15 de diciembre 2025 - 20:05hs

La Generación Z ha puesto en jaque a Claudia Sheinbaum, quien recientemente se manifestó en contra de la llamada "guerra contra el narco". Ya en 2011, la llamada "primavera árabe" inauguró los análisis sobre cómo las redes sociales podían convertirse en potentes instrumentos de protesta contra dictaduras y autócratas. La tecnología como motor -a veces a favor y otras en contra- de la libertad de expresión y de la democracia.

China interrumpió Telegram mediante ciberataques que provocaron su caída e impidieron coordinar las protestas en Hong Kong. Putin limita el acceso a redes como WhatsApp y YouTube para controlar la información a la que accede la población rusa sobre la invasión a Ucrania. Maduro hace lo propio, presentando WhatsApp como una herramienta del "mal".

El modelo político tradicional parece carecer de las capacidades necesarias para comprender que la industria tecnológica -amplia, difusa y sin fronteras- opera a un nivel que supera a muchos gobiernos. En el ámbito digital, los individuos encuentran atajos, alternativas y mecanismos para sostener el acceso a la información. Es un proceso imparable.

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Del like a la calle

Ahora, la Generación Z salió a la calle contra Sheinbaum. La presidenta mexicana denunció que la protesta juvenil fue una estrategia digital financiada desde el extranjero y vinculada a grupos de derecha, con bots, cuentas falsas y campañas coordinadas en redes sociales.

Los nacidos entre 1997 y 2012 -la primera generación completamente conectada a Internet- han pasado del like a ejercer activamente su derecho a expresarse.

Una tecno-democracia en curso exige planes de contingencia para quienes buscan ejercerla. El último sábado, una bandera pirata ondeó en el Zócalo, muy cerca del Palacio Nacional, blindado con vallas metálicas de tres metros. La calavera sonriente con sombrero de paja, ícono de One piece, se convirtió en símbolo de protesta en unas 30 ciudades. Monkey D. Luffy, su protagonista, es a la vez hijo del líder del Ejército Revolucionario y criminal más buscado del mundo: un héroe improbable construido para desafiar al poder.

Este formato de protesta -híbrido, masivo y liderado por jóvenes- se replica en otros países. En Madagascar, el presidente fue obligado a dejar el poder tras un alzamiento militar precedido por semanas de movilizaciones impulsadas por la "Generación Z Madagascar".

La bronca contra la clase política se canaliza hoy a través de dinámicas que comienzan en el plano digital y desembocan en las calles. Nepal, Filipinas, Indonesia, Kenia, Perú, Marruecos y México comparten reclamos que se amplifican online: desigualdad creciente, corrupción, incertidumbre económica y nepotismo de las élites gobernantes.

En México, las marchas convocadas desde las redes dejaron en los muros de contención -levantados por el propio gobierno- la palabra "narcoestado": un símbolo y un síntoma. La política se ha desplazado hacia un tecno-universo donde interactúan políticos, ciudadanos y medios, pero también se multiplican la desinformación, la agresividad y el maltrato. Ese ecosistema se ha convertido en un búmeran.

La custodia de los valores democráticos puede ser disputada por dictadores y autócratas, pero su preservación encuentra desde ahora un nuevo aliado: una generación conectada, crítica, móvil y capaz de organizarse más rápido que los gobiernos que intenta interpelar.

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