Sangre artificial de origen rumano
Un científico nacido en la tierra de Drácula asegura haber desarrollado una versión sintética que funcionó en ratones y que tendría numerosos beneficios cuando se lleve al campo de la medicina humana
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08 de noviembre de 2013 a las 11:15
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Santo Grial de la medicina
En el mismo lugar donde la leyenda ubica a Drácula, un investigador trabaja en desarrollar sangre artificial. Pero más allá de la paradoja, el trabajo que Radu Silaghi-Dumitrescu nada tiene que ver con las historias de vampiros en Rumania. El experto intenta desde hace un tiempo crear en su laboratorio una versión artificial de la sangre y, al parecer, lo ha logrado.
Según el blog de la revista Smithsonian, el investigador logró replicar sangre y transferirla a ratones, los cuales no presentaron ningún tipo de enfermedad o efecto adverso. El próximo objetivo será lograr que esta sangre trabaje en el cuerpo de los roedores durante unas horas o incluso, todo un día.
Este nuevo producto, que en el futuro podría llevar a desarrollar algo así como "sangre instantánea" (ideal para los heridos en un campo de batalla, por ejemplo), se basa en hemeritrina y no en hemoblogina, una molécula que se rompe cuando carece de protección de las membranas de las células sanguíneas.
La hemertitrina es un equivalente de proteína presente en invertebrados, como los gusanos de mar, y tiene la ventaja de ser resistente a las presiones del exterior. Así, el experto logró vencer el primer desafío: imitar de forma segura la propiedad de la sangre de llevar oxígeno.
En concreto, la sangre artificial rumana es una mezcla de hemertitrina, sal y albúmina, una proteína presente en el plasma sanguíneo.
A pesar del gran paso, todavía restan unos años antes de que el investigador y su equipo comiencen a realizar las pruebas en seres humanos, algo que en el pasado no ha tenido éxito. De hecho, los resultados han sido hasta desastrosos, sostiene el blog de Smithsonian, que recoge las experiencias de la empresa Baxter Healthcare y su sangre artificial HemAssist en la década de 1990, y la de los laboratorios Northfield a mediados de 2000. El primer caso llevó a la muerte prematura de los pacientes y el segundo a la experimentación con pacientes que se hallaban en estado inconsciente.
Para la ciencia, uno de los objetivos más codiciados es crear una sangre que pueda usarse en emergencias, cuando el cuerpo no pueda producirla por sí mismo; que sea estéril, por lo que no conlleve riesgos de infección durante las transfusiones; y que no precise refrigeración, lo que permitiría que esté pronta para usarse en situaciones de vida o muerte.
Consciente del riesgo que suponen las pruebas en personas, Radu Silaghi-Dumitrescu continuará preparándose hasta que llegue ese esperado momento.
Según el blog de la revista Smithsonian, el investigador logró replicar sangre y transferirla a ratones, los cuales no presentaron ningún tipo de enfermedad o efecto adverso. El próximo objetivo será lograr que esta sangre trabaje en el cuerpo de los roedores durante unas horas o incluso, todo un día.
Este nuevo producto, que en el futuro podría llevar a desarrollar algo así como "sangre instantánea" (ideal para los heridos en un campo de batalla, por ejemplo), se basa en hemeritrina y no en hemoblogina, una molécula que se rompe cuando carece de protección de las membranas de las células sanguíneas.
La hemertitrina es un equivalente de proteína presente en invertebrados, como los gusanos de mar, y tiene la ventaja de ser resistente a las presiones del exterior. Así, el experto logró vencer el primer desafío: imitar de forma segura la propiedad de la sangre de llevar oxígeno.
En concreto, la sangre artificial rumana es una mezcla de hemertitrina, sal y albúmina, una proteína presente en el plasma sanguíneo.
A pesar del gran paso, todavía restan unos años antes de que el investigador y su equipo comiencen a realizar las pruebas en seres humanos, algo que en el pasado no ha tenido éxito. De hecho, los resultados han sido hasta desastrosos, sostiene el blog de Smithsonian, que recoge las experiencias de la empresa Baxter Healthcare y su sangre artificial HemAssist en la década de 1990, y la de los laboratorios Northfield a mediados de 2000. El primer caso llevó a la muerte prematura de los pacientes y el segundo a la experimentación con pacientes que se hallaban en estado inconsciente.
Para la ciencia, uno de los objetivos más codiciados es crear una sangre que pueda usarse en emergencias, cuando el cuerpo no pueda producirla por sí mismo; que sea estéril, por lo que no conlleve riesgos de infección durante las transfusiones; y que no precise refrigeración, lo que permitiría que esté pronta para usarse en situaciones de vida o muerte.
Consciente del riesgo que suponen las pruebas en personas, Radu Silaghi-Dumitrescu continuará preparándose hasta que llegue ese esperado momento.
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