Con la llegada de los vientos fríos y los abrigos, en las esquinas de España proliferan los puestos de chocolate con churros. Es una costumbre muy arraigada entre los españoles de todas las edades: combatir las bajas temperaturas con un potente chocolate caliente acompañado de churros, durante las caminatas invernales. Pero también en toda época del año, se ven larguísimas colas en las tradicionales chocolaterías del centro de Madrid.
Ya sabemos dónde encontrarlos, pero ¿de dónde vienen?
Una de las teorías principales sobre su origen sostiene que el churro es oriental. Los libros antiguos de cocina afirman que se cocinaron por primera vez en 1142 en el pueblo de Hangzhou, ciudad sureña de China bajo el nombre de «youtiao», un pan salado y frito con forma alargada. Y, claro, se sugiere que su llegada a Europa fue gracias a los viajeros portugueses.
Aunque también están los defensores del origen español de los churros, quienes afirman que son un legado de los pastores españoles que empezaron a freír esa masa con sal para reemplazar el pan fresco. La masa de los churros es mucho más fácil de producir y la fritura es una manera de cocción mucho más rápida, que requiere menos fuego y se puede hacer a la intemperie, en las montañas, donde los pastores pasaban largas jornadas de trabajo.
Su lugar en la cultura gastronómica es tan importante que tienen más de una definición en el Diccionario de la Real Academia Española. Así, un churro en su acepción clásica es: una “fruta de sartén, de la misma masa que se emplea para los buñuelos, de forma cilíndrica estriada”. Otro de sus significados, este más coloquial, explica que se usa la palabra “churro” para decir cuando algo está mal hecho, desprolijo.
Los churros son tan populares en España y en Portugal como en América Latina. También han sido capaces mantenerse vigentes hasta nuestros días.
Con el paso las generaciones, la receta fue cambiando hasta convertirse en la que conocemos hoy. Los dulces en sus distintas variedades: bañados en chocolate, rellenos de crema pastelera, de dulce de leche o simplemente espolvoreados con azúcar.
La receta actual lleva harina, agua, aceite, sal y azúcar, ingredientes que, luego de mezclarse se introducen en una manga que los hace alargados y un poco curvados. Apenas salen de la manga, o la máquina, se fríen en aceite muy caliente. Sus hermanas mayores, las «porras», que sí surgieron en España, se hacen con la misma receta, pero son mucho más largas.
El chocolate que los acompaña es tan espeso como un postre, y permite comerlos caminando, sin ningún tipo de problemas ni peligro de mancharse la ropa.
Una costumbre ineludible en España es darle la bienvenida al año nuevo con un buen chocolate con churros para empezar con buena suerte. La tradicional churrería San Ginés alguna vez ha servido hasta 10.000 raciones algún 1 de enero.
En Francia, reina de la pastelería, también existen los churros bajo el nombre de chichi o chou chou. Se comen en Navidad, en los Parques de diversiones o durante el verano, sobre todo en Biarritz.
En América Latina son un clásico, se comen acompañados de chocolate en fiestas patrias, y solos en los atardeceres de verano en las playas del Atlántico.
Sean chinos o españoles, simples, rellenos, dulces o salados, con o sin chocolate, los churros han dado la vuelta al mundo y lo que está claro, es que nos hacen más ricos los mejores momentos.
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