AFP

Sin techo para el populismo

Internet ahora está disrumpiendo la política y los votantes están respondiendo con un grito de ira contra la clase dirigente

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05 de agosto de 2018 a las 05:00

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Financial Times

Desde que Donald Trump llegó al poder en 2016, hemos observado un sinnúmero de sorprendentes estadísticas acerca de la política occidental. Para mí, el gráfico más inquietante fue presentado por Bridgewater, el fondo de cobertura más grande del mundo.

En una entrevista parte de la serie "Lunch with the FT" (almuerzo con el FT) del año pasado, Ray Dalio, el fundador de Bridgewater, me dijo que la proporción de votantes del mundo occidental votando por candidatos populistas había aumentado al 35%.

La cifra, según un informe de su firma, era claramente más alta que a principios de la década (cuando era del 7%), después de haber alcanzado aproximadamente el 10% en décadas anteriores.
De hecho, tal aumento sólo se había observado durante la década de 1920, después de la Gran Depresión, cuando la votación populista saltó del% a un pico del 40% en 1939, antes de que las elecciones se detuvieran conforme el mundo caía en la Segunda Guerra Mundial.

Esto es inquietante en diversos niveles. Hoy en día, el mundo es muy diferente al de la década de 1930: el internet, los mercados de capital y las cadenas de suministro internacionales han estrechamente unido al sistema global, y los medios sociales han creado niveles de transparencia pública que antes eran inimaginables y formas para que el electorado puede expresar sus puntos de vista fuera de las urnas.

Si se quisiera ser optimista, es posible cuestionar si el "populismo" actual es tan aterrador como lo fue en la década de 1930. Bridgewater definió el concepto, en términos generales, como estar en contra de la clase dirigente, una categoría que seguramente incluiría grupos que van desde el Partido Laborista de Jeremy Corbyn en el Reino Unido hasta el Frente Nacional (FN) de Marine Le Pen en Francia, y a los partidarios republicanos de Donald Trump en EEUU. Obviamente, todos éstos no debieran agruparse bajo la misma categoría populista que los partidos de Adolf Hitler o de Benito Mussolini; de hecho, muchos partidarios de Corbyn o Trump hallarían la comparación ofensiva.

Los datos de Bridgewater plantean otras preguntas. La combinación de eventos que ha hecho que aumente el populismo tiene ecos de la década de 1930: un vertiginoso período de globalización y de crecientes niveles de desigualdad seguidos de un colapso financiero, de una recesión económica y de niveles de nacionalismo en aumento.

Pero una cosa que es diferente esta vez es que el populismo ha ido a la par de un fuerte crecimiento económico. EEUU, por ejemplo, acaba de disfrutar de nueve años de sólida expansión económica, registrando un notable crecimiento anualizado del 4,1% durante el segundo trimestre de este año. Europa también ha crecido: en 2017, el producto interno bruto (PIB) de la Unión Europea (UE) se expandió en 2,5%, su mejor desempeño en una década.

Esta imagen es muy diferente a la de la década de 1930, cuando el creciente populismo en países como Alemania estaba unido a una profunda recesión económica. Y, en consecuencia, plantea una crucial y poco discutida pregunta: si el mundo occidental ha presenciado un significativo aumento del populismo cuando los tiempos económicos son buenos, ¿qué más sucederá cuando llegue la próxima recesión? ¿Es posible que esos niveles de apoyo al populismo puedan aumentar aún más? ¿O es un error suponer que el populismo "solamente" tiene que ver con la economía; o que es algo que se puede "arreglar" con el simple crecimiento?

Sin duda, es un error considerar únicamente el crecimiento general del PIB. Después de todo, como Dalio a menudo lo ha señalado, la economía estadounidense hoy en día tiene dos partes diferentes: una economía en auge que beneficia a los ricos, y una economía estancada o en contracción en la que muchos pobres han quedado atrapados y en la que experimentan muy poco crecimiento real.

Yo sospecho que la economía, por sí sola, no explica el patrón actual. Otro factor involucrado es la tecnología: las estructuras de los partidos políticos que dominaron en el siglo XX parecen cada vez menos adecuadas para la forma en que navegamos por el mundo del siglo XXI. El internet ha creado una nueva generación de consumidores, también conocidos como 'votantes', que están acostumbrados a congregarse rápidamente dentro de sus propias tribus en línea, y a ser el blanco de anuncios y de mensajes personalizados.

Para decirlo de otra manera, internet actualmente está disrumpiendo la política, de la misma manera como ha trastornado todo, desde el comercio minorista hasta las finanzas. Y los votantes están respondiendo con un grito de ira contra la clase dirigente, mientras 'comparan precios' de modelos alternativos, agrupándose en torno a cualquier nueva y brillante marca.

De cualquier manera, lo único que está claro es que es improbable que el fenómeno desaparezca, y que posiblemente aún no haya alcanzado su punto máximo. De hecho, si Bridgewater volviera a llevar a cabo sus cálculos hoy día, el voto populista probablemente sería superior al 35%.

A principios de este año, los votantes italianos se unieron en masa a no uno, sino a dos, partidos populistas: al Movimiento 5 Estrellas (M5S, por sus siglas en inglés) y a la Liga, un partido antiinmigrante. El grupo de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD, por sus siglas en alemán) recientemente ha ganado terreno. Y quién sabe lo que ofrecerán las elecciones de mitad de período venideras de EEUU, o la carrera presidencial de 2020.

Entonces, quizás la pregunta realmente crucial que deberíamos hacernos ahora es: ¿adónde terminará esto? En 1939, la respuesta fue la guerra. Hoy nos enfrentamos "solamente" a guerras comerciales. Por ahora. ¿Pero pudieran estas guerras comerciales convertirse en guerras de divisas y de capital, o incluso en algo peor? ¿O aprenderán de la historia los líderes, y los votantes, de hoy para evitar repetirla? Con suerte, la respuesta a la última pregunta es un rotundo "sí". Pero ese gráfico del populismo no es una lectura fácil. Y, mucho menos, a medida que (y cuando) el crecimiento global comience a disminuir.
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