Mucho más que una bebida

Botellas, latas, tapitas, jarras de cerámica, porrones, abridores, llaveros, carteles y cristalería son algunos de los objetos que llenan las mesas en la primera convención de coleccionismo cervecero de Uruguay. En la mañana del sábado 28 de noviembre, 52 personas (uruguayos, argentinos, chilenos y brasileños) desplegaron con orgullo y cuidado sus piezas con el fin de intercambiar, comprar o vender objetos.

La jornada, que tuvo lugar en el Mercado de la Abundancia, fue organizada por la Asociación Uruguaya de Coleccionismo Cervecero y Afines (Urucer). Esta agrupación sin fines de lucro fundada el 16 de diciembre de 2014 por 16 entusiastas, busca generar lazos de amistad y compañerismo entre quienes comparten ese pasatiempo. Algunos desarrollan esta actividad desde hace más de tres décadas. En un año, el número de socios ascendió a más de 50, que pagan una cuota anual de $ 700 a modo de colaboración.

Juan Carlos De Marco es el coordinador general de la Convención Mundial de Coleccionistas Cerveceros (BCWC, por su sigla en inglés) y uno de los 30 extranjeros que participaron de la primera convención en Uruguay. "Un grupo grande de colegas argentinos hicimos el esfuerzo de venir para dar un espaldarazo de aliento a Urucer", que está creciendo con gran impulso y aporta a consolidar la estructura de coleccionismo cervecero en la región. Mientras las principales asociaciones del rubro en Europa

cuentan con alrededor de 2.000 socios y la de Estados Unidos supera los 3.000, el promedio en América Latina es de entre 20 y 80 personas por país.

El ser humano comenzó a elaborar la bebida alcohólica hace cinco milenios y desde entonces hay recipientes y artículos de promoción que se han ido guardando, cuenta De Marco. Con el tiempo fueron despertando el interés de un grupo de personas cada vez mayor. "Si hay un objeto que tenga la marca de alguna cerveza, hay alguien que lo colecciona", afirma Ismael Blasiak, presidente de Urucer.

A pesar de que los objetos abundan, una de las mayores dificultades del coleccionista es dónde encontrar el material. Es sencillo al comienzo, cuando cualquier pieza es interesante. Pero una vez que uno avanza, se vuelve más complicado conseguir artículos de otras partes del mundo o con cierta antigüedad. Aunque la web y las redes sociales cumplen su función en este asunto, la mejor forma es juntarse. De Marco expresa que es útil tener las cosas en la mano, compararlas y ver si realmente están en buen estado antes de comprar o permutar.

Los clubes de coleccionismo cervecero del mundo suelen organizar anualmente una convención internacional de características similares a la que se desarrolló en Montevideo. Además del intercambio de material, son instancias que sirven para confraternizar y conocerse en persona con gente que solo se vincula a través de internet, explica Blasiak.

La nota innovadora de este evento en particular fue que algunos socios aportaron partes de sus colecciones para armar una exhibición que mostrara la historia de la cerveza en Uruguay y el mundo. Se destacaba la serie completa de jarras de la semana de Paysandú, el diseño de la primera lata de cerveza y posavasos antiguos.

"¿Quién no coleccionó bolitas o figuritas cuando niño? Así empezaron todos y yo no soy la excepción", dice De Marco. La herencia de una enorme cantidad de monedas de todas partes del mundo, que fueron de su abuelo, despertaron su pasión y hoy tiene 35 colecciones diferentes.

Bolsitas de mareo de avión, artículos de ómnibus y postales y medallas de la ciudad de La Plata se suman a la gran variedad de objetos cerveceros, entre los que se destacan más de 70 mil posavasos.

"Ser coleccionista es una patología, una esquizofrenia leve que en algunos casos se agrava por los intereses y las ansiedades", afirma De Marco entre risas, pero tiene claro que hay mucha verdad detrás del chiste. Blasiak cree que él nació coleccionista. Desde que tiene memoria guarda cosas, y con el tiempo se centró en aquellas categorías que más le interesaron.

Muchas veces la importancia de un artículo para un coleccionista radica en la anécdota de cómo la consiguió, más allá de la rareza propia del objeto. "He viajado más de 400 kilómetros para comprar una sola lata. El viaje y el tiempo valen mucho más que el objeto en sí, pero es una pieza que falta en la colección y uno hace todo lo que puede por conseguirla", cuenta el presidente de Urucer.

Es un pasatiempo caro, cuando es tomado en serio. Cada coleccionista vende al precio que quiere sus piezas, pero la ley de la oferta y la demanda establece ciertas reglas. El costo depende de la rareza, antigüedad o unicidad de los objetos. Un posavaso estándar, de cartón, cuesta alrededor de un dólar. Uno de la década de 1920, en cambio, ronda los US$ 200.

Quienes guardan artículos de la industria cervecera son más que acumuladores de objetos materiales. Al clasificar las piezas según su origen, antigüedad o marca se le incorpora un valor agregado que tiene que ver con su identidad, historia o sentido de pertenencia. Los coleccionistas cerveceros, entonces, al reunir documentación sobre todo lo concerniente a esta actividad, se convierten en depositarios culturales de la historia de la cerveza.