable carril tenía una longitud de 34.328 metros y salvaba un desnivel de 3.528 metros. A pesar de que solo la mina La Mejicana hizo uso de este sistema, el cable carril representa un hito en la historia de la minería argentina y un testimonio de la capacidad innovadora de la ingeniería de principios del siglo XX.
La explotación minera de La Mejicana experimentó un nuevo impulso con la llegada de capitales ingleses. The Famatina Development Corporation, fundada en Londres en 1903, adquirió la mayor parte de las minas y la fundición Santa Florentina, convirtiendo a esta última en la más importante del país gracias a la modernización de sus instalaciones y su conexión al sistema del cable aéreo.
Sin embargo, la Primera Guerra Mundial y la crisis financiera de 1914 provocaron la paralización de las operaciones mineras y la retirada de los inversores ingleses. En 1918, la propiedad de La Mejicana pasó a manos de la Corporación Minera Famatina, pero la actividad minera llegó a su fin definitivo en 1927.
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Ingeniería de avanzada en el cielo
La infraestructura del cable carril era una obra de ingeniería colosal. Compuesto por gigantescas estructuras de acero unidas por cables trenzados suspendidos en el aire, el sistema se extendía a lo largo de 34,3 kilómetros, superando un desnivel de más de 3.300 metros. Ocho tramos conectados por nueve estaciones, además de un ramal hacia la fundición Santa Florentina, conformaban esta intrincada red.
La construcción requirió de una logística compleja. Más de un millón de remaches y componentes fabricados en Alemania fueron transportados en barco hasta Rosario y luego en tren hasta Chilecito. Una vez en el lugar, se ensambló una estructura que incluía 260 torres, una torre doble, 11 tensores, dos herraduras y un túnel.
La operación dependía de una red de estaciones intermedias equipadas con motores a vapor que proporcionaban la tracción necesaria para mover las vagonetas. La comunicación entre las estaciones se realizaba a través de una de las primeras líneas telefónicas del país, garantizando una rápida respuesta ante cualquier eventualidad.
La construcción del cable carril fue un proceso gradual. Se inició en la estación de Chilecito y avanzó sección por sección, permitiendo el transporte de materiales y suministros necesarios para la obra. Para complementar esta tarea, se utilizaron cientos de animales de carga, como asnos y mulas, que trasladaban desde cemento y cal hasta alimentos y herramientas. Los cables, por su parte, fueron instalados por cuadrillas de obreros a lo largo de senderos especialmente construidos.
Su operación requería de un mantenimiento constante. Se establecieron talleres mecánicos en la Estación 4 y en Chilecito para reparar los desperfectos causados por las inclemencias del tiempo y el desgaste propio del uso. El sistema tenía una capacidad de transporte de 25 toneladas por hora en sentido descendente y 15 en ascendente, y las vagonetas se desplazaban a una velocidad de 9 kilómetros por hora.
Tras su cierre definitivo, el cable carril cayó en el olvido durante varias décadas. Sin embargo, en 1982 fue declarado Monumento Histórico Nacional, lo que impulsó su recuperación. Durante la década de 1990, se logró reactivar el servicio turístico en los primeros tramos, pero un accidente puso fin a esta iniciativa.
En la actualidad, se encuentra parcialmente operativo. Solamente el tramo entre las dos primeras estaciones funciona con fines de mantenimiento. No obstante, la obra sigue siendo un atractivo turístico, y muchos visitantes realizan trekking para apreciar esta maravilla de la ingeniería, que representa un hito en la historia industrial de Argentina.
