Referéndum LUC consolida mapa de 2019, incluyendo un FA que relativiza su derrota

Los datos del escrutinio primario confirmaron el que era quizá el escenario más esperable según lo que insinuaban las encuestas de opinión pública en la previa: una gran paridad entre los dos bloques políticos que dividen al país, con una leve pero determinante ventaja para la coalición de gobierno.

En el balotaje de 2019, la fórmula Lacalle-Argimón obtuvo 49,98% de los votos válidos frente a 48,42% de la fórmula Martínez-Villar y 1,60% de votos en blanco. 

Con 96,32% escrutado, el No obtuvo 49,9% de los votos válidos, el Sí 48,8% y los votos en blanco fueron el 1,3%. Si se toma el escrutinio primario, sin contar observados, el respaldo a Lacalle y su gobierno se mantiene estadísticamente idéntico, y el bloque opositor crece unas décimas a costa del voto en blanco.

Mirado en términos de elección de medio término –como siempre lo fue, a grandes rasgos– la primera de las conclusiones es que el claro ganador es el gobierno, que acercándose a la mitad de su mandato –en el que enfrentó una pandemia, crisis internacionales y últimamente la primera guerra en Europa desde la década de 1990– no perdió respaldo en las urnas. 

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Si se mira el referéndum como un plebiscito a la LUC en sí, el resultado confirma que las opiniones de la ciudadanía sobre esa norma se distribuyen más en función de los bloques del balotaje que los de las mayorías parlamentarias obtenidas por los partidos que luego conformarían la coalición multicolor. 

Eso tiene sentido: la coalición multicolor se terminó de gestar luego de la elección de octubre, que fue la que determinó la correlación de fuerzas en el Parlamento, con 17 senadores y 56 diputados para el Partido Nacional, Partido Colorado, Cabildo Abierto, Partido Independiente y Partido de la Gente. Luego, el balotaje supuso un plebiscito entre la continuidad del Frente Amplio o la nueva coalición de cinco partidos, con un compromiso programático que incluía la raíz de lo que fue la LUC.

Llamados a dar su veredicto sobre ese compromiso programático, los uruguayos casi no cambiaron de opinión desde el 24 de noviembre de 2019 y este 27 de marzo de 2022. 

Fue tan similar el escenario de este domingo al del último domingo de 2019 que incluyó al líder del Frente Amplio relativizando la derrota en las urnas. 

Ya avanzado el escrutinio, y con una tendencia clara, el presidente del Frente Amplio Fernando Pereira, presidente del Frente Amplio, remarcó que hasta la noche “nadie” podía decir “quién ganó”, y que había habido “un empate técnico”. 

Pereira no reconoció la victoria del No y planteó que el resultado era una demostración de fuerza de la izquierda, que demostraba que el país quedó dividido en partes casi iguales, un discurso muy similar al del excandidato del Frente Amplio, Daniel Martínez, en la noche en la que los uruguayos pusieron fin a 15 años de gobiernos frenteamplistas.

Es cierto que el Frente Amplio tuvo casi la menor de todas las derrotas que podía tener (no llegó igual a ganarle en números absolutos a la papeleta celeste), que incluso quizá recuperó terreno en algún departamento del interior (el Sí ganó en Paysandú), que salió del desánimo en el que la había hundido el alejamiento del poder, y también que la nueva derrota no condiciona demasiado la carrera hacia 2024. Pero nada de eso quita que el escenario haya sido de un nuevo respaldo importante al gobierno de Lacalle Pou, como lo fueron las elecciones de octubre de 2019, el balotaje de 2019 y las departamentales de 2020, y que le da oxígeno para lo que queda de su gestión.