11 de julio 2024 - 19:15hs

El consumo de transmisiones deportivas en Argentina ha experimentado una transformación notable en las últimas décadas. Algunos quizás tengan memoria de los años ’70 y ’80, cuando el fútbol se transmitía por televisión abierta, pero no siempre en directo. Quizás algún partido adelantado de la fecha del campeonato local los viernes a la noche, o también los partidos de Copa Libertadores, pero en general la norma para el consumo de fútbol sin ir a la cancha era el programa de los domingos con los resúmenes de la fecha (“Todos los goles”, “Fútbol de primera”).

Los años ’90 trajeron la novedad de los partidos de un número cada vez mayor de ligas europeas (además de las copas), todo incluido en el abono del cable básico. El producto premium pasó a ser entonces el campeonato local en vivo, cuando se introdujo la novedad “del codificado”: por primera vez se podían ver uno o más partidos completos en el sillón de casa, pero para eso había que pagar un extra para ver. Fue la época de juntarse a verlo en un bar, o en la casa de algún amigo que sí pagaba.

Fue en aquella época cuando la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y los clubes de fútbol encontraron en la venta de los derechos televisivos su principal vía de financiamiento, una mucho más jugosa que la venta de entradas a los estadios. El modelo parecía funcionar sobre ruedas, pero ya entrado en el nuevo siglo hubo un cambio importante, a contramano de todas las tendencias mundiales: en 2009, la AFA canceló su vínculo de exclusividad con una empresa privada y firmó un nuevo acuerdo con el gobierno de Cristina Kirchner.

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Nacía así el “Fútbol para todos”, que llevó todos los partidos del campeonato a los canales abiertos, y desde luego que gratis. Pero como no hay nada realmente gratuito, la iniciativa derivó en investigaciones judiciales ante las denuncias de malversación de los fondos públicos, ya que no sólo sucedió que la publicidad estatal financió todo el programa, sino que además habría habido desvíos y administración fraudulenta por cientos de millones de dólares.

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Cuando el “fútbol gratis” llegó a su fin en diciembre de 2015, la realidad era que el avance cada vez más rápido y sostenido de la tecnología y las comunicaciones vía Internet estaban revolucionando una vez más la era de las transmisiones deportivas. Habían llegado las plataformas y los servicios de streaming, y éste es el modelo que la industria propone en la actualidad para tener acceso a un número de eventos deportivos (no sólo de fútbol) en vivo y en directo casi imposible de imaginar tan sólo hace pocos años.

Pero claro, este cambio tan vertiginoso encuentra a muchos consumidores algo desorientados: aquello que se solía consumir ya no está quizás en el lugar que se espera, sino que se trasladó a otro servicio, a otra plataforma, a otro dispositivo. Y además, claro, ya no se negocia de manera centralizada con una empresa de cable e internet, por ejemplo, sino que hay que contratar cada uno de los servicios por separado. Para muchos, un verdadero rompecabezas tecnológico y también financiero, porque ante tanta oferta los costos se terminan disparando.

Es por eso también que, desde hace años, tanto en la Argentina como en el resto del mundo se han popularizado los sitios de internet que trasmiten eventos deportivos de manera gratuita. No deja de ser otro caso más de piratería de consumos como el de series, películas y música que desde hace años se hacen ilegalmente mediante “torrents” o distintas plataformas que simplifican su uso, y que las plataformas legales buscan combatir mejorando su servicio. Pero claro que hay tantos usos y costumbres como usuarios, y la polémica entre los argumentos legales, los derechos de las empresas que pagan las exclusividades y los de los consumidores que entran en colisión. Todos se sienten perjudicados, de una u otra manera, y todos creen tener razón, o una buena parte de ella.

Algo de esta discusión se planteó y se viralizó hoy en un programa de la plataforma Blender ante la noticia del bloqueo a más de 50 sitios asociados a la plataforma “Fútbol libre” y la detención del responsable del sitio “Megadeportes”, en ambos casos por las infracciones a los derechos de propiedad. Más allá de los argumentos de cada una de las partes, puede llamar la atención que muchos consumidores entienden que ciertos eventos masivos (no sólo los partidos en los que juega la Selección Argentina, por ejemplo, sino también el resto de los encuentros de una competición) deberían ser de acceso libre y gratuito. Una noción de derecho adquirido.

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Los datos concretos

El periodista Marcelo Gantman, quien suele referirse a estas cuestiones en sus publicaciones en su newsletter personal, presentó una serie de datos interesantes a partir de información proporcionada por Javier Tebas, presidente de La Liga de España:

  • Según estudios citados por Tebas, para el año 2030, el 80% de los deportes se transmitirá por streaming. La oferta se volverá más fragmentada y obligará a una mayor atención al fraude audiovisual.
  • La piratería es el problema más importante en la industria del deporte: en España, el 33% de los espectadores no paga para ver fútbol, mientras que en Argentina el número se acerca al 60%. Los datos surgen de los análisis que hace LaLiga sobre daños y pérdidas que sufren los propietarios y licenciatarios de derechos deportivos con el acceso ilegal a esos contenidos.
  • Tebas también dijo que cree que es necesario presionar a Google y Apple para que eliminen todas las aplicaciones que transmiten partidos ilegalmente. En 2023, LaLiga reportó 183 aplicaciones a Google y Apple: antes de que fueran retiradas, ya se habían realizado 800,000 descargas ilegales.
  • Tebas espera que en los próximos años se pueda avanzar en los protocolos antipiratería, involucrando a los fabricantes de smartphones para eliminar aplicaciones ilegales de los teléfonos.

Dicho con claridad: el contenido audiovisual del fútbol es considerado un producto premium dentro de la industria, y la industria no lo piensa resignar. Puede que en un contexto de crisis económica y con las decisiones del Gobierno que se orientan hacia la desregulación de la economía y la liberación total de tarifas de bienes y servicios, el cierre de “Fútbol Libre” haya sido percibido por ciertos sectores de la sociedad argentina como un golpe al bolsillo de los hinchas y una vulneración de un derecho adquirido. Pero sucede que esto está lejos de ser una cuestión local, sino que una batalla global contra las transmisiones ilegales de contenido deportivo que lleva casi 20 años.

Los nuevos modelos de negocios en el deporte global, donde los broadcasters y las compañías de medios están creando un paisaje atomizado para el consumidor, incrementarán las ventanas de acceso a los contenidos. Esto significa más opciones, pero también más costos asociados. Por ejemplo, el especialista en la NFL de fútbol americano, Dov Kleiman, estimó en 670 dólares el costo total para ver todos los partidos de la NFL en seis plataformas diferentes. Más opciones, más costos.

El consumo ilegal de partidos de fútbol es una práctica ampliamente estudiada, analizada y denunciada. Aunque una cantidad considerable de usuarios adoptan una postura “antisistema” y se manifiestan en redes sociales, lo cierto es que acceder a estos partidos de manera ilegal genera un daño concreto.

¿Muy caro? ¿Muy incómodo? Quizás, eso puede depender del gusto y las posibilidades de cada uno. Pero lo cierto es que pagar para ver fútbol es ya la norma global y será cada vez más difícil evitarlo. Todos los demás detalles quizás se puedan discutir.

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