En julio de 2012, Argentina y China firman un tratado bilateral donde se establece un conjunto de condiciones imprecisas para la construcción de una base en la provincia de Neuquén para el estudio del espacio lejano. Es un acuerdo de cooperación que cuenta con ocho artículos que abarcan desde desgravaciones impositivas, exención de impuestos y derechos aduaneros, hasta leyes y beneficios migratorios y consulares. En ese marco, el gobierno argentino cede 300 hectáreas por un plazo de 50 años en la localidad de Bajada del Agrio, a 250 kilómetros de la ciudad de Neuquén.
Hay muy poco material audiovisual sobre el tema. La Fundación Friedrich Naumann para la Libertad y el Centro para el Estudio de las Sociedades Abiertas (CESCOS) han realizado un documental dirigido por Santos Loza, que busca alumbrar sobre un proyecto esencialmente opaco. Su nombre es Luna roja: estación china en Argentina y puede verse en el canal de YouTube de CESCOS.
China, Argentina y un acuerdo asimétrico
El kirchnerismo ha gobernado el país a través de una sucesión de escándalos desde 2003 a 2015 y desde 2019 a 2023. Esta base en la Patagonia es particularmente escandalosa por el socio, por lo opaco del acuerdo y por el virtual desconocimiento que tiene la sociedad civil argentina sobre lo que realmente ha sucedido y sucede allí adentro. Es la primera base china en el exterior para el estudio del espacio lejano. Es importante preguntarse por qué en Argentina y por qué en 2012. La respuesta es simple: una dictadura como la china necesita, para este tipo de emprendimientos, socios poco transparentes, autoritarios y que se encuentren en un estado de asimetría y necesidad.
La Argentina de los Kirchner cumplía con creces estas condiciones: por un lado, en 2012 la macroeconomía argentina ya sufría las consecuencias del irresponsable uso de la bonanza del superciclo de las materias primas de los años kirchneristas anteriores y, por otro lado, esta creciente necesidad de fondos del país se complementaba con la asimetría de tamaño que Beijing siempre ha buscado para este tipo de proyectos. Argentina posee un PIB cuyo tamaño es apenas el 4 % del de China. Asimetría y debilidad. La diferencia de tamaño y de poder (la asimetría) refleja una situación estructural, mientras que la debilidad (ante una urgencia financiera o de otro tipo) refleja una situación coyuntural que Beijing siempre está atenta a aprovechar.
¿Base científica o centro de espionaje?
Según las autoridades chinas, la base solo busca estudiar el espacio lejano y no quiere ni podría estudiar el espacio cercano y las comunicaciones dentro del planeta, es decir, el espacio donde orbitan los satélites y las comunicaciones generadas por Estados Unidos, las democracias europeas y, entre otros, Japón. A través de esos satélites y de los cables submarinos de fibra óptica fluye el principal activo de las sociedades modernas: data, ideas e información generada por las miles de millones de personas que constituyen (por mucho) el entramado más rico y próspero en la historia de la humanidad.
Es obviamente falso que la tecnología disponible en la base china para estudiar el espacio lejano no pueda usarse para espiar y capturar la información y data generada en la cercanía: quien puede lo más, puede lo menos. La tecnología no es dicotómica ni excluyente. Más aún, el actor en cuestión es una dictadura que comanda, con herramientas represivas crecientemente sofisticadas, la segunda economía del mundo. Esto se ha profundizado desde la llegada de Xi Jinping al poder en 2012.
Un problema subestimado
La sociedad argentina no ha tomado dimensión del problema, en parte porque no lo conoce, pero también porque aquellos que sí lo conocen lo perciben como algo eventualmente problemático pero en un futuro demasiado alejado. Este enfoque es equivocado: el problema puede estar en el futuro, pero el costo es creciente en tanto ha sido una asociación de mediano-largo plazo con un actor opaco y arbitrario. Es decir, ha sido sencillo firmar un acuerdo de cooperación, pero será muy difícil modificarlo y, más aún, será muy costoso en tiempo, dinero y reputación cuando llegue el momento de intentar cancelarlo.