La distancia entre el creador y el bebedor
Una pequeña cronica de un taller de degustación y una cata guiada de vinos de Nueva Zelanda y Australia en Vinos del Mundo
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28 de mayo de 2013 a las 00:00
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POR VALENTÍN TRUJILLO
Con Martín asistimos a un taller intensivo de degustación que organizó Vinos del Mundo, con la batuta del enólogo de la bodega Pizzorno, Marcelo Laitano. Fueron cuatro clases donde se repasaron los conceptos básicos de vinificación y las características físicas y químicos del proceso para fabricar vino, desde la uva en la vida hasta la conservación en barricas de roble. Además, el taller tuvo su lado práctico, probando vinos de diferentes cepas y orígenes para encontrar sus notas identitarias, tanto visuales como aromáticas y gustativas.
Una semana después, estuvimos presentes en la primera degustación “geográfica” de este año en Vinos del Mundo, a cargo del experto Miguel Larrimbe. Se trata de un cronograma que a lo largo del año repasará regiones vineras del mundo, maridando sus vinos con comidas típicas o platos que se acerquen a esos sabores. En esta primera ocasión, le correspondió a Nueva Zelanda y Australia.
Estas dos circunstancias tuvieron un efecto muy buen efecto complementario. Laitano es un hombre de bodega, que se encuentra en pleno trabajo en esta época del año. Llegaba a las clases con las manos violáceas del manejo con el vino. Con un estilo franco y directo, bien de mano a mano, con descriptores originales y a veces no muy ortodoxos una pasión y unos conocimientos innegables de su trabajo, Laitano logró comunicar un saber, una intuición y una calidad para evaluar los vinos muy útiles para alguien que se inicia en el universo del vino, como quien escribe.
Por su parte, con su estilo caballeresco y refinado, Larrimbe exploró las peculiaridades de la isla sur de Nueva Zelanda, con sus dos mejores zonas de producción (Central Otago y Marlborough) y los puntos de excelencia del amplio continente australiano (como el Mc Laren Vale). Las bodegas Matua (neocelandesa), con excelentes sauvignon blanc y pinot noir, y D’Aremberg y Penfold’s (australianas), con syrah y un oporto de campeonato, pusieron el placer en el paladar.
El maridaje de los vinos -que incluyó quesos, pequeñas rebanadas de pan tostado con aceite de olivo nacional, sutiles bollos empanados de papa, hamburguesas de lentejas con salsa picante de rabanito, pollo con salsa agridulce y unos trozos de chocolate con un colchón de dulce de leche (para rematar con el oporto)-, correspondió a la sommelier Soledad Bassini.
Las dos experiencias fueron removedoras. Una tuvo la visión de un creador; la otra, el punto de vista del bebedor. En medio del inicio y del final de esos caminos quedaron buenas enseñanzas para nosotros. Las botellas, descorchadas y vacías, fueron las huellas de esos pasos.
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