Agustín Álvarez Rey
Columnista político de Radio Con Vos y Radio NacionalZoom > el post debate
Massa y Milei, debate y después
El análisis del último debate presidencial parece sencillo. Más si se lo trata de mensurar con los parámetros de una contienda deportiva en donde el resultado está a la vista y queda registrado en un tablero o en una planilla. Pero, en el duelo verbal entre candidatos a presidente no hay tableros, no hay goles ni tantos, sólo percepciones y merecimientos. Ganar y perder en un debate es tan relativo como las certezas políticas.
Lo que no es tan relativo es el clima que genera la sentencia mediática sobre la actuación de los candidatos en el último debate previo a las elecciones. El consenso parece total. Los medios, los periodistas de mayor influencia y los analistas coinciden en que el ganador del debate fue Sergio Massa. Ésa es la clave del día después y de lo poco que resta de la campaña.
El debate no es una elección, eso está claro. Pero tiene efectos concretos que no se miden en el impacto del debate en si, sino en lo que separa al debate de la elección. El triunfo ordena, la derrota genera reproches. El que cae derrotado, casi como un reflejo, sale a dar explicaciones para compensar su actuación. Todo es en vano. El partido ya se jugó. Las 48 horas posteriores, salvo que aparezca un cisne negro, estarán teñidas por la sensación que dejó el debate. Ahí gana Massa. En un escenario que se presume parejo, 48 horas son una eternidad. A seis días de las elecciones pueden ser definitorias. Que ese detalle pueda definir una elección, es otra historia.
Los debates presidenciales no definen elecciones. Ningún candidato llegó a ser presidente sólo por ganar un debate. Los textos que rigen las Ciencias Políticas marcan que los debates solo pueden tener un impacto de entre 1,7% y 3% en las elecciones. ¿En un escenario de paridad puede ser definitivo? Si, es verdad, pero no tanto como la semana que comienza.
El debate se pareció demasiado a la campaña. No hubo sorpresas en ese sentido y tampoco las habrá. Massa, el arquitecto de una campaña prolija y bien pensada que lo lleva a llegar competitivo hasta el final. Milei, el protagonista de una carrera rumbo al balotaje que lo mostró errático y contradictorio. En ese marco, el debate no fue más que el reflejo de la actuación de uno y otro durante los últimos dos meses.
Massa hasta ayer parecía enfrentar dos problemas para conquistar el voto de los indecisos. El primero era su rival y el segundo la realidad económica y social de la Argentina. Después del debate, Massa parece tener un solo obstáculo para llegar a la presidencia y es la realidad, el rival directo ya no parece ser un problema.
A seis días de los comicios está claro que las respuestas de fondo a los problemas estructurales de la Argentina no llegarán, por eso las chances del candidato del oficialismo dependen casi exclusivamente de convencer a aquellos que aún no tienen el voto definido de mirar para adelante y no para atrás.
